Segunda presidencia de Trump: ¿De vuelta a la doctrina Monroe?
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Sheinbaum, junto con su equipo, deberá liderar al país en esta nueva diplomacia agresiva y política expansionista de Donald Trump
Hoy mismo inicia el segundo mandato del presidente estadounidense, Donald Trump, el cual ha generado un alto grado de incertidumbre en el panorama geopolítico global −sobre todo con los conflictos armados y las tensiones comerciales internacionales actuales− y respecto al futuro de las relaciones México-Estados Unidos, en donde están en juego la revisión del T-MEC en 2026 −con una posible renegociación o cancelación del tratado−, el tránsito transfronterizo de personas migrantes, las relaciones comerciales con China y el tráfico ilegal de fentanilo y armas de fuego.
La incertidumbre sobre lo que podemos esperar de esta segunda administración de Trump se origina tanto en las promesas incumplidas en su primera administración, como en las diferencias retóricas y coyunturales entre su primer periodo y el contexto actual.
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Es cierto que, tanto hoy como en el periodo 2016-2020, Trump ha mantenido un discurso nacionalista −“hacer grande a Estados Unidos otra vez”−, antimigrante y xenófobo. Sin embargo, al menos durante su primera administración presidencial, no dio el ancho en los resultados prometidos en estos rubros, lo cual resultó favorable para nuestros paisanos.
El muro que supuestamente sería financiado por México y abarcaría toda nuestra frontera quedó incompleto, con la construcción de únicamente 76 kilómetros de barreras primarias (muro) y 53 kilómetros de vallas secundarias, todo financiado por el gobierno de Estados Unidos.
Asimismo, contraintuitivamente, durante el primer gobierno presidencial de Trump hubo menos deportaciones que durante las administraciones de Obama (2009-2017), George W. Bush (2001-2009) y Clinton (1993-2001). Durante la primera gestión de Trump se realizaron 1.5 millones de deportaciones, menos de la mitad de las 5 millones de deportaciones durante la presidencia de Obama, las 10 millones de deportaciones durante el mandato de George W. Bush y las 12 millones de deportaciones durante el gobierno de Clinton. En comparación con el periodo presidencial de Biden, las cifras son muy similares, ya que se deportaron 1.4 millones entre enero de 2021 y septiembre de 2024.
Sin embargo, la ubicación y cantidad de las fichas en el tablero del ajedrez político en Estados Unidos ya cambió. Para la segunda administración trumpista, el Partido Republicano tendrá la mayoría en el Congreso, una Suprema Corte mayoritariamente conservadora y una mayor legitimidad, ya que Trump también ganó el voto popular, a diferencia del 2016 en donde su victoria únicamente fue por el colegio electoral.
Estos tres factores, sumados a que Trump ya no puede ser reelegido −al menos en el marco constitucional actual, que como bien hemos aprendido, no está escrito en piedra−, podrían repercutir en que su retórica radical se haga realidad en legislación y políticas públicas concretas, así como en un retroceso en la tradición jurisprudencial estadounidense.
La nueva distribución partidista en el Congreso y en la Suprema Corte estadounidense han provocado que Trump intensifique su discurso en materia de política exterior. Ya no se trata únicamente de deportar a las personas migrantes o impedirles el paso, sino de regresar a la doctrina Monroe y al imperialismo expansionista. En las semanas previas a su toma de posesión, Trump amagó con integrar a Canadá como el estado número 51 de la Unión Americana, anexar nuevamente el Canal de Panamá, adquirir Groenlandia −territorio clave en recursos estratégicos y seguridad nacional− y renombrar el Golfo de México como “Golfo de América”.
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La intensificación de la retórica trumpista ya tuvo sus repercusiones en la región con la dimisión de Justin Trudeau como primer ministro de Canadá. La presidenta Claudia Sheinbaum, junto con su equipo −en particular el canciller De la Fuente y el secretario Ebrard−, deberá liderar al país en esta nueva diplomacia agresiva y política expansionista de Donald Trump. La oposición, por más diferencias que tenga con el gobierno en turno, deberá también cerrar filas en nuestra política exterior por el bien de México.
A más de 100 años de publicado, el poema de Amado Nervo “A México” (1919) mantiene viva su vigencia:
¡Ay infeliz México mío!
Mientras con raro desvarío
vas de una en otra convulsión,
del lado opuesto de tu río
te está mirando, hostil y frío,
el ojo claro del sajón.
*
¡Cese tu lucha fratricida!
¡Da tregua al ímpetu suicida!
¿Surges apenas a la vida
y loco quieres ya morir?
¡Torna a la digna paz distante
que ennobleció tu ayer radiante,
y abre un camino de diamante
en el obscuro porvenir!
X: @areopago480
areopago480@gmail.com