Picardías
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Voy a Campeche y me regala su libro don Manuel Ayuso. Este amable señor es maestro. Salió de la Escuela Normal de Hecelchaján, donde desde joven empezó a escribir. Le gusta rimar palabras, y es versificador fácil y agradable.
El libro se llama “Humor con rima”. Su autor ha puesto en verso variadas ocurrencias: epigramas, relatos picarescos, cuentecillos rojos, pero todo eso dicho con gracia y donosura. Permítanme compartir con ustedes algunas de sus rimas.
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Capricho sexual.
(Insólito: nació hombre, se convirtió en mujer,
después volvió a ser hombre).
Por mucho que a mí me asombre
pienso que pudiera haber
quien haya nacido hombre
y se convierta en mujer.
Pero lo que yo no creo
es que ese ser transformado,
después de intenso flirteo
vuelva a su viril estado.
A ese inquieto camarada
–también mujer de algún modo–
o no le gustaba nada
o disfrutaba de todo.
Antes y después.
(Las cosas han cambiado mucho).
No es para escandalizarse,
pero las cosas van mal:
antes “clavarse un puñal”
era intentar suicidarse.
Y he aquí una joyita de pícaro humor en verso:
La pecadora y el sacristán.
“¡Por mi culpa, y sólo mía!
¿De quién más había de ser?”,
decía una pobre mujer
que al rezar se arrepentía.
Un sacristán que ahí estaba
–por cierto casual testigo–
vio que la mujer se daba
los golpes bajo el ombligo.
“Yo le juro por mis venas
–dijo el sacristán derecho–
que los golpes de las penas
siempre se dan en el pecho”.
En forma rotunda y seca
contestó ella diligente:
“Deben darse en donde peca
quien de verdad se arrepiente”.