80 años de Edward Hopper en Saltillo: La relación de amor-odio del pintor con la ciudad
En junio de 1943 el artista neoyorquino retrató distintos ángulos del Centro Histórico de la ciudad, y aunque se mostró fascinado por su arquitectura no quedó tan contento con otros aspectos de la capital coahuilense
En junio de 2023 se cumplen ocho décadas exactas del primer viaje del célebre autor de “Nighthawks” a la capital de Coahuila.
Verano del 43. Había llegado por tren a la Ciudad de México en la primera semana de Junio para hospedarse en un Hotel Ritz de la Calle Madero. Venía acompañado de su esposa, la también artista Josephine Nivison y es gracias al meticuloso registro de sus diarios y cartas que hoy podemos asomarnos a la vida de uno de los más grandes pintores del siglo XX.
Taciturno y engentado, sin los contactos ni la facilidad para trasladarse a las afueras donde hubiera encontrado motivos para su pintura -el fotógrafo Paul Strand había hecho lo propio pocos años antes, ayudado por el músico Silvestre Revueltas-, y por consejo de una amiga que los encontró casualmente en la capital, decidieron venir a Saltillo, una ciudad que era, en palabras de la curadora Katherine Kuh, en ese tiempo así:
“Saltillo me había provocado cierta impresión a través de sus desgastados barrios y sus bares. La ciudad tenía un parecido con ciertos rumbos periféricos de Chicago y a él le ofreció una especie de refugio para evadir las distracciones que solían atraer a la mayoría de los turistas que visitaban México”.
En aquel primer viaje se alojaron en una residencia particular que también fungía como casa de huéspedes, la Casa Guajardo, en la céntrica calle de Victoria, pero comían en el cercano hotel Arizpe Sainz, a un par de cuadras de ahí.
Aquel verano de 1943, Hopper pintó cuatro acuarelas desde el techo de la casa donde se hospedaba y en la azotea adyacente.
Ahí intentó montar un pequeño taller. Rara vez había hecho obra directamente del natural, pero en Saltillo encontró aspectos en su arquitectura que lo hechizaron, a pesar de referirse alguna vez acerca del lugar como un sitio “prosaico”. Las idas y venidas, lo errático de las decisiones acerca de su permanencia en la ciudad nos hablan también de una relación paradójica con ella, según su biógrafa Gail Levin “No le gustaba la gente, la arquitectura o el clima. Decía que él se sintió como un preso en Saltillo, debido a que estaba obligado a esperar la luz correcta para poder recrear el azul de los cielos que necesitaba en sus acuarelas”.
“Saltillo Rooftops”, la primera de aquellas piezas, se pintó ya entrado Julio. Hopper encontró en aquella vista del pálido adobe ciertas correspondencias con el techo de su estudio en Washington Square. En agosto pintó “Sierra Madre en Saltillo”. Y Finalmente, poco antes de su regreso, una de sus obras más bellas hechas en esta locación: una vista lateral de la fachada de la Casa Guajardo, a la que tituló “Saltillo Mansion”.
Su primer viaje los había confrontado a un lugar para ellos inhóspito y difícil de entender. En las cartas de Jo Hopper se registran las constantes quejas a la comida, el idioma, el hacinamiento, el clima, el calor, el ruido, la suciedad y esa famosa relación de amor-odio del taciturno pintor con respecto a Saltillo.
“México es una disciplina para el espíritu”; resumió como definición de él la pintora en una carta.
Otro hito que definiría el destino de los viajeros norteamericanos sería la ampliación en 1936 de la carretera 57, que enlazó la fronteriza ciudad de Laredo con la capital del país. Esa sería la ruta natural para la segunda visita de la pareja, en condiciones muy distintas, en su propio auto -un Buick del 39- durante el verano de 1946.
Las primeras cuatro acuarelas que había pintado en Saltillo, aquel verano de 1943, fueron: “Palms at Saltillo”, “Saltillo Rooftops”, “Sierra Madre at Saltillo” y “Saltillo Mansion”.
TE PUEDE INTERESAR: Artistas coahuilenses se despiden de doña María de la Luz De la Peña de Fuentes
Hopper realizó dos acuarelas más en Monterrey antes de regresar a Nueva York en septiembre.
Volverían otra breve temporada a Saltillo en 1946, sólo de paso a finales de 1952 y en su último viaje a México, en verano de 1955.
La información de este artículo se desprende del libro “Edward Hopper en el Norte de México”, editado por la UANL, de próxima aparición.
COMENTARIOS