Cultura y Pop: Antes y después

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/ 8 julio 2025

Mientras a los libros los podemos releer, hay arte cuyo paso por nuestra vida es fugaz sin que podamos evitarlo

A los veinte leí un poema en el que Jorge Luis Borges —que se preciaba no de lo que había leído, sino de lo que releía— se preguntaba, ya a una edad avanzada, cuáles de los libros que tanto amaba ya tendría tiempo de leer de nuevo.

Nuestra existencia es breve, y hay tantas obras de arte que pueden enriquecer nuestra vida, que es una pena que no sólo nuestro tiempo para ver más, sino para volver a disfrutar de las que ya conocemos, sea tan limitado.

Con los años, he observado otros tres aspectos de cómo el tiempo afecta nuestras posibilidades de disfrutar del arte que enriquece nuestra vida.

La primera es que, mientras a los libros los podemos releer, hay arte cuyo paso por nuestra vida es fugaz sin que podamos evitarlo.

Pienso en cuadros que vi en museos a los que difícilmente volveré, o en exhibiciones temporales que nunca ocurrirán de nuevo. Pienso también en los conciertos que por definición no pueden repetirse.

No sólo me gustaría volver a ver algunos — pienso en los conciertos que tuve a la mano, pero que dejé pasar. Guns N’ Roses se presentó en 1993 —el prime de su carrera— en el estadio Universitario de Nuevo León, pero yo no fui porque estaba distraído. No vi a Oasis en el Foro Sol en 1998 porque (increíblemente) no quise gastar dinero en eso. Pero quizá el concierto perdido que más me atormenta: en 1991 no vi a Soda Stereo en la Plaza de Toros de Monterrey (qué tiempos aquellos) cuando toureaban con su disco Dynamo (y en cambio una chica con la que por entonces salía fue a escondidas de mí a backstage, pero esa es otra historia.)

La segunda cosa que he aprendido es que, aunque tengamos la suerte de ser contemporáneos de grandes artistas, en algún momento se acabarán sus libros, sus canciones, o sus películas.

Durante mucho tiempo fui a mi librería favorita sabiendo que cada año me estaría esperando, como un regalo, una nueva novela de Philip Roth o de Elmore Leonard. Ya no sucederá de nuevo.

Tercera cosa, quizá la más chocante. Algunas de las obras que definieron mi educación sentimental y estética, perdieron todo su brillo cuando las releí o vi de nuevo años después.

Me sucedió, por ejemplo, con (gulp) Hemingway y su falta de humor. Y con una película japonesa que cuando la vi por primera vez me hizo caerme de la silla, pero hace unos días — treinta años después— me pareció entre naive y simplona.

La próxima semana hablaré de ella.

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Doctor en Literatura por la Universidad de Salamanca. Vive en Europa desde el 2000, donde ha viajado extensamente. Ha sido guionista y locutor de radio, y escritor de libros, museos, arte, viajes, conciertos, y películas. Actualmente es profesor en la Universidad de Ciencias Aplicadas Zuyd en Maastricht (Países Bajos), donde imparte clases de Lengua y Cultura Española, Comunicación Intercultural, Presentation Skills y Storytelling. En sus noches libres cocina para rockeros y poperos en la sala de conciertos Muziekgieterij.

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