‘Son voluminosos, no gordos’: ¿Por qué Fernando Botero pintaba así a las personas?
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El artista colombiano, que falleció este viernes 15 de septiembre, fue reconocido internacionalmente por su estilo, pero la explicación detrás de esta decisión artística no es sencilla
Cuando pensamos en el artista colombiano Fernando Botero llegan imágenes de las variaciones que hizo en su particular estilo de obras clásicas del arte mundial. Las figuras humanas en obras como la Mona Lisa de Da Vinci hasta el Matrimonio de los Arnolfi de Jan Van Eyck, son representadas como personas gordas.
¿Por qué eligió el pintor y escultor intervenir de esta manera piezas icónicas y llevar ese mismo estilo a sus obras originales? ¿Era solo una decisión motivada por el deseo de generar una alternativa que pudiera llamar suya o había algo más detrás de ello?
Este viernes 15 de septiembre amanecimos con la noticia de su muerte, en la ciudad de Mónaco, a los 91 años, y con ello volvieron a la conservación estas preguntas, para las cuales no hay una respuesta directa, como todo en el arte.
Fernando Botero, el artista colombiano más universal, famoso en todo el mundo por sus figuras rotundas y voluminosas, ha fallecido a los 91 años. El célebre pintor, escultor y dibujante, murió en su casa en el principado de Mónaco, donde se recuperaba después de haber sufrido... pic.twitter.com/nOGZcJIxQ0
— El Club del Arte 🎨📷📚🖼🕍🎼 (@Arteymas_) September 15, 2023
Botero pintaba el volumen
Una de las más recurrentes aclaraciones que el artista tuvo que hacer en entrevistas y, en general, al hablar de su trabajo, es que no pintaba personas gordas, sino voluminosas. Su objetivo, aseguraba, era explorar la monumentalidad de las formas, el volumen exagerado.
De hecho esta exploración no se reducía a la figura humana. Los animales y hasta los animales recibieron tal trato. En obras con paisajes naturales incluso los árboles y las montañas no eran retratados de forma realista, sino con este manejo de las formas a partir de volúmenes redondeados, sin aristas pronunciadas y muy suavizados.
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“Decir que Botero pinta gordos es una afirmación un tanto simplista. Para crear elementos gordos en sus cuadros tendría que haber también elementos delgados para resaltar la gordura, pero no los hay, por una cosa es la gordura y otra es el volumen. El estilo de Botero gira precisamente en torno a esa propuesta, exaltar el volumen de las cosas para darles grandeza”, dijo su hijo Juan Carlos Botero, en una conferencia que ofreció en la Universidad Autónoma de Nuevo León en febrero de 2019, a propósito de la inauguración de su obra “Arcángel”, en el Colegio Civil de esa casa de estudios.
El origen y la simbología
Fue en México que Botero desarrolló por primera vez su interés por abordar las composiciones bidimensionales –y posteriormente tridimensionales, en sus esculturas–, y no fue a través de la figura humana.
En 1956 viajó a la capital mexicana, donde comenzó a verse influenciado por el manejo del color y de las formas de los artistas del país, como Rufino Tamayo. Aquí pintó una mandolina, a partir del incipiente estilo que lo volvería internacional, mismo que exploró durante un tiempo a través de bodegones y naturalezas muertas, antes de comenzar a aplicarlo a los protagonistas de sus obras.
Pero más allá del deseo por estudiar el volumen, el artista también aseguró que buscaba engrandecer las formas, literal y figurativamente, mostrar la belleza creando monumentos, así como inspirarse del arte precolombino, con sus representaciones de la figura humana como símbolo de fertilidad y salud.
Además, sus obras reflejan una mirada irónica y humorística hacia temas como la opulencia, la corrupción y la desigualdad.