Trump está de regreso: Día negro para México y el mundo

Opinión
/ 20 enero 2025

Dispongámonos desde hoy los mexicanos de este lado y del otro a sufrir las irracionales embestidas de ese rufián

El joven Remisio practicaba la procrastinación. Aunque eso suene a vicio solitario ruego a mis cuatro lectores no pensar mal del muchacho. El verbo “procrastinar” significa solamente aplazar o diferir. Dicho mancebo casó con Pirulina. Al paso de los días ella le dijo molesta y extrañada: “Tenemos ya seis meses de casados y no me has hecho el amor”. Contestó Remisio: “No sabía que tuvieras prisa”... En el restaurante Staffo, especializado en cocina fusión –ofrece a su clientela el platillo llamado “Trompa de puerco con sugerencias de pétalos de flor de azahar”–, el enojado comensal llamó al mesero y se quejó, irritado: “En mi sopa hay un insecto verde”. Replicó el camarero: “Veré si el chef tiene uno maduro”... Día negro es el de hoy, negro día no sólo para México sino para todo el mundo. Por segunda vez llega a la Casa Blanca el hombre que no debió llegar ahí ni aun la vez primera. El mundo en que vivimos es inexplicable. Así me explico que haya muchas cosas que no puedo explicarme, por ejemplo el Poema de Parménides, “El Ser y el Tiempo” de Heidegger, las cuatro leyes de la termodinámica de Hawking. Tampoco entiendo cómo Trump pudo ser elegido nuevamente para ocupar la presidencia del país más poderoso del mundo –todavía–, siendo como es un probado delincuente, un hombre inmoral falto de valores, un individuo que pertenece a lo más bajo de la escoria humana, un sujeto que añade lo cabrón a lo pendejo, peligrosísima combinación. Yo digo que el pueblo, ente difuso conocido con ese ambiguo nombre, está sobrevaluado. La manida frase según la cual el pueblo nunca se equivoca es una de las mayores mentiras entre las muchas que andan por ahí con apariencia de verdad. Bastaría para echar abajo tan supina falsedad el caso paradigmático del pueblo que escogió a Barrabás sobre Jesús. A pesar de todos los pesares admiro grandemente a los Estados Unidos. En ese país aprendí a practicar con libertad el ejercicio periodístico; gocé la hospitalidad de la gente común en ciudades de todos los puntos cardinales de la gran nación, y sin dejar de ver sus mayúsculos errores y defectos pude apreciar la prosperidad y desarrollo fincados en el trabajo de sus habitantes. Ahora, sin embargo, mi admiración se encoge ante el vergonzoso espectáculo de una mayoría de electores que dan su voto a Trump, bajuno ejemplar de la especie humana que pertenece más bien a la especie inhumana, si me es perdonado el deplorable juego de palabras. Dispongámonos desde hoy los mexicanos de este lado y del otro a sufrir las irracionales embestidas de ese rufián en quien encarnan los peores impulsos de la más deleznable parte del pueblo norteamericano, la caracterizada por una peligrosa forma de ignorancia: la que lleva a la maldad. Y ya no digo más porque hablar de Trump me produce estaitinodermia, raro fenómeno cutáneo por el cual la piel se pone pastosa y fofa. Lo pastosa como quiera, pero a lo fofa sí le saco. Mejor aquí suspendo el comentario... No con uno ni con dos, sino con cinco hombres −¡cinco!− se estaba refocilando al mismo tiempo doña Facilisa en el lecho conyugal. “Pompino” se llama en el caló del bajo mundo el acto erótico en el cual un hombre se regodea simultáneamente con dos o más mujeres. Sin embargo, la acción sexual de una mujer con varios hombres no tiene designación alguna. He ahí un lamentable caso más de discriminación por género. Entró de improviso a la recámara don Cucoldo, el marido de la pecatriz. Antes de que el estupefacto señor pudiera articular palabra a la vista de la asamblea mencionada le dijo doña Facilisa: “No vayas a pensar mal, Cucú. No es lo que parece”... FIN.

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