T-MEC y aguas binacionales: ¿viene una situación imposible?
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México no podrá cumplir con el acuerdo de 1944 porque no tiene el agua que le ‘adeuda’ a Estados Unidos. Creer que si se presiona más, entonces sí podrá, es un absurdo
A unas horas de que se cumpla el plazo para que México y Estados Unidos cierren la contabilidad de las aguas internacionales que comparten a través de dos ríos –el Colorado y el Bravo–, la tensión en torno a las negociaciones ha escalado debido a la intención de diversos organismos de comercio, del vecino país, de que el tema se incluya en las negociaciones del T-MEC.
Como se ha informado, el ciclo quinquenal que establece el acuerdo de aguas binacionales, firmado en 1944, vence mañana y las cuentas provisionales señalan que nuestro país tiene un adeudo importante de líquido que, en condiciones normales, debería entregar.
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El problema con ello es que las condiciones en las cuales se firmó el citado Acuerdo son muy distintas a ocho décadas de distancia. Uno de los aspectos en los cuales tal diferencia resulta evidente es que el caudal del río Bravo ha disminuido, de acuerdo con los cálculos de especialistas, un 80 por ciento en este periodo.
En otras palabras, el volumen que a mediados del siglo pasado discurría por la cuenca común es hoy apenas la quinta parte de lo que fue, con una agravante que resulta imposible ignorar: el número de personas y de actividades que dependen de dicho líquido se ha multiplicado.
No hace falta, por ello, más que una dosis mínima de sentido común para arribar a la única conclusión posible en relación con este caso: lo que se requiere no es añadir elementos de presión hacia ninguno de los suscriptores del acuerdo, sino replantearse la forma en la cual podremos administrar, en adelante, las aguas comunes.
Porque no se trata de “derrotar” a la contraparte y obligarle a cumplir con un acuerdo imposible. Y eso es así porque, simple y sencillamente, no se puede “inventar” el agua que hace falta... no existe un “truco” que alguien pueda realizar para que el déficit actual desaparezca.
Y eso justamente es lo que ocurriría si el tema de las aguas comunes se coloca sobre la mesa y se convierte en un elemento de la próxima negociación del acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá.
Hacer eso únicamente crearía una situación imposible, es decir, convertiría un problema que demanda soluciones creativas en un nudo gordiano que nadie podría desanudar.
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No se trata, desde luego, de ignorar la realidad porque eso nada más provocaría que el problema se vuelva más grande. De lo que se trata es de asumir con racionalidad los hechos: aunque los acuerdos son para cumplirse, ello solamente es verdad cuando quienes los pactaron, en efecto, cuentan con las posibilidades materiales para hacerlo.
Nadie está planteando que se falte a la palabra empeñada. Pero la realidad convoca a reconocer lo evidente y eso es que México no puede cumplir con la entrega del agua pactada porque esta no existe.