La Reliquia de la Guadalupana
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La cita fue el sábado 11 de diciembre a las 14:00 horas en el restaurante Los Barandales del pueblo mágico de Arteaga. La gente comenzaba a llegar y empezaban a ocupar los asientos dispuestos para la meditación de los misterios gozosos. Algunos de los asistentes llegaban con su sartén o su olla para llevarse un taquito después del rosario.
Al fondo del restaurante se encontraban las señoras Pily y Paty, cocineras tradicionales nacidas en Torreón, pero radicadas desde hace muchos años en Arteaga y en Saltillo, respectivamente. Desde muy temprano habían preparado el asado de puerco y las sopas, la tradición dicta que deben ser siete, pero este año nada más alcanzaron a preparar seis: “lo importante es compartir con la gente, rezarle a la virgen y agradecer” decía Pily mientras meneaba la olla con el asado rojo.
“Ya llegaron los amigos de mi nieto, ellos también son de Torreón” comentaba alguien mientras esperábamos a la rezandera, que venía retrasada. En ese momento, Pily terminaba las sopas y platicaba que desde 1992 hacía la reliquia a la virgen de Guadalupe, su esposo don Enrique la motivó y era una manera de dar gracias por todas las cosas buenas que recibían. Diez años después se mudaron a Arteaga y continuaron con la tradición, “el año que entra ya vamos a cumplir veinte años haciendo la reliquia acá” exclamó con mucho orgullo.
Pronto el restaurante se llenó, los asistentes buscaban una silla, procuraban la sana distancia y utilizaban su cubrebocas. Los niños se desesperaban y los papás les prestaban el celular para entretenerlos o los llevaban a la tiendita de la esquina para comprarles algo. La rezandera llegó y se disculpó, enseguida inició con lo que le tocaba: de rodillas frente a la imagen de la virgen recitaba de memoria los misterios de gozo, desde la anunciación hasta el niño perdido y hallado en el templo. Entre cada misterio entonaba con fuerte voz “desde el cielo una hermosa mañana” y “la guadalupana es nuestra gran señora”, los asistentes se unían al coro.
Luego de la letanía, se cantaron las mañanitas, se bendijo la comida y comenzó el banquete. Se dispusieron unas mesas para poner las ollas con asado y sopa y la gente se fue acomodado. Había mesas comunitarias y mesas familiares. “Fórmense para irles sirviendo” dijo la mayora acompañada de otras dos cocineras, mientras en el fondo otras calentaban tortillas y otros repartían las botellas de refresco en cada mesa.
La fila comenzó a avanzar y los comensales se dirigían a sus mesas con los platos repletos de sopa de arroz, de fideo, de estrellitas, de conchitas y demás, coronadas con el asado rojo. “A mi sírvame poquito de cada sopa” dijo una señora al ver las cantidades que estaban compartiendo, “al niño nada más sírvale sopa” dijo una de las mamás asistentes.
Todos disfrutaban del banquete, unos comían a cuchara, otros comían en taco, mancharse la ropa era algo imposible, pero a esas horas ya nadie se fijaba. “Sírvame un poquito más” dijo la señora que se hizo de la boca chiquita, “le dije que le iba a gustar” respondió la cocinera mientras le raspaba a la olla con la sopa de arroz.
Los niveles de las ollas disminuían considerablemente y por fin Pily y Paty se sentaron a comer, mientras tanto Don Enrique se acercaba con los invitados y en cada mesa preguntaba “¿qué les falta? ¿si tienen tortillas?”, luego de esto también se dispuso a comer.
El restaurante comenzaba a vaciarse y la gente se despedía, “les doy un taquito para que lleven a su casa” decía la cocinera, mientras les explicaba que uno de los mandatos de las reliquias es que la comida se tenía que terminar, por eso era importante compartir con los demás, no importa si rezaban o no. Todos se iban felices, después de rezar, de comer y con taquito para llevar.
“Ya cumplimos un año más y este año si pudo venir la gente” dijo Pily, pues el año pasado no pudo hacer su rosario por la pandemia. “Esperemos que el año que entra si se pueda y venga más gente a la reliquia” me compartió.
Recibo sus comentarios en jasc114@hotmail.com. Nos leemos el próximo martes.