Saltillo: Los territorios de la leyenda y la realidad

Opinión
/ 9 julio 2023
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Existen diferentes puntos de vista desde los cuales se puede definir la leyenda. Antiguamente se le dio ese nombre a las historias y biografías de santos y mártires, y se conoció como la “leyenda áurea”. De esa manera surgió, en el siglo XIII, uno de los libros esenciales de la doctrina cristiana: “La leyenda Dorada”, del italiano Jacobo de Vorágine, quien reunió en su obra gran número de relatos y hechos dispersos en multitud de crónicas y biografías piadosas. El libro tuvo enorme éxito. Sus historias acogían la convicción más profunda e inflamaban el espíritu de la época. Su lectura era escuchada con atención en todos los monasterios, los castillos y las aldeas.

La gente decía que era el “romance” (así se llamaba a una historia o novela) más vívido y más mezclado de incidentes. Los mártires, intrépidos, sometidos a increíbles suplicios, se convirtieron entonces en los héroes de la época, mientras que el diablo, que tanto preocupó a la Edad Media, era el personaje más odiado y, sometido al mayor escarnio, aparecía disfrazado en cada una de las páginas de “La Leyenda Dorada”, tratando de jugarles malas pasadas a los servidores de Dios, santos varones y santas mujeres, de las que salía siempre derrotado y escarnecido.

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En nuestros tiempos, la sociología mira a la leyenda como un importante instrumento interpretativo para deducir la cultura y la mentalidad de los pueblos. La literatura la ve como una narración literaria que hace referencia a la vida de personajes que la mayor parte de las veces no existieron y a hechos que por lo general no ocurrieron. La historia misma fue, en sus comienzos, una mera sucesión de leyendas y mitos transmitidos de generación en generación.

La leyenda sigue ocupando lugar principal en la narrativa. Los pueblos conservan celosamente esas tradiciones surgidas a lo largo de su vida cotidiana, porque no todas son falsas, y muchas son parte ineludible de su historia local. Algunas leyendas nacidas de hechos verdaderos se han venido contando como tales, mientras que a otras el devenir del tiempo les ha puesto añadidos para hacerlas más terroríficas y más atractivas.

Saltillo tiene una larga tradición en leyendas. Muestra de ello es que escritores tan significativos como don José García Rodríguez cultivaron el género, y de él obtuvieron otros la fama, como don Froylán Mier Narro, quien dedicó sus cuidados a rescatarlas de la oralidad y las dejó para siempre estampadas en páginas impresas. La leyenda resurge por ciclos y se publica: hace casi dos décadas, la UAdeC sacó en su Colección Siglo XX Escritores Coahuilenses un libro de María Concepción Recio Dávila titulado “Entre la Realidad y el Mito”, que incluye leyendas de todo el estado, y la que dio a luz el Consejo Editorial del Estado: “Leyendas de Saltillo. Antología”, compilado por Ricardo Dávila Rodríguez, de grata memoria.

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Ricardo, que ya había publicado antes “Leyendas con Sabor a Saltillo”, recogió con mucho acierto, poco después, narraciones tradicionales y fantásticas de autores del género que no se habían vuelto a ver impresas, Mier Narro por ejemplo, o no habían tenido la fortuna de figurar en una publicación decorosa, como las recogidas por Juan Marino Oyervides, de quien ya conocíamos dos tomos en edición muy humilde, que seguramente a él le costó un gran esfuerzo personal. “Leyendas de Saltillo. Antología” incluye también textos de autores consagrados: José García Rodríguez, José de Jesús Dávila Aguirre, Eduardo Valverde Prado, Óscar Flores Tapia y Federico Leonardo González Náñez, además de los del propio compilador, Ricardo Dávila.

En su momento, esta antología vino a cubrir un lugar semivacío hasta entonces en la narrativa saltillense, pero que, a no dudar, Juan Marino Oyervides ha tratado de cubrir con la recopilación de un sinnúmero de narraciones de este tipo, las muy conocidas leyendas de siempre y otras no tanto, y a veces no tan “intensas”, pero que no por eso dejan de ser cuentos, ficciones, a veces mito y realidad a veces. De cualquier manera, es tan sutil el hilo que divide los territorios del mito y la realidad que resulta difícil ubicar una narración de un lado o del otro.

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Profesora de Lengua y Literatura Española. Dirigió el departamento de Difusión Cultural de la Unidad Saltillo de la UAdeC. En 1995 fue invitada por la Universidad Tecnológica de Coahuila, unidad Ramos Arzipe, para encargarse del área cultural, que incluía la formación del Centro de Información y cuatro años más tarde vendría la fundación del Centro Cultural Vito Alessio Robles, recinto que resguardaría la biblioteca de su padre, y donde hasta hoy labora.

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