¿Todo tiempo pasado fue mejor?

Opinión
/ 25 enero 2025

La ciencia dice que nuestra memoria es selectiva y que la nostalgia nos ayuda a lidiar con las transiciones

Digamos que enciendes el televisor y están transmitiendo una de tus películas favoritas de hace 40 años. Eso me sucedió ayer. En un canal transmitían “St. Elmo’s Fire”, en otro “Volver al Futuro” y en otro más “Los Goonies”; todas del año 1985, hace ya cuatro décadas, cuando yo tenía 14 años. Un sentimiento de nostalgia me hizo evocar recuerdos del pasado, entonces me pregunté cómo era posible que una película fuera capaz de resucitar este tipo de recuerdos que casi siempre identificamos como agradables.

Hasta hace pocos siglos, a la nostalgia se le catalogaba como una “enfermedad neurológica de causa esencialmente demoniaca”. Así la describía Johannes Hofer, médico suizo que acuñó el término en 1688. Luego, en los siglos 19 y 20, a la nostalgia se le clasificaba como “psicosis inmigrante”, una forma de “melancolía” y un “trastorno compulsivo mentalmente represivo”, entre otras patologías. Grandes escritores, como el Premio Nobel de Literatura, Naguib Mahfuz, consideran a la nostalgia y al pasado como el opio de los sentimentales.

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Pero la ciencia opina otra cosa. Y es que la nostalgia es mucho más que una mera rememoración; es un sentimiento. “Una emoción cálida y difusa que sentimos cuando pensamos en buenos recuerdos”, explica la doctora Erica Hepper, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de Surrey en Inglaterra. “A menudo, es un sentimiento agridulce, sobre todo feliz y reconfortante, pero siempre con un dejo de tristeza de que lo que estamos recordando se ha perdido de alguna manera”.

La ciencia del comportamiento ha determinado que, en promedio, las personas nos involucramos con la nostalgia una vez a la semana, y esto es más común en adultos mayores de 40 años que miran hacia atrás para reevaluar sus vidas.

La ciencia incluso asegura que hay beneficios de la nostalgia. Un estudio, publicado en la revista Memoria, demostró que la nostalgia ayuda a las personas, pues relatar sus experiencias de vida puede mejorar su estado de ánimo y reducir el estrés. Que la nostalgia hace que las personas se sientan amadas y valoradas y aumenta la percepción de apoyo social cuando se sienten solas. “Cuando experimentamos nostalgia”, explica la doctora Erica Hepper, “tendemos a sentirnos más felices, a afirmar nuestra autoestima, a estar más cerca de nuestros seres queridos y sentir que la vida tiene más sentido. La nostalgia ha demostrado ser un arma poderosa para contrarrestar la soledad, el aburrimiento y la ansiedad. Las parejas se sienten más cerca y se ven más felices cuando están compartiendo recuerdos nostálgicos”.

Sin embargo, la nostalgia no siempre implica recuerdos positivos. Puede incluir las experiencias negativas que, al final, nos sirvieron como valiosas experiencias de aprendizaje. Entonces, ¿todo tiempo pasado fue mejor? La ciencia dice que nuestro cerebro tiene la capacidad de traer más recuerdos buenos que malos. Que nuestra memoria es selectiva y que la nostalgia nos ayuda a lidiar con las transiciones.

Yo, por lo pronto, recuerdo que hace 40 años mis amigos y yo nos queríamos comer al mundo y es el mundo el que terminó comiéndonos. Hace cuatro décadas estaba en otra transición, la de secundaria a preparatoria, y los amigos y el futuro eran lo único que importaba. Hoy, cuarenta años después, he visto a amigos irse para siempre, el futuro nos alcanzó y hoy intento luchar todos los días (casi siempre sin éxito) para que el dolor y las injusticias no me sean indiferentes.

Lo hago al tiempo en que soy esposo, padre y abuelo adelantado. Y sí, lo confieso, no me pierdo una oportunidad para construir recuerdos nostálgicos. Y como ya la ciencia me ha dado la razón, hoy sigo escuchando la música de los 80, viendo las películas de mi época y reuniéndome con los amigos que entonces encontré en mi camino. Cuando lo hacemos, hablamos siempre de lo mismo y recordamos siempre nuestras aventuras de juventud. Pero lo hacemos sin convertirnos en “Estatuas de sal”, conscientes de que, como dijo el gran escritor y poeta estadounidense, también ganador del Nobel de Literatura, el gran William Faulkner: “El pasado nunca se muere, ni siquiera es pasado”.

@marcosduranfl

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