Rock sinfónico

Opinión
/ 25 junio 2025

El primer registro de unión entre el relativamente nuevo género del rock, y el centenario género sinfónico, fue el Concierto para grupo y orquesta, de Deep Purpule y la Royal Philarmonic Orchestra. John Lord (1941-2012), tecladista del grupo escribió el concierto, compuesto por tres movimientos: I. Moderato – Allegro, II. Andante, y III. Vivace – Presto. La orquesta fue dirigida por el compositor y director inglés Malcolm Arnold (1921- 2006), recordado popularmente como autor de la banda sonora de El puente sobre el río Kwai (Óscar 1957).

Corría el año de 1969 y la psicodelia agarraba cuerda. En enero Led Zeppelin lanzaba su álbum debut con la famosa pieza You Shook Me; los Beatles ofrecían el que sería su último recital en la azotea de Apple Records, meses antes del lanzamiento de su álbum final Abbey Road; sobrevenían protestas contra la guerra de Vietnam; Lennon grababa en solista Give Peace a Chance; Elvis se presentaba en Las vegas, después de 10 años de ausencia; se celebraba el apoteótico Festival de Woodstock, apenas cuatro meses antes del concierto de Deep Purpule.

Sin embargo, más allá de ocurrencias rocanroleras, la aportación de John Lord fue mayúscula en términos de evolución musical. Hasta antes de su propuesta, la música sinfónica era interpretada por las mismas secciones estandarizadas de instrumentos orquestales. Aunque desde luego que, a lo largo de dos siglos, desde su conformación formal por Haydn y Mozart, la orquesta no se mantuvo estática. Wagner, por ejemplo, le sumó los trombones, la tuba, el corno inglés y el clarinete bajo; Tchaikovsky metió la celesta; Berlioz incluyó el flautín, y el contrafagot; Stravinsky duplicó el número de instrumentos, y así... Si bien se ve, cada uno de estos nuevos instrumentos están emparentados con los instrumentos originales. Es decir, fue un crecimiento endógeno. Por eso la propuesta de Lord fue revolucionaria en tanto que había que armonizar tímbricamente instrumentos totalmente ajenos a la orquesta sinfónica, que para ese concierto la formación del Purpule fue guitarra eléctrica, teclados, batería, bajo y vocalista. Aunque en esencia se trataba de un concierto, en el que el solista toca su parte y la orquesta la suya, aquí el solista era una agrupación de cinco; no tres, como en los triples conciertos de Corelli (Op. 6, No. 3, en do menor), de Vivaldi (Op. 3 No. 6), de Beethoven (Op. 56 en do mayor), sino de cinco. De ahí que durante meses el trabajo de escritura, instrumentación, armonización y orquestación fuera monumental. El resultado es simplemente hermoso. En YouTube está la versión completa, o disfrútese el álbum grabado por Tetragrammaton Records y distribuido por Warner Bros.

Ese mismo 1969 el grupo inglés The Who estrenó su ópera-rock Tommy. Previamente en 1967 los letristas y músicos Gerome Ragni, James Rado y Galt Mac Dermot, presentaron Hair, ópera rock que abordaba los grandes temas juveniles del momento: el derecho a protesta, la marihuana y el amor libre. Habrá que puntualizar la diferencia entre la ópera rock y el rock sinfónico. La primera, a semejanza de la ópera convencional, mantiene una sola temática, sobre música e instrumentos de rock, cuyo ejemplo más conocido es The Wall, de Pink Floyd (1979)

La segunda es la unión entre el rock y la música académica, como ocurre con Days of Future Passed de The Moody Blues, (1967), el Concierto para grupo y orquesta, del Purpule, o con Odessa increíble álbum de Bee Gees, (1969) con arreglos orquestales del inglés Paul Buckmaster (1946-2017), arreglista entre otros, de los Rolling Stones. El rock sinfónico originalmente está compuesto para ser interpretado por instrumentos rocanroleros —guitarra y bajo eléctrico, batería, teclados...— y académicos —cuerdas, metales, alientos...—, en una armonización que de suyo le sea natural.

Hay una tercera variante: el de la orquesta sinfónica interpretando rock. El simple planteamiento supuso un viraje genérico mayúsculo pues había que encontrar cuáles instrumentos, cuáles conjuntos tímbricos, cuáles armonías orquestales correspondían al rock. La migración musical, como toda migración, trae consigo vestigios de la raíz, de ahí que la hibridación entre géneros es una operación quirúrgica. De no ser así el resultado es un desastre, cuando no bochornoso. (Toda proporción guardada, fue el caso de Pablo Beltrán Ruiz con Rock Around the Clock, RCA, 1971).

La orquesta filarmónica del Desierto nos dará oportunidad de admirar una vez más su trabajo de transcripción sinfónica en el concierto tributo a Pink Floyd, como antes lo hiciera con Queen, los Beatles y Billy Joel. 10 de julio, Teatro de la Ciudad Fernando Soler.

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