Saltillo, cada vez más lejos de acceder a una vivienda digna
Rentar una casa representa más del 80 por ciento de los ingresos que recibe la media de la clase proletaria en este país
Las primeras moradas fueron cuevas o chozas hechas con el material cercano: lodo, largos troncos y hebras de pasto; maderos arriba de los árboles u oquedades entre el hielo. Pasamos de esto a casas de barro y luego a sofisticados cuartos con sistemas climatizados. Entre unas realidades y otras, media una distancia que se mide en trabajo: anteriormente (y todavía en algunos sitios) las propias familias, en alianza con la comunidad, construían sus casas. Tener un espacio para resguardo es algo inherente a la vida, como lo es respirar. Es, por tanto, una necesidad establecer un espacio para habitar.
Sin embargo, en Saltillo, rentar una casa representa más del 80 por ciento de los ingresos que recibe la media de la clase proletaria en este país. Existe la opción, entonces, de rentar un cuarto que confina a una persona a la falta de autonomía y a la falta de vida privada; así se transforma de persona en un cliente que renta, se convierte sólo en quien trabaja para pagar, pero sin la riqueza de interacciones posibles en un espacio íntimo, debido a la precariedad. Deja de ser persona; sólo es quien produce.
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¿Cómo se espera entonces que en una sociedad así se generen dinámicas y condiciones para una vida saludable de las personas? Es claro que se esgrime siempre la amenaza de que aumentar los salarios implicaría pérdidas para las empresas, pero es sabido que buscan mayores ganancias, ganancias que superan los porcentajes de los países llamados desarrollados. Aquí, entonces, tenemos un problema ético que, por supuesto, les importa poco.
Curioso que en Europa, ese continente que suelen visitar frecuentemente empresarios mexicanos o allí donde se alojan políticos de nuestro país con pasado complejo, el impuesto sobre la renta de personas físicas implica que cuanto más ingresos se tengan, mayor es el porcentaje de pago; este es un impuesto vigente en los países europeos. Por ejemplo, en Suecia o Dinamarca se pagan tasas de más del 57 por ciento. Pero ¿por qué es importante esta reflexión? Porque este impuesto es vital para financiar servicios públicos fundamentales como educación, salud, infraestructura y programas sociales. Es a través de este impuesto que el Estado ayuda también a ciudadanos que se encuentran en una condición precaria, y esta precariedad incluye la falta de acceso a una vivienda decorosa.
En México, el pago de impuestos de las personas físicas puede variar entre el 1.92 y el 30 por ciento, mientras que el de las personas morales es del 30 por ciento (considerando más de un millón en su base gravable anual). Mientras todo esto ocurre, hay parejas o incluso amigos que se unen para poder rentar una casa, o bien, que unen sus ingresos para comprarla. Si esto ocurre, uno de ellos debe de proporcionar todo su salario y un poco más, mientras el otro aporta los gastos habituales para vivir.
Llama la atención el programa del gobierno de la CDMX, el cual ha declarado que para el próximo año contará con mil unidades habitacionales de 3 mil a 7 mil 500 pesos para personas cuyos ingresos no superan tres salarios mínimos. En contraparte, observemos Saltillo, donde hay departamentos cuya renta mensual oscila entre los 3 mil 500 y 40 mil pesos, y casas con una renta desde los 8 mil hasta 40 mil pesos. Si un salario mensual de operario oscila entre los 6 mil 330 pesos y los 11 mil 336 pesos, y si el sueldo promedio de un profesional es de 12 mil 613 pesos, el panorama es claro.
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Los impuestos bien aplicados pueden destinarse no sólo a programas de vivienda asequible, sino también a la generación de dinámicas urbanísticas que no aíslen a personas en bloques y más bloques de unidades habitacionales construidos cerca de los grandes centros laborales, sino que posibiliten accesos a zonas de convivencia y conexiones eficientes. Se debería trabajar para vivir, no al revés.
El vocablo “vivienda” proviene del latín vivienda, el cual a su vez deriva del verbo vivere, que significa “vivir”. Entonces, vivienda refiere a un lugar cerrado construido para ser habitado.