Recuerdos olvidados

Opinión
/ 12 noviembre 2025

El maestro José Ángel Cárdenas fue durante muchos años organista de la Catedral. Parecía un patriarca, aunque siempre fue soltero. Su figura tenía traza de senador romano, o semejaba el último bohemio. Era un hermoso anciano el maestro Cárdenas, dueño de sonrosada tez y alba melena alborotada que lucía como una especie de atavío profesional. Algo se parecía a Stokowski: el famoso director de orquesta habría deseado la cabellera de don José Ángel para agitarla, leonino, frente a una gran sinfónica.

Tenía su academia de canto este magnífico señor por la calle de Lerdo de Tejada. Yo nunca fui su alumno, pues aunque era afinadillo no tenía el vozarrón que demandaba el maestro de sus estudiantes como primera condición para admitirlos. Cuando alguien tenía una voz pequeña don José Ángel se refería a él con menosprecio. Usaba el índice y el pulgar de la mano derecha para indicar una mínima medida, y decía desdeñosamente ante el regocijo de sus alumnos, y más de sus alumnas:

TE PUEDE INTERESAR: Saberes sabios

–Fulano la tiene así.

Se refería a su voz, claro.

Yo no quise arriesgarme a ser objeto de esa descripción, y entonces no aspiré nunca a figurar en las huestes cantoras del maestro. Don José Ángel había sido discípulo del legendario José Pierson, mentor de Pedro Vargas, Jorge Negrete, José Mojica y Alfonso Ortiz Tirado, entre otros. Empleaba los mismos métodos de aquel celebrado profesor cuya técnica consistía en sacar toda la voz que hubiera en los pulmones del cantante. Recuerdo haber visto una prueba que don José Ángel ponía a los varones que deseaban entrar en su academia. Consistía el tal examen en ponerles frente a la boca una vela encendida a ver si con un do de pecho podían apagarla.

–Esta prueba no es difícil –les decía muy serio–. Difícil la que nos aplicaba a nosotros el maestro Pierson. Nos ponía una vela apagada, a ver si con un re sobreagudo podíamos encenderla.

Don José Ángel, a más de organista y profesor de canto, era también inspiradísimo compositor. No recuerdo haber oído ninguna composición salida de su numen, pero sé que fue autor de una opereta llamada “La florista”, la cual llegó a ensayar pero, hasta donde sé, no se representó jamás. Ojalá me equivoque en esto, pues sería una gran lástima que nadie hubiese oído esa inspirada obra.

La viva imaginación de don José Ángel Cárdenas lo llevaba a veces a terrenos hiperbólicos. Decía haber sido testigo de la terrible Decena Trágica, en la Ciudad de México.

–Estaba yo en el Zócalo –narraba con voz grave– cuando empezó el tiroteo. De pronto bajé la vista y ¿a quién veo a mis pies? ¡Al Presidente Madero, lleno de sangre, agonizante, con el cuerpo acribillado por las balas!

TE PUEDE INTERESAR: Maldiciones

–Oiga, maestro –se atrevía a acotar alguien–. A Madero lo asesinaron muy lejos de ahí, en la prisión de Santiago Tlatelolco.

–¡Pos se vendría arrastrando! –argumentaba él con energía.

No debemos olvidar a hombres como el maestro José Ángel Cárdenas. Vivió hasta su muerte al servicio de una hermosa dama, doña Música.

Escritor y Periodista mexicano nacido en Saltillo, Coahuila Su labor periodística se extiende a más de 150 diarios mexicanos, destacando Reforma, El Norte y Mural, donde publica sus columnas “Mirador”, “De política y cosas peores”.

COMENTARIOS