Presupuesto participativo: es un avance importante en Saltillo
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La cultura del presupuesto participativo representa un avance democrático de gran relevancia para Saltillo. Pero debe perseverarse en su práctica para que sea eficaz de verdad
La democracia, nos lo enseñaron muy temprano en la escuela, es un término que nos heredaron los antiguos griegos y que significa “poder del pueblo”. Ya luego aprendimos los matices, es decir, que la democracia se trata de un sistema de organización social en el cual el poder reside en los ciudadanos, quienes pueden ejercerlo directamente o a través de representantes electos.
Largamente en nuestro país, aun cuando la Constitución es clara al señalar, en su artículo 39, que “la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo”, además de precisar que “todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste”, la democracia se restringió –de forma conveniente para la clase gobernante– al acto de votar.
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Múltiples voces han advertido, a lo largo de nuestra historia, que la democracia es mucho más que eso y que, para alcanzar un estadio maduro de esta forma de gobernarse, además de la existencia de elecciones libres y democráticas, es preciso desarrollar múltiples mecanismos de participación ciudadana.
Estos, conocidos también como mecanismos de “democracia directa”, alientan la participación activa de la ciudadanía en la construcción de las decisiones que le afectan. Vistos desde otra perspectiva, tales mecanismos representan una herramienta para acotar la discrecionalidad del gobernante y, en última instancia, de contener sus excesos.
Entre los mecanismos de democracia directa se encuentra una figura que incide en uno de los aspectos más sensibles del ejercicio gubernamental: el diseño y ejercicio del presupuesto público. Conocida como presupuesto participativo, este mecanismo implica invitar a los ciudadanos a definir el destino de los recursos que se invertirán en obras públicas.
La lógica de esta idea es simple: nadie conoce mejor las necesidades más importantes de una colonia, o un barrio, que quienes habitan en él. Y esto es así porque son quienes padecen la ausencia de alguna infraestructura o resienten el deterioro de la existente.
Se trata de una figura de enorme valor que robustece la democracia de una comunidad, fortalece el tejido social y consolida prácticas que nos hacen avanzar en la dirección correcta.
Por ello, debe saludarse la instauración de esta idea en Saltillo, donde por primera vez en la historia, los vecinos de los distintos sectores de la mancha urbana han podido definir, con su voto, nueve acciones a ser ejecutadas durante el próximo año.
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Media docena de proyectos de rehabilitación de plazas públicas, uno de mejora de vialidades, otro relativo a la seguridad en callejones y uno más a la creación de un espacio cultural inclusivo son las obras a las cuales deberá canalizarse, cuando menos, el 3 por ciento del presupuesto del próximo año.
Se trata de un primer paso relevante, sin duda. Habrá que perseverar en esta idea para consolidar la cultura del presupuesto participativo y, con ello, las vocaciones democráticas de la ciudad.