Viejas y misteriosas puertas de Saltillo
COMPARTIR
El centro de la ciudad, el Saltillo viejo, está lleno de antiguas construcciones. Muchas de ellas conservan todavía su puerta original, viejas puertas que hablan de la vida de otros tiempos.
¡Es tan estrecha la relación de una puerta con la casa de la que forma parte y a la que da o quita el acceso! Y ciertamente, la puerta es la definidora de los gustos y el estilo de vida de sus moradores.
Oscuras, amarillentas, claras, rojizas; con postigos y ventanillas algunas; de dos hojas o una sola; con fijos a los lados, y a veces también en el remate bajo el dintel, en forma rectangular o en arco de medio punto. De pobrísima tabla, algunas puertas principales quedaron como muestra de las que lucían muchas casas construidas en Saltillo a fines del siglo 19 y principios del 20. Seguramente fueron hechas con madera de pino y a golpe de serrucho y cepillo por un carpintero de la ciudad, y algún herrero local fabricó los sencillos arabescos de hierro fundido puestos para protección de los vidrios de las ventanillas a los lados y arriba. En la forja, algunas puertas muestran el año de su fabricación.
Sólo hay que mirar una de esas antiguas y grandes puertas para evocar el clásico zaguán de las casas del Saltillo de los años cincuenta. Las dos hojas de la puerta exterior se abren a un fresco recibidor que desempeña la función determinativa del estilo de la vivienda y de la vida en común de sus moradores, entre sí y con el resto de la familia, amigos y el vecindario. Sillas y mecedoras de tule constituyen, generalmente, su sencillo moblaje. En los rincones y junto a las paredes, altos maceteros de hierro forjado; coronadas las macetas de arriba con tupidos penachos de helechos, cuyas largas hojas van del verde tierno al verde intenso; en las macetas de abajo resaltan los tonos de rojo subido, de rosa fuerte y naranja brillante en las flores diminutas de los geranios y las begonias. Las finísimas hojitas de los llamados espárragos, cubriendo casi por completo las macetas, y las piñanonas y las julietas trepadas a veces ocupando grandes espacios de los muros del zaguán y dejando apenas libres las puertas de las habitaciones a los lados.
¿Muros del zaguán? Los diccionarios ofrecen dos acepciones para el término “zaguán”. La primera: “la puerta grande o portón de madera o de hierro situado a la entrada de un conjunto de viviendas, de una vecindad, de un edificio o de una casa”, es la que no aplica en el habla de los saltillenses, para quienes una puerta grande es un “portón”, pero nunca un “zaguán”. La segunda acepción: “el lugar situado inmediatamente después de la entrada de la puerta que da a la calle en una casa o edificio”, sí corresponde al típico zaguán de las casas viejas de Saltillo.
Tradicionalmente situado en el centro de la casa, el zaguán daba acceso a las habitaciones en ambos lados, y al fondo, al patio rodeado por el resto de cuartos que conformaban la casa. El zaguán saltillense fue, durante cientos de años, el encargado de albergar y retener las penumbras, antes de que desembocaran en el deslumbramiento del patio, a través de una puerta con vidrios. De éstas, las más viejas eran puertas de madera de la misma forma y medidas de la puerta principal, pero menos recias. Si la exterior remataba en arco, la interior también, y generalmente el espacio superior que ocupaba se abría en un abanico de vidrios de colores, rojo granada y azul profundo, o simplemente un blanco esmerilado que servía para matizar el paso al amarillo radiante del soleado espacio abierto del patio.
Viejas y misteriosas puertas de Saltillo. De buena factura y bien cuidadas, los años apenas se les notan. Otras, humildes y evocadoras, ya desnudas de lacas y barnices, desvencijadas y a punto de fenecer, aún permanecen en pie, solas, tristes, postergadas. El tiempo no las ha vencido. ¿Las vencerá el olvido?