Vivir más allá del teatro

Artes
/ 21 noviembre 2024

El arte es, a final de cuentas, un reflejo de la vida. Requiere de ella para su creación y es a la misma que retroalimenta. El artista, es alguien que reinterpreta la vida para, en el mejor de los casos, arrojar una versión de ella que impacta a su espectador y le lleva a pensar y/o sentir de una nueva manera.

En los procesos formativos de teatro se hace bastante énfasis en la disciplina, en el correcto análisis de las cosas, en las diferentes técnicas que se pueden utilizar para expresar. Se habla también – aunque con menos frecuencia de la que debería – de la importancia de la calidad de la materia prima, que en el teatro no es sólo una buena idea o un buen texto, sino los propios artistas.

La primera línea son los actores. Estos son los que dan la cara por la obra y son también los que reciben la reacción directa del público. Sin embargo, cuando hablo de artistas me refiero también a directores, dramaturgos y al resto del equipo creativo. En una situación ideal, todos ellos son individuos que se han dado a la tarea de conocerse a sí mismos, de mantenerse en óptimas condiciones físicas, mentales y emocionales, también, son personas que se han dado el permiso de vivir, para poder hablar de la vida.

En otras entregas y en muchos lugares se ha comenzado a hablar del autocuidado que nos debemos los artistas escénicos y es realmente alentador ver que poco a poco los espacios de formación cambian a nuevas perspectivas. Hoy, sin embargo, quisiera enfocarme en el último punto que menciono. En un país donde ser un artista escénico es una lucha constante por sobrevivir, puede ser difícil recordar que somos también muchas otras facetas.

La vida de un artista escénico no debería reducirse a la escena. Más común en dramaturgos y directores, pero sin duda también presente en actores y creativos, es ese problema de la sensación de estancamiento, o más que estancamiento, la falta de combustible. Esta sensación nos lleva a crisis creativas en las que uno puede llegar a considerar la pérdida del “talento” o de la vocación, cuando muchas veces se trata de un desgaste. Efectivamente, una falta de combustible, pero no de creatividad, sino de la falta de experiencias más allá del propio arte que se ha escogido y que al final son lo que alimenta las inquietudes y las ganas de decir algo. Algo que, para variar, pueda estar en comunión con lo que se vive allá afuera y no sólo dentro de nuestra burbuja artística.

El teatro, dicen, refleja el nivel de su inventor. Pienso que esto se refiere no sólo a la técnica sino a la propia vida interna del artista. Un ser humano desgastado y perdido difícilmente podrá arrojar al mundo un teatro verdaderamente vivo y luminoso. Cualquier actor sabe que un papel lleva al menos parcialmente una parte de aquel que le está representando, y si realmente pretendemos que el personaje esté vivo, entonces debemos de ser también seres humanos complejos. Nuestra vida es nuestra herramienta, pero no en el sentido de usar nuestras experiencias de vida como detonantes psicológicos para la escena, sino en el sentido de que la empatía y el entendimiento se crean a partir de esas experiencias de vida que nos expanden y nos sensibilizan.

La neurosis por trabajar todo el tiempo puede llevarnos a lugares muy oscuros, a decisiones equivocadas y a experiencias infelices e inútiles. Tomar proyectos por la falsa idea de que el artista que no está haciendo arte ha dejado de serlo, es un hábito que puede devenir tóxico y autodestructivo, para nosotros mismos y para dichos proyectos. Soy consciente de que en México existen muchos matices y perfiles de artistas diferentes, aquellos que lo son de tiempo completo sentirán sin duda más la presión de continuar activos; aun así, no deberíamos de tener miedo a hacer una pausa.

La conclusión a la que he llegado – o confirmado, pues otros ya llegaron aquí antes – es que para hacer teatro es bueno darse de vez en cuando el permiso de no hacer teatro. No es beneficioso, ni saludable construir toda nuestra vida alrededor de la vocación artística. Necesitamos también de esas otras facetas para ser humanos y el teatro necesita del elemento humano para seguir siendo teatro.

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