Últimas noticias; nostalgia por la antigua publicidad

Opinión
/ 10 julio 2023
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El sábado 13 de agosto de 1949 la empresa “Viñedos Álamo”, de don Nazario S. Ortiz Garza, hizo publicar en El Heraldo del Norte el siguiente interesante aviso:

“Solicitamos mujeres sepan seleccionar uva y peones para trabajo en el campo”.

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Eso de seleccionar uva debe haber sido tarea fácil, pero a las mujeres se les pedía además −o al menos eso se entendía por la redacción de dicho anuncio− seleccionar peones para el trabajo en el campo, tarea que no ha de ser nada sencilla. Volvemos otra vez a las anfibologías.

El Cinema Palacio exhibía, en función doble de permanencia voluntaria, las películas “La Hora del Olvido”, con Van Johnson, y “El Diablo Dorado”, con Wallace Beery. Pongo “con”, pero en aquellos años decíamos “por”: “Duelo al Sol”, por Gregory Peck. Luneta baja, 2.75; alta, 1.40. “¡Mañana, desde las 9.45, emocionante matinee! ¡Toda la serie LA INVASIÓN DE MONGO! Baja, 0.80; alta, 0.55”. Hace tiempo leí el libro “Vivir para Contarla”, con las memorias de García Márquez. Ahí me enteré de que el gran escritor vio en Barranquilla la misma serie que aquí en Saltillo vimos nosotros.

Castillas S., de Allende 208, ofrecía un novedosísimo “sistema visible para cuentas” con un extraño nombre: Kardex.

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La Zapatería Flores vendía “Zapatillas para damas muy finas” (sic), a 14.90 el par. El par de zapatillas, claro, no de damas.

La línea aérea Aerovías Coahuila hacía una oferta irresistible: “Hoy sábado, vuele a México. Podrá regresar el lunes”.

En la Plaza de Toros Armillita se presentaban Curro Ortega, Paco Ortiz y Jaime Bolaños, con seis astados de Joaquín Núñez González, “que se ruega vean en los corrales de la Plaza”.

La panadería La Cebra, “administrada por sus trabajadores”, vendía “pan pullman, popular”, a 50 centavos caja chica.

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La prestigiada y tradicional Librería Martínez, de Zaragoza 210, teléfono 14-50, tenía el mejor surtido de plumas fuente Esterbrook.

A propósito de esas plumas, en una pequeña tienda que está casi en la esquina de Isabel la Católica y Cinco de Mayo, en la Ciudad de México, vi –resto de algún naufragio comercial– un par de maravillosas plumas Esterbrook, que en mi niñez y juventud eran inaccesible lujo.

Las compré por mor de la nostalgia.

¡Qué maravilla poder comprar un recuerdo!

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