T-MEC y el ‘Cuarto de Junto’, ¿representa a México o sólo a unos pocos?
El tratado, ayer y hoy, para bien y para mal, ha salido a la medida de un par de docenas de grandes empresarios. Tal vez es momento de ampliarlo
El artículo 34.7 es muy claro: obliga a las partes a una revisión del acuerdo a los seis años de su entrada en vigor. Este plazo se cumple en julio de 2026. Y en esa revisión las partes pueden poner en la mesa recomendaciones para ajustar el contenido del acuerdo y cualquier cambio aprobado por las partes entrará en vigor a los 60 días. También es en esta fecha que las partes deberán expresar su interés e intención de aprobar o rechazar la renovación del acuerdo cuando venza en 2036. El que alguna de las partes se oponga a la renovación más allá del 2036 detonaría más reuniones de revisión hasta que las partes se alineen o el acuerdo llegue a su fin en 2036.
Estamos hablando del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, también conocido como “el tratado de los tres nombres” (T-MEC en México, USMCA en Estados Unidos y CUSMA en Canadá), y de una de las provisiones más importantes negociadas entonces con un gobierno Trumpista en la mesa.
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Esta revisión “de rutina”, pactada en 2020, pudo haber caído en manos de un gobierno de Kamala Harris (casi) y/o uno de Xóchitl Gálvez (ni cerca), pero ya sabemos que se sentarán a la mesa los negociadores de Donald Trump y los de Claudia Sheinbaum, cada uno armado con su arsenal de promesas populistas y visiones de realidad alternativa. El que completa el triángulo es Justin Trudeau, quien, por ahora, lidera el gobierno canadiense ya en su tercer periodo y por casi 10 años, pero que podría no estar ahí a mediados de 2025, considerando que su nivel de aprobación es menor al 30 por ciento y que pudiera haber elecciones antes de la fecha límite del 20 de octubre.
Así, México se prepara para armar su caso y defender sus intereses en esta revisión del tratado considerado por muchos como la mejor herencia del Salinismo y el periodo neoliberal. Es debatible si el NAFTA y el T-MEC son corresponsables del estancamiento económico (comparado a otros países) de México los últimos 30 años o, bien, previnieron un estancamiento mayor.
Conviene señalar que por culpa del NAFTA/T-MEC o a pesar de él, desde el año 2000 a la fecha, México tuvo el peor crecimiento acumulado de su PIB per cápita entre 23 países en vías de desarrollo con población mayor a 45 millones de habitantes. En ese periodo, China muestra un aumento acumulado de su PIB per cápita cercano al 500 por ciento, Vietnam 250 por ciento, Turquía 130 por ciento, Rusia más del 100 por ciento, Colombia 70 por ciento, Irán 50 por ciento, Brasil poco más del 40 por ciento y, en el fondo de la tabla, incluso abajo de Argentina, México no alcanza ni un 10 por ciento. Leyó usted bien, en 25 años el PIB per cápita de nuestro país, medido por el FMI con el método de PPP (Paridad del Poder de Compra), creció a una tasa promedio compuesta de 0.39 por ciento anual, ¡menos del 10 por ciento acumulado!
Claro, no todo es el T-MEC o el NAFTA, pero es momento de replantearse no sólo la conveniencia de firmar tratados comerciales a diestra y siniestra en un país que NO tiene política industrial alguna y cuya política económica nunca ha entendido que su banco central tiene el pie en el freno, con tasas altas y un peso que se prefiere sobrevaluado, con nulo imperio de la ley, con pocos incentivos y condiciones para invertir, con un gobierno que se preocupa por repartir el pastel, pero no por hacerlo grande.
Se supone y espera que en esta revisión del T-MEC el equipo oficial mexicano defenderá “los intereses de México”. Pero tal vez convenga sacar una hoja de papel en blanco y empezar de cero en entender, procesar y decidir cuáles son los legítimos intereses del país y qué sería una negociación efectiva.
Hace un par de días se publicó una nota que posiblemente pasó por debajo del radar de muchos. La nota cerraba con esta cita: “Este órgano de alto nivel supervisará los trabajos entre los grupos técnicos del gobierno y el Cuarto de Junto del sector privado, vamos por una mayor integración económica en beneficio de México y América del Norte”. Este “órgano de alto nivel” se refiere a lo que desde las negociaciones originales del TLCAN (o NAFTA) se conoce como “el Cuarto de Junto”, que es el equipo que el Consejo Coordinador Empresarial, los grandes empresarios, arman para apoyar y/o influir en las negociaciones de los tratados y que trabaja junto al equipo oficial.
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En los años noventa, el equipo de negociadores del Gobierno contaba con cuadros que no sólo hablaban inglés, sino que tenían maestrías y doctorados en temas económicos, comerciales y de negocios. Recientemente, el Gobierno mexicano ha pasado por agresivos recortes en el ya de por sí limitado presupuesto dedicado a contratar y retener funcionarios, y por un cambio en los criterios de selección que ahora dan fuerte preferencia a la lealtad sobre la capacidad.
Se podría decir que el Cuarto de Junto de la IP es más necesario que nunca, pero también es preocupante que aumente su influencia relativa cuando lo que se requiere es romper con la inercia económica, comercial, industrial y de competencia económica que tiene el país. El tratado, ayer y hoy, para bien y para mal, ha salido a la medida de un par de docenas de grandes empresarios. Tal vez es momento de ampliar el Cuarto de Junto, invitar a otros y preguntarse si un tratado ratificado ayudará a mejorar ese 0.39 por ciento anual y cuidar los intereses de la gran mayoría de los sectores y la población.