En sus mañaneras, el expresidente criticó 50 veces al Centro Prodh. El martes pasado, su director Santiago Aguirre fue invitado por el Senado a opinar sobre la renovación del titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
Para entender el significado de la invitación a comparecer recordemos la inquina del anterior presidente contra la sociedad organizada. En la mañanera del 14 de febrero de 2019 se lanzó contra la “prensa conservadora, los movimientos sociales, los organismos civiles y los académicos amafiados”. Horas después, emitió la Circular Número 1: no se transferirían “recursos ... a ninguna organización social, sindical, civil o del movimiento ciudadano”. Los condenaba por su “discrecionalidad, opacidad y corrupción”.
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El presidente se empeñó en asfixiar a estos gremios. Los aportes federales a los organismos civiles cayeron de 7,571 millones de pesos en 2018, a 441 en 2023 (Centro Mexicano para la Filantropía, Cemefi), la publicidad oficial en la “prensa conservadora” se redujo al mínimo y los académicos estuvieron expuestos a las iras presidenciales. Algunos sucumbieron o fueron diezmados (como el CIDE). El presidente fracasó debido a que la mayoría de los señalados resistió por razones que a continuación bosquejo.
El financiamiento privado e internacional a las OSC sustituyó al público, la mayor parte de los medios de comunicación independientes encontraron fórmulas para resistir y muchas universidades se atrincheraron en la autonomía.
Una parte del fracaso presidencial debe atribuirse a la pobreza argumentativa. El presidente satanizó, pero nunca fundamentó los adjetivos lanzados contra gremios que respondían con hechos verificables y con una credibilidad ganada en las innumerables escaramuzas y batallas de la transición. Era una bilis tan personal que hubo segmentos de Morena dispuestos a ignorar la cruzada del entonces presidente.
Estuvo después la existencia de un sector de la sociedad que valora la independencia crítica de periodistas, activistas y académicos. Es una categoría difusa, pero real. Entre 1971 y junio de 2024, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología becó a un millón 557 mil mexicanas y mexicanos.
Los ventorrillos de la historia se manifestaron durante la comparecencia sobre la CNDH organizada por el Senado la semana pasada. Participaron 14 representantes de organismos civiles de derechos humanos, siete de ellos provenían de OSC históricas que resistieron los embates presidenciales y coincidieron en la crítica a la gestión de Rosario Piedra. Su presencia, me explican, fue posible por las gestiones de senadores del PAN, PRI, MC y la aceptación de Morena. Fue particularmente llamativo el trato respetuoso que recibieron de los presidentes de las comisiones de Justicia y Derechos Humanos, Javier Corral y Celeste Ascencio (ambos morenistas).
Imposible decir si la civilidad de esa jornada fue una floración pasajera del partido mayoritario o el inicio de una primavera de respeto a la pluralidad. No son claras las intenciones de la nueva Presidenta hacia estos gremios. Lo más sensato sería un entendimiento entre sociedad crítica y Morena centrado en los temas de seguridad y víctimas. Se acumulan nubarrones que anuncian huracanes de violencia criminal con la consecuente multiplicación de las víctimas.
Ante lo incierto del futuro, la semana pasada quedó constancia de la independencia crítica de los activistas por los derechos humanos que, al igual que sus contrapartes en la academia y el periodismo, están dispuestos a dialogar, pero no a capitular en el derecho a participar en la vida pública y a denunciar atropellos como el burdo asalto a la independencia del poder judicial.
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En lo inmediato, las y los senadores deben atender el mesurado y claridoso mensaje de Aguirre: “la CNDH dejó mucho que desear” porque se partidizó y asumió “proyectos político-electorales” que la desfiguraron. Seré más explícito: Rosario Piedra Ibarra fracasó porque olvidó que su principal función es estar con las víctimas.
Esta Rosario es una vergüenza para el movimiento mexicano de derechos humanos. Le dio la espalda a su biografía y a las víctimas. Prefirió convertirse en tapadera y tapete de un movimiento político. México es un país de víctimas que se merecen, al menos, un titular de la CNDH dispuesto a defenderlas.
Colaboró Vianey Gutiérrez