Vicente y su perro

Opinión
/ 1 mayo 2025

Vicente se levanta todos los días cuando el sol no se ha atrevido todavía a esparcir por la tierra sus rayos. Con mucho cuidado de no despertar a nadie, se sienta en su cama y, contando los pasos llega al baño entre aquella oscuridad. Después de ducharse y de vestirse, Vicente coge el bastón que lo ha hecho famoso y da un silbido a su perro que se estira y se sacude un poco para ver si logra despertar. El día va a comenzar.

Vicente sale de su departamento y saluda al portero de su edificio. Su perro menea feliz su cola y agradece a su amo el detalle de sacarlo a pasear. Es temprano y en ese día de invierno ni siquiera los pájaros han dado aún muestra de su existencia en la ciudad. Pero a Vicente no le importa que aún esté todo en penumbras. Él ve en cada minuto la importancia de toda una vida y por ningún motivo lo desperdiciaría. Llega a la esquina de su casa y espera que un leve pitido le indique que puede cruzar la calle. Su perro, que conoce muy bien el camino, le indica a Vicente por dónde ir. A él le gusta dejarse llevar por su mascota, pues piensa que los perros ven más cosas que los mismos hombres.

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Vicente acaricia a su perro y, mientras lo hace, de pronto alguien le grita: “¡Hola, Vice! Ya te tengo tu desayuno”. Él sonríe y su perro mueve la cola, pues sabe que su dueño siempre le comparte un pedazo de churro mojado de chocolate calientito. Cuando termina, saca un par de monedas, las justas para pagar lo consumido, y se despide de su amiga que todos los días le sirve el desayuno.

Con la panza llena y el corazón contento, Vicente y su perro siguen su camino y llegan por fin al lugar indicado. Lo difícil comienza. Con su bastón trata de reconocer las características del terreno. ¿Hay una pared? ¿Acaso están ya los escalones? Esas preguntas desfilan por su mente y, segundos después, se decide a dar el primer paso. Baja con cuidado los escalones, pues cualquier tropezón puede ser fatal. Por fin llega a terreno plano, lo demás es muy sencillo para Vicente y su mascota que conocen perfectamente cada rincón de esa estación del metro.

Se sube en uno de los vagones y una seductora voz femenina le indica por cuáles estaciones va pasando. Cuando escucha “Próxima estación: Banco de España”, acaricia a su perro, como diciéndole que debe estar alerta. Al salir de la estación de metro, Vicente escucha muchas voces. El resto de los madrileños han despertado ya y se dirigen a sus respectivos trabajos. Entre ese desfile interminable de personas, Vicente y su perro se abren paso entre la gente y llegan por fin al lugar de trabajo.

Él vende lotería y, además, tiene la fama de haber vendido en más de una ocasión los boletos con el premio gordo. Eso hace que Vicente sea famoso y todos los días no falta quién le compre los billetes. A pesar de que es una persona con discapacidad visual, nadie se atreve a pagarle menos dinero del que corresponde. Y, aunque muchos ni siquiera se lo imaginan, Vicente sabe distinguir perfectamente entre los distintos billetes que le dan, identificándolos principalmente por su tamaño y textura.

Cuando llegué a Madrid conocí a Vicente y a su perro cuando le compré un billete de la famosa Lotería de la Navidad. Debo confesar que en toda la plática que tuve con él nunca me di cuenta que era invidente, pues manejaba su negocio con tanta maestría, que de seguro yo lo hubiera hecho peor. Sin embargo, al ver su alargado bastón y su perro, mi admiración hacia él fue aún mayor. Cuando pasaba por donde vendía su lotería lo saludaba y siempre me reconocìa y gritaba: “¡Ya cómprame algo mexicano! ¡Tus saludos no me dan de comer!”. Después se reía y yo también me reía y pensaba que en nuestra ciudad muchas personas con alguna discapacidad no pueden llevar una vida similar a la de Vicente. Es tiempo ya de que nuestros gobernantes se obliguen a ellos mismos y a los dueños de edificios y comercios, a elaborar los ajustes suficientes para que las personas con alguna discapacidad no se vean forzadas a permanecer en su casa. Ellos son de gran utilidad para nuestra sociedad y sólo esperan ser tomados en cuenta.

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Nacido en Saltillo el 5 de mayo de 1975, soy hijo de Armando Fuentes Aguirre y de María de la Luz de la Peña de Fuentes. Licenciado en Ciencias de la Comunicación en el Tec de Monterrey, donde obtuve mención honorífica. Cursé estudios de Periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Seleccionado entre jóvenes periodistas para participar en el Taller de Narración Periodística impartido por el Nobel colombiano Gabriel García Márquez y la Fundación de Nuevo Periodismo Latinoamericano. Maestro en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y en Letras Españolas por la UANL. Fui designado por la Facultad de Filosofía y Letras como el mejor alumno de posgrado, siendo merecedor de la medalla a los mejores estudiantes de México entregada por la SEP Federal en tiempos del Presidente Vicente Fox. Columnista de los periódicos Palabra, El Siglo de Torreón, El Siglo de Durango, Zócalo de Piedras Negras, y El Mañana de Nuevo Laredo. Director artístico de Radio Concierto, encargado de corresponsales del Periódico ABC de Madrid. Fundador y director del diario de distribución gratuita 10 MINUTOS. Director desde 2011 del Consejo Editorial del Estado de Coahuila y de los Talleres Gráficos del Estado.

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