Cultura y Pop:Dos revistas
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Hemingway trabajó en esta novela en los años 50s. Desde entonces, la historia se aceleró a un extremo difícil de imaginar por entonces
Islands in the Stream (traducida como “Islas en el Golfo”) fue la primera novela póstuma de Ernest Hemingway. Es fácil entender por qué no la publicó en vida: no es una de sus mejores. La nostalgia, la melancolía y la derrota siempre son claves en las historias de Hemingway, pero aquí abruman el relato.
Sin embargo, tiene cuatro o cinco escenas que se me quedaron grabadas, y una de ellas me vino a la mente la semana pasada.
En la segunda parte de la novela el protagonista vive en La Habana y recibe la revista Time con dos meses de retraso. Lo que sea que esté sucediendo en su país en ese momento, el protagonista no tiene idea. Lo que él sabe es como la luz que llega de las estrellas, siempre con retraso.
Más tarde el protagonista tiene que volver a Estados Unidos, y encuentra en el barco un ejemplar impecable del Time de esa misma semana. El tiempo se ha acelerado.
Hemingway trabajó en esta novela en los años 50s. Desde entonces, la historia se aceleró a un extremo difícil de imaginar por entonces.
En los últimos setenta y cinco años el mundo ha cambiado más que en los primeros dos mil.
Time sigue teniendo la misma calidad, pero hoy en día hay decenas de otras revistas con la misma o mejor calidad—y ya ninguna de ellas, incluyendo a Time, es relevante “in the grand scheme of things.”
Hace una semana, tomando un cortado en una pequeña cafetería artesanal, hojeé una revista sobre café que se publica en Valencia dos veces al año. Es una pequeña joya: las fotos son hermosas, la composición preciosa, y su contenido fascinante—entrevistas, ideas, productos para hacer café, y gente viviendo de una manera diferente al estándar.
Hace setenta años, una revista así habría sido un evento cultural. Hoy en día no le importa a nadie, entre tantas voces, nichos, e información. Pero por otra parte, hace setenta años esta revista no habría sido posible. No existían ni el dinero, ni la logística, ni los medios de comunicación que demanda.
El capitalismo facilita la producción de arte y de cultura porque —como a todo— los convierte en mercancía. Nunca hubo tantos escritores, pintores, fotógrafos, periodistas y reporteros tan buenos y con tantos recursos a su disposición. Pero lo que hacen no importa porque nunca antes fue tan fácil acceder a medios masivos de comunicación—independientemente de las credenciales.
¿Fue todo tiempo anterior mejor? El cerebro de la mayoría de las personas está programado para quejarse de los cambios. Es puro darwinismo: los cambios pueden ser peligrosos. Mejor mantener el balance del sistema si ya sabemos que no nos mata.
Pero los conceptos “mejor” y “peor” son absurdos en esta discusión. Cada época ofrece diferentes oportunidades, limitaciones, y retos. Lo que no cambia es que la vida sigue siendo pequeña, frágil, e intransferible. Leer, escuchar, y ver pequeñas joyas la ilumina.