Cultura y Pop: Postal de Corfú
Estaba tan desbordada de turistas, que incluso Bad Bunny les anunciaba calzoncillos en la parte de atrás de un autobús turístico
La semana pasada decidí perseguir los últimos coletazos de verano en Europa. Para ello había que ir hacia el Mediterráneo. La manera de buscar fue sencilla: vuelos baratos desde aeropuertos cercanos + hospedajes económicos. La isla griega de Corfú llenó las papeletas.
Ahora me doy cuenta de que invoqué un baño de turismo de masas.
A la isla de Corfú la gobernaron los venecianos, otomanos, ingleses, y franceses, antes de que se asentara como parte de Grecia. Tiene pequeñas calas y varias playas, algunas de piedra, otras de arena. Su ciudad principal tiene un par de fuertes de la época veneciana, un centro histórico con callejuelas medievales, soportales franceses, y un par de palacios.
En papel suena fantástico, así que aún en octubre el trasiego de aviones en su pequeño aeropuerto era constante. La ciudad de Corfú tiene unos cuarenta mil habitantes, y la isla en su totalidad unos cien mil, pero recibe cuatro millones de turistas al año, ansiosos por comprar souvenirs indistinguibles de los que se venden en otras ciudades, y que probablemente fueron hechos en China.
La ciudad de Corfú estaba tan desbordada de turistas, que incluso Bad Bunny les anunciaba calzoncillos en la parte de atrás de un autobús turístico.
Huyendo de todo esto, me hospedé a una hora de ahí, en un “pueblo” que era en realidad un par de calles con restaurantes, bares, y minisupers.
Había, sin embargo, dos hoteles monstruosos: uno para ingleses de clase baja, y otro para alemanes de clase media. Los ingleses se desparramaban todos los días en el centenar de camastros que su hotel tenía en la playa, y de ahí no se movían. Los alemanes estaban todo el tiempo de tour y tenían un restaurante exclusivo para ellos, así que los demás no los veíamos.
Como era el final de temporada, el pueblo en sí fue vaciándose cada día un poco más, como en un relato de fantasmas. Los restaurantes vendían sólo los platillos griegos que los turistas conocen —gyros, parrilladas, mousaka— y por supuesto pizzas, pasta, crepas, y hamburguesas, pero lo que un día estaba disponible al día siguiente ya no, porque ya no lo resurtían. El bar de playa se quedó primero sin nieve, después sin sándwiches, y al final sin cerveza. El último día que hizo sol aprovecharon para desmantelar sus palapas y camastros, “Nos vemos a finales de abril.”
TE PUEDE INTERESAR: ¿Regresa Juan Gabriel?... concierto en Bellas Artes será proyectado gratis en el Zócalo de la CDMX
Refugiado en un extremo de la playa, durante cinco días me sentí lejos del mundo—excepto cuando iba al minisuper. En un pueblo perdido en una isla griega encontré un refrigerador exclusivo para bebidas de Starbucks, plátanos del Caribe, kiwis de Nueva Zelanda, y las marcas de papas fritas, galletas, pasta, chocolates, y té que se consiguen en cualquier supermercado en Holanda, o de Saltillo.