El artista y curador Benjamín Martínez, que creó las famosas esculturas de las ranas y los niños en el parque público hace 20 años, señaló que si permanecen sin atención podrían incluso representar un peligro para las personas
Como un regalo a la ciudad, en 2004 el artista Benjamín Martínez talló cuatro troncos de árboles muertos en la Alameda de Saltillo. Ranas, niños y sus propios hijos quedaron plasmados en los relieves. Pero el tiempo ha hecho estragos y ahora requieren de una intervención urgente.
En entrevista con VANGUARDIA, el también gestor cultural y curador, que ha formado parte de la organización de la Bienal de Grabado Shinzaburo Takeda, señaló que si su deterioro continúa no solo se perderán las piezas, sino que también podrían representa un peligro para el público que transita por la zona.
“Originalmente la idea era trabajar 25 troncos, pero nunca se pudo generar el proyecto completo”, recordó el artista, “solo cuatro se realizaron, una es la que titulé ‘Alegoría juvenil’, que está por el pasillo central, de norte a sur, rumbo a la escultura ecuestre de Zaragoza [...] la segunda en realizarse fue la de las ranas, que está donde termina la calzada Madero”.
Las otras dos se destruyeron con el paso del tiempo —una estaba a un costado de la biblioteca, donde figuraba una pareja de osos, aves y su hijo tocando un saxofón, y la otra frente al área de juegos, con una niña con una canasta, en cierta forma una denuncia a la explotación laboral infantil— y ni siquiera llegaron a la fecha en que realizó la primera restauración de las obras, hace poco más de una década.
La humedad, el sol y el hecho de que los aspersores —que a pesar de una petición suya no se cambiaron a otro tipo— dan directamente a los troncos y los mojan constantemente, fueron los factores de se cayeran a pedazos y las restantes requieran de mantenimiento. En su momento la restauración contó con el apoyo del Gobierno Municipal y costó alrededor de 60 mil pesos. El artista espera que se pueda desarrollar un nuevo proyecto para evitar que sigan deteriorándose, poniendo en riesgo a las personas que, inevitablemente, interactúan con ellas, las tocan y hasta se suben.
“Ya es un gran logro que a 20 años sigan vivas el 50 por ciento de las piezas que se realizaron”, compartió, “la que está más dañada es la de la ranas, se está ladeando y la madera se va haciendo porosa por dentro. Es la que tiene más peligro de caer”.
Además de ser una destacad obra por sí misma, el proyecto en su momento tuvo la atención de público y prensa a nivel nacional e internacional y le permitió a Martínez formalizar sus estudios de arte en Estados Unidos.
Allá las oportunidades siguieron presentándose y eventualmente comenzó a laborar en universidades y espacios culturales de Texas, desde donde ha estrechado lazos con proyectos culturales entre ambas naciones.