El mural más grande de México hecho por una mujer está en Saltillo
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Elena Huerta comenzó hace 50 años la creación de un mural histórico, tanto por su temática como por su legado, que nos hace recordar también la vida y obra de una mujer comunista y que a pesar de su tiempo dejó huella
Cuando la muralista saltillense Elena Enriqueta Huerta Múzquiz recibió el pago por la creación de su más importante mural, en 1975 y tras dos años de trabajo constante, reunió a los ayudantes que la acompañaron en la conclusión del proyecto, dividió el dinero y lo entregó a partes iguales entre los tres.
“Vimos que era lo mismo ¿Maestra, pero cómo?”, recordó la artista Mercedes Murguía, una de los asistentes, que así la cuestionaron por la decisión, en una charla que se llevó a cabo este jueves en el Centro Cultural Vito Alessio Robles (CECUVAR), en el marco del 50 aniversario de esta obra que la institución resguarda a la fecha.
Los pupilos consideraban que como autora y supervisora de la pieza de más de 500 m2 ella debería recibir una tajada mayor. “Así debe de ser”, respondió la creadora, comunista y activista hasta el último día de su vida.
Creadora innata
La ‘Nena’ Huerta, como fue conocida por sus amigos, nació en Saltillo, Coahuila, el 15 de julio de 1908. Ser hija de Adolfo Huerta Vargas –su madre fue Elena Múzquiz– y nieta de José María Múzquiz, ambos gobernadores del estado, sí le facilitó algunas cosas, pero el machismo imperante de la época volvía inútil cualquier privilegio de sangre para las mujeres.
Sus estudios en el arte iniciaron de la mano del maestro Rubén Herrera, en su academia, pero en 1929 continuó su formación en la Academia de San Carlos, en la Ciudad de México. Ahí logró ser designada profesora de Artes Plásticas en la Secretaría de Educación Pública (SEP), organismo donde siguió creciendo y para 1931 se incorporó a la sección de teatro escolar, donde junto con Germán y Lola Cueto, Angelina Beloff y Leopoldo Méndez fundó el teatro infantil de la SEP, donde realizó obras de teatro guiñol, una, “El gigante”, de su autoría.
De México a la URSS
Todavía desde la capital del país, Elena Huerta fue cofundadora de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. En 1939 trabajó como artista huésped en el Taller de Gráfica Popular y de 1941 a 1945 viajó a la Unión Soviética para tratar unos problemas de salud que la aquejaron por años.
A su regreso volvió a colaborar con el taller y en 1948 la nombran directora de la Galería Guadalupe Posada, y tiempo después de la de José Clemente Orozco, en el recién creado Instituto Nacional de Bellas Artes.
Sin embargo, en todo este tiempo, más allá de su importante labor docente y gestora, su sueño de hacer un mural seguía inconcluso. Las mujeres no tenían oportunidad de embarcarse en tal actividad en una época donde aún se creía que carecían de la “fuerza física” para hacerlo.
Entre la prensa y la pared
La obra gráfica que produjo en estos años nunca se alejó de los temas políticos, ni de los históricos. En sus grabados podemos encontrar motivos de la Independencia y la Revolución de México, así como de movimientos campesinos y obreros, sin embargo, casi a mitad del siglo, llegó la oportunidad para hacer lo que siempre quiso y lo que cimentaría su legado.
En 1950 viajó a Saltillo con la esperanza de sacar provecho de su cercanía con el gobernador Román Cepeda, quien recibió entusiasmado la propuesta de un mural a su cargo, pero el proyecto, que sería realizado en el Instituto de Ciencias y Artes, fue rechazado por su director al no coincidir con la militancia comunista de Huerta.
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Fue hasta 1952 que la oportunidad se abrió nuevamente, con sus restricciones. El auditorio de la entonces Escuela de Agricultura Antonio Narro recibió su pincelada, pero sin goce de sueldo. Aquí contó con la asistencia de su hija, Electa Arenal, también artista y quien fallecería años después, en 1969, al caer de un andamio mientras trabajaba en el Polyforum Siqueiros, uno de los murales más grandes de Latinoamérica.
A raíz de este incidente y como una forma de apoyarle en su luto –especuló durante la charla la maestra Murguía–, el crítico de arte Mario Herrera, hijo de su primer tutor en el arte, la invitó en 1973 a realizar un segundo mural, ahora en el Ayuntamiento de Saltillo, actual sede del CECUVAR, con el total apoyo del entonces alcalde, Luis Horacio Salinas.
Memoria y homenaje
Considerado el mural más grande hecho por una mujer en México, la obra muestra la historia de la capital coahuilense desde la prehistoria hasta el siglo XX y se convirtió en la joya de sus aportaciones al patrimonio cultural de México. Esta insignia de su labor como artista también le permitió seguir trabajando, con exposiciones dentro y fuera del país, incluidas retrospectivas, hasta su muerte en 1997.
Ahora, el CECUVAR tiene lista ya una serie de actividades que recordarán su obra, así como la creación de este mural, a cincuenta años de los inicios del trabajo, y que esperan continuar hasta que se cumplan el medio siglo su terminación, en 2025. El homenaje inició este jueves con la charla entre Mercedes Murguía y su hijo, el también artista Américo Pugliese.
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Durante la conversación, que se puede disfrutar de manera íntegra en la página oficial del recinto en Facebook, la pintora recordó, los procesos utilizados, materiales empleados y un par de anécdotas que permiten establecer un retrato de la maestra Huerta.
Este proyecto la hizo ir y venir a la Ciudad de México, específicamente el Instituto Politécnico Nacional, en busca de los materiales más adecuados para el mural; le permitió compartir su conocimiento con otras generaciones de artistas; refrendar su compromiso con sus ideales políticos y, por supuesto, dejar plasmado un importante legado sobre los muros de un emblemático inmueble en el Centro Histórico de la ciudad.