Reviven la época gloriosa de los cabarets mexicanos en la novela ‘Waikikí’

Artes
/ 9 marzo 2023

En una novela escrita a cuatro manos, Ana García Bergua y Alfredo Núñez exploran el esplendor y el lado más sórdido de los centros nocturnos de los años cincuenta

En 1951 la bailarina Suy Muy Key fue asesinada en el Hotel Pal del Distrito Federal. El hecho acaparó las portadas de los periódicos de nota roja, aunque el homicidio nunca fue resuelto de forma satisfactoria. Con este suceso como referencia, así como otras historias que nacieron en el ambiente sórdido y glamoroso de los cabarets de mediados del siglo veinte, Ana García Bergua y Alfredo Núñez Lanz dieron forma a “Waikikí” (Planeta, 2022), una novela que retrata una época que marcó los espectáculos y la vida nocturna de México.

Waikikí es el nombre de un cabaret que fue célebre en la capital del país y que funcionó durante dos décadas, de ahí que los autores decidieran convertirlo en el escenario de la historia ficticia que crearon: el asesinato de la vedete Katmandú.

“La novela está ubicada en un momento muy interesante de México porque es el momento de expansión de la ciudad y el fin del sexenio de Miguel Alemán, que fue la etapa de esplendor de la vida nocturna de la capital, un momento donde la ciudad estaba poblada de cabarets, centros nocturnos y prostíbulos. Carlos Monsiváis en algún momento comentó que de los años treinta a la década del sesenta fue el esplendor de la vida nocturna. Este ambiente nos atrajo porque no es frecuente, hay poca información de esto”, señala Núñez Lanz en entrevista con VANGUARDIA.

Y en medio de este esplendor, en el que llega mucha comida gringa y música cubana, se da el auge del cine de oro mexicano y la arquitectura comienza a renovarse con construcciones como la Torre Latinoamericana, el DF era una “una ciudad que también tenía muchos problemas, se inundaba todo el tiempo, olía feo porque el servicio de drenaje no estaba como ahora”, apunta Alfredo.

“Quisimos hacer ese viaje en el tiempo y dar una idea sobre esta parte de la historia. Siempre se privilegia a los grandes momentos históricos y los grandes personajes, y nuestros protagonistas son personajes laterales, un poco outsiders que llegan a la ciudad, que la aman, pero también la sufren y la padecen. Ellos forman parte de todo un ambiente nocturno, de estos cabarets y mostramos cuáles eran sus lugares y aspiraciones en este medio. Nos interesaba hacer un retrato de la ciudad, a fin de cuentas”, plantea García Bergua.

Los autores explican que hicieron una suerte de recorrido desde Peralvillo, hasta las Lomas, pasando por la colonia Obrera, donde había otros cabarets y centros de baile a los que el escritor Armando Jiménez llamó de “rompe y rasga” porque eran para gente de bajos recursos, pero también había show y música en vivo.

Núñez Lanz explica que el lugar en el que se desarrolla la novela era un México de doble moral. Por un lado, estaban estos cabarets y centros nocturnos, a donde acudía gente de todas clases sociales, y por el otro la influencia religiosa que consideraba pecaminosos estos sitios. “El Waikiki como cabaret fue testigo de esto porque permaneció abierto casi 20 años”, apunta el narrador.

Ana considera que en los cincuentas México tenía cine y artistas de exportación, por lo que en algunos de estos cabarets actuaban estrellas que eran muy populares y conocidas. “Estaban las rumberas y las exóticas, mujeres que representaban esta ambivalencia: eran tratadas como diosas en el escenario, pero también se las veían como grandes pecadoras. Jugamos con la idea de la doble moral y el trato que tenía la mujer en esa época”, explica la autora de “La bomba de San José”.

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Las reinas de la noche

Alfredo Núñez Lanz señala que el Waikikí era considerado “la casa de todos”, pues José Moselo, el dueño original, decía que en su cabaret cabían todos. De ahí que los precios de la entrada y las bebidas fueran accesibles.

“Se comía rico, se bebía mucho, había show. Era un sitio económico donde iba gente de todas clases sociales, desde políticos, actores, muchos extranjeros. Tenía 190 mesas, había más de 30 meseros y muchísimos empleados. Mario, nuestro personaje, es un ‘saca borrachos’, tenía que estar avispado, muy a las vivas, para que no hubiera pleitos. Por ahí corría la droga, la marihuana, cocaína y heroína. El Waikikí nos gustó mucho porque representaba esa no discriminación, ahí llegaba de todo”, señala el escritor con entusiasmo.

Cabarets como El Burro, El Barbazul, La Burbuja, o el Teatro Tívoli se convirtieron en otros polos de la escena nocturna. Era un México muy parrandero y ávido de espectáculo.

“Había muchas rumberas en esa época, estaba Tongolele, pero también Kalantan que tenía mucho pegue. Ninón Sevilla, María Antonieta Pons, muchas venían de abajo. En el caso de nuestra protagonista, Esmeralda, un poco su historia es que ella viene de abajo y se fabrica su personaje, como lo hizo Suy Muy Key.

“Hay un documental (‘Bellas de noche’) sobre las antiguas vedetes que hicieron las hermanas Ximena y María José Cuevas, que entrevistan a antiguas vedetes, a la Princesa Yamal y Wanda Seux, una de ellas decía que sentía un gran poder en el escenario. Hay como un espacio que le daba a la mujer esa fantasía de realmente tener el poder sobre el deseo que había alrededor de ella. Es muy interesante cómo en una época tan llena de tabúes y de hipocresía, de familias mexicanas muy religiosas llenas de historias sórdidas, esto fuera una manera de defensa de las mujeres y una aspiración artística. Creo que es una parte muy interesante de este tema de los cabarets”, concluye García Bergua.

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“También estaban Amalia Aguilar, Rosa Carmina, Meche Barba, que son las reinas de la noche, pero son reinas más efímeras que las actrices de cine. Hay un ninguneo a estas figuras que eran vedetes, pero hacían de todo, unas cantaban, otras bailaban, tenían aspiraciones artísticas. Un poco queríamos rescatarlas, darles ese lugar que se merecen en el imaginario de los mexicanos y mostrar cómo se vivía eso desde adentro.

“En nuestra historia están dos personajes outsiders, Esmeralda y Mario. Los dos tienen sus pasados, sus secretos y el Waikikí es el lugar que reúne a estos dos personajes. Ambos son culpados de un asesinato terrible que muchas veces las autoridades, con tal de salir rápido del caso, tratan de tapar, ocultar. Nos basamos en un caso que fue muy sonado en la época, pero nunca se esclareció, que es el crimen de Sui Muy Key. La hermana, Margo Su, pensó que había sido un asesinato doble y no el crimen pasional que se ventiló en la prensa esa época. Con esa parte jugamos, con quién tiene la verdad, de quién depende la verdad. Muchas veces los discursos de la verdad están ligados al poder, más que el sentido de justicia”, concluye Alfredo.

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