Región Sureste de Coahuila: el riesgo de volverse competitivos
COMPARTIR
Coahuila aprovecha su ventaja geográfica y exporta, como es normal, casi todo lo que produce hacia Estados Unidos. Nadie podría considerar eso una mala idea... hasta ahora
La creación de una región de libre comercio en América del Norte se vendió, desde el principio, como una idea que tenía un objetivo puntual: incrementar el intercambio comercial entre los tres países signantes y, por supuesto, que sus economías se vieran beneficiadas de ello.
Hoy, a poco más de tres décadas de distancia, las cifras hablan por sí solas: las exportaciones mexicanas no petroleras, hacia Estados Unidos, crecieron a una tasa anual de casi 10 por ciento de 1994 al año 2016; el comercio total de mercancías entre México y Canadá se multiplicó por 10 y desde la entrada en vigor del T-MEC se calcula que el comercio dentro del bloque se ha incrementado casi en 50 por ciento.
TE PUEDE INTERESAR: Región Sureste: el reto de expandir la economía
No todo es ganancia, desde luego, pues al abrirse las fronteras y eliminarse los aranceles, los sectores de la economía de cada país que se encuentran menos preparados para competir, han resentido de forma negativa el acuerdo. Pero en el saldo global, todos hemos salido ganando.
Quienes han ganado más son, sin duda, aquellos que se lo tomaron en serio desde el principio y asumieron el reto de identificar sus ventajas competitivas y fortalecerlas. Es el caso de la Región Sureste de Coahuila, que ha logrado consolidar, a lo largo de las últimas décadas, un sólido clúster automotriz que forma parte, por cierto, del componente más grande del comercio total de América del Norte.
Es normal, por ello, que hoy, tras perseverar en el seguimiento de una fórmula que implicó subirse al tren del comercio internacional, la inmensa mayoría de los bienes que se producen en Coahuila y tienen como destino la exportación vayan a Estados Unidos y Canadá.
Y no solamente es lógico porque de eso se trataba la creación de una zona de comercio común, sino porque somos vecinos del mercado más grande del mundo. Lo más normal, para cualquier empresario que decide fabricar bienes o desarrollar una cartera de servicios, es pensar en el potencial del mercado que tiene más cerca.
Nada habría que corregirle a la fórmula y nadie tendría que pensar en alterar los mecanismos que mantienen en marcha la maquinaria que produce tales resultados. Excepto si las condiciones cambian y lo que se construyó como un muro de certezas comienza a perder solidez.
TE PUEDE INTERESAR: Ante revisión del T-MEC, Coahuila y NL están altamente expuestos: 90% de exportaciones van a EU
Eso es justamente lo que ocurre en estos momentos, debido a la imprevisible política de comercio exterior desplegada por el presidente Donald Trump. Lo que hasta hace unos meses era virtud, es decir, la fuerte dependencia de las economías de México, Estados Unidos y Canadá, hoy parece una debilidad.
La gran interrogante es, desde luego, si las políticas de Trump lograrán lo que en teoría se proponen: manufacturar en su propio país todo lo que consumen sus ciudadanos. Nadie –o muy pocos– creen que ello sea posible y, más temprano que tarde, se confía, la realidad pondrá a todo el mundo en su lugar.
Pero mientras ello ocurre la incertidumbre provoca turbulencias e invita a recordar el viejo refrán que aconseja, con sabiduría, no poner todos los huevos en una sola canasta.