T-MEC y Trump: ¿qué nos depara el futuro inmediato?

Opinión
/ 7 noviembre 2024

El triunfo de Trump implica grandes desafíos para México en materia migratoria, pero sobre todo comercial, frente al riesgo de una probable renegociación desde cero del T-MEC

De acuerdo con los analistas más reconocidos, el resultado de las elecciones en los Estados Unidos, fuera el que fuera, implicaría serios retos para México, aunque casi todos coinciden en que el triunfo de Donald Trump podría implicar mayores complicaciones.

Y si en un aspecto va a notarse la complejidad del nuevo escenario, ese es el del comercio internacional, específicamente en lo que hace al tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, respecto del cual Trump ha sido mucho más que claro: planteará que sea renegociado.

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Lo que se encuentra actualmente pactado, y que fue negociado justo durante la primera administración de Trump, no establece una renegociación del acuerdo trilateral, sino una “revisión” −en 2026−, es decir, una suerte de evaluación que permita, eventualmente, ajustar aspectos de las reglas negociadas.

Sin embargo, está muy claro que Trump no es alguien para quien las leyes o lo pactado en un acuerdo internacional constituyan impedimentos insalvables en el propósito de lograr sus planes.

También está muy claro que en materia de comercio internacional el republicano es un tipo más bien ortodoxo, a quien le sientan mejor las soluciones eficaces en el plano de lo inmediato y es muy consciente de que, prácticamente en cualquier mesa en la cual se siente, llega con ventaja para imponer sus condiciones.

Su discurso de campaña no pudo ser más claro además: si es necesario, tomará medidas unilaterales, al margen −o en contra− del T-MEC para imponer cuotas o aranceles a las mercancías que viajan de nuestro país al suyo.

Dos objetivos esenciales perseguirá a través de dichas medidas: evitar la pérdida de empleos en el territorio de Estados Unidos y obligar a nuestro país a contener el flujo migratorio −propio y ajeno− que busca ingresar a territorio estadounidense a través de México.

Con estos elementos a la vista, México debe prepararse entonces no para una simple revisión del Tratado, sino para una renegociación que bien puede ser desde cero, si ese es el ánimo de quien ocupará la Casa Blanca a partir de enero próximo.

No estamos inermes ni obligados a aceptar sin chistar las condiciones que pretendan imponernos, desde luego. Pero el problema es que tampoco tenemos muchas fortalezas de las cuales echar mano para moderar los ímpetus de un gobierno que, como el nuestro, llegará con todo el poder que le permitirá el control de todos los poderes públicos.

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Además, como lo señala el reporte que publicamos en esta edición, ya hemos fallado en el cumplimiento de algunos de los aspectos negociados, específicamente en materia de salarios en la industria automotriz, lo cual le da ventaja a nuestros interlocutores.

Pocas voces plantean que el tema pueda verse con optimismo y por ello cabría esperar que el Gobierno de la República esté preparándose, desde ya, para lo que será, sin duda, una dura prueba.

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