Saltillo: Los territorios de la leyenda y la realidad
Existen diferentes puntos de vista desde los cuales se puede definir la leyenda. Antiguamente se le dio ese nombre a las historias y biografías de santos y mártires, y se conoció como la “leyenda áurea”. De esa manera surgió, en el siglo XIII, uno de los libros esenciales de la doctrina cristiana: “La leyenda Dorada”, del italiano Jacobo de Vorágine, quien reunió en su obra gran número de relatos y hechos dispersos en multitud de crónicas y biografías piadosas. El libro tuvo enorme éxito. Sus historias acogían la convicción más profunda e inflamaban el espíritu de la época. Su lectura era escuchada con atención en todos los monasterios, los castillos y las aldeas.
La gente decía que era el “romance” (así se llamaba a una historia o novela) más vívido y más mezclado de incidentes. Los mártires, intrépidos, sometidos a increíbles suplicios, se convirtieron entonces en los héroes de la época, mientras que el diablo, que tanto preocupó a la Edad Media, era el personaje más odiado y, sometido al mayor escarnio, aparecía disfrazado en cada una de las páginas de “La Leyenda Dorada”, tratando de jugarles malas pasadas a los servidores de Dios, santos varones y santas mujeres, de las que salía siempre derrotado y escarnecido.
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En nuestros tiempos, la sociología mira a la leyenda como un importante instrumento interpretativo para deducir la cultura y la mentalidad de los pueblos. La literatura la ve como una narración literaria que hace referencia a la vida de personajes que la mayor parte de las veces no existieron y a hechos que por lo general no ocurrieron. La historia misma fue, en sus comienzos, una mera sucesión de leyendas y mitos transmitidos de generación en generación.
La leyenda sigue ocupando lugar principal en la narrativa. Los pueblos conservan celosamente esas tradiciones surgidas a lo largo de su vida cotidiana, porque no todas son falsas, y muchas son parte ineludible de su historia local. Algunas leyendas nacidas de hechos verdaderos se han venido contando como tales, mientras que a otras el devenir del tiempo les ha puesto añadidos para hacerlas más terroríficas y más atractivas.
Saltillo tiene una larga tradición en leyendas. Muestra de ello es que escritores tan significativos como don José García Rodríguez cultivaron el género, y de él obtuvieron otros la fama, como don Froylán Mier Narro, quien dedicó sus cuidados a rescatarlas de la oralidad y las dejó para siempre estampadas en páginas impresas. La leyenda resurge por ciclos y se publica: hace casi dos décadas, la UAdeC sacó en su Colección Siglo XX Escritores Coahuilenses un libro de María Concepción Recio Dávila titulado “Entre la Realidad y el Mito”, que incluye leyendas de todo el estado, y la que dio a luz el Consejo Editorial del Estado: “Leyendas de Saltillo. Antología”, compilado por Ricardo Dávila Rodríguez, de grata memoria.
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Ricardo, que ya había publicado antes “Leyendas con Sabor a Saltillo”, recogió con mucho acierto, poco después, narraciones tradicionales y fantásticas de autores del género que no se habían vuelto a ver impresas, Mier Narro por ejemplo, o no habían tenido la fortuna de figurar en una publicación decorosa, como las recogidas por Juan Marino Oyervides, de quien ya conocíamos dos tomos en edición muy humilde, que seguramente a él le costó un gran esfuerzo personal. “Leyendas de Saltillo. Antología” incluye también textos de autores consagrados: José García Rodríguez, José de Jesús Dávila Aguirre, Eduardo Valverde Prado, Óscar Flores Tapia y Federico Leonardo González Náñez, además de los del propio compilador, Ricardo Dávila.
En su momento, esta antología vino a cubrir un lugar semivacío hasta entonces en la narrativa saltillense, pero que, a no dudar, Juan Marino Oyervides ha tratado de cubrir con la recopilación de un sinnúmero de narraciones de este tipo, las muy conocidas leyendas de siempre y otras no tanto, y a veces no tan “intensas”, pero que no por eso dejan de ser cuentos, ficciones, a veces mito y realidad a veces. De cualquier manera, es tan sutil el hilo que divide los territorios del mito y la realidad que resulta difícil ubicar una narración de un lado o del otro.