Una tragedia nos recuerda nuestras tragedias... impunes

Opinión
/ 23 marzo 2025

Sucede algo interesante cuando ocurre algo en otro lado que sacude a una sociedad: nos acordamos de lo nuestro.

Sucedió ahora Teuchitlán, Jalisco, la zona hallada que supuestamente fue un lugar de reclutamiento forzado, adiestramiento y posiblemente exterminio. Nos acordamos de lo nuestro, nuestras zonas de exterminio: Patrocinio, Estación Claudio, Allende, el penal del Piedras Negras.

Esta semana, por ejemplo, se cumplieron 14 años de la masacre de Allende, una masacre que hasta la fecha sigue sin esclarecerse completamente, pues no se sabe con exactitud el número de víctimas, de desplazados, de desaparecidos.

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Tampoco se conoce de altos servidores públicos que hayan pagado por el encubrimiento, la complicidad y las omisiones de esta tragedia atroz. Hace seis años se hizo una disculpa pública, pero no pasó más. Un obelisco y nada más. No hay verdad, no hay justicia.

Cuando ocurren tragedias en otros sitios, el ejercicio de la memoria ayuda a recordar, pero no solo a recordar el hecho, sino también lo que no se hizo, lo que se calló, lo que se dejó pasar, lo que no se ha cumplido.

Cathy Caruth (1996) dice que “la memoria traumática no es solo el recuerdo de un evento pasado, sino una intrusión del pasado en el presente”. Y así es, porque los que ahora rechazan las prácticas oficialistas del caso Teuchitlán, se olvidan de sus propias conductas cuando les tocó a ellos la tragedia. Los que ahora piden una investigación transparente y justicia, se olvidan que en casa ni transparencia ni justicia en las tragedias propias. Los que hoy piden la creación de comisiones especiales, ayer pedían dar vuelta a la página.

Hay que entender: la tragedia mexicana de inseguridad y violencia de los últimos 20 años tiene responsables de todos los colores. Y los que ahora se indignan, ayer callaron; y los que antes reclamaban, ahora desprecian. Es una indignación a conveniencia, una memoria selectiva. La hipocresía.

Por eso, creo que el ejercicio de memoria tiene que recaer en otros actores que no sea la clase política, esa que únicamente ve por sus intereses.

Y con el caso de Teuchitlán recordamos las masacres de Allende, Piedras Negras, las zonas de exterminio propias como Patrocinio. Pero también recordamos que Grupo Vida lleva una década caminando ejidos, predios, terrenos y parajes de la Laguna en busca de indicios, fragmentos óseos, en búsqueda de sus desaparecidos que no han vuelto a casa. También recordamos que hace 15 años ocurrieron las masacres en el bar Ferrie, Juanas Vip y la Quinta Italia Inn, en Torreón, que dejó decenas de muertos inocentes.

Nos acordamos de lo nuestro: nuestras injusticias, las omisiones de nuestras autoridades, los encubrimientos de nuestras autoridades. Entonces la memoria revive el pasado, un pasado que no es pasado diría el novelista William Faulkner. Y al no ser pasado, se abren las heridas, como dijeron las familias de Allende en la conmemoración de este año, a propósito de lo hallado en Jalisco.

AL TIRO

El sociólogo francés Maurice Halbwachs dijo que la “memoria colectiva no es simplemente una suma de memorias individuales, sino una construcción social influenciada por el presente”.

Esto significa que no recordamos los hechos de manera aislada, sino dentro de un marco social que influye en lo que recordamos y en cómo lo interpretamos.

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La memoria es dinámica y se adapta a las necesidades y tensiones de la sociedad en cada momento, en cada presente. Y así, recordamos no solo la tragedia, la masacre o la zona que se compara con la actual, sino también recordamos lo que se dejó de hacer, las omisiones, el silencio, el encubrimiento, la falta de transparencia, de verdad y de justicia.

Con Teuchitlán nos acordamos de lo nuestro y recordamos que la tragedia del pasado sigue impune en el presente.

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