A mi hijo le vale si lo castigo, ¿qué hago?

A mi hijo le vale si lo castigo, ¿qué hago?

Cuando un hijo parece indiferente al castigo, no es falta de interés, sino un mecanismo de defensa

Vida
/ 21 noviembre 2025
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A veces parece que a nuestros hijos ya nada les duele. Les quitamos el celular, el videojuego o el permiso, y responden con un “ok” que nos desarma. No lloran, no discuten, no se inmutan. Y ahí estamos nosotros, confundidos, frustrados, sintiendo que nada funciona.

Pero detrás de esa aparente indiferencia hay mucho más de lo que se ve. Nuestros hijos no se vuelven fríos porque no sientan, sino porque aprendieron a protegerse. Aprendieron que mostrar tristeza, enojo o miedo puede ser peligroso, que los hace débiles o los mete en más problemas. Entonces se ponen una máscara, una especie de armadura que los desconecta del corazón.

Cuando castigamos y parece que no les importa, lo que realmente les duele no es perder algo, sino sentir que nos pierden a nosotros. Que están quedando fuera de nuestro amor. Que su error los hace sentir menos dignos de cariño. Y eso pesa más que cualquier castigo.

Necesitamos recordar que el castigo no puede ser el único camino para enseñar. Claro que los límites son necesarios —les ayudan a crecer y a tener estructura—, pero si solo los corregimos con enojo, lo único que logramos es que se encierren más. Que nos cierren la puerta.

Educar no es hacer que les duela lo que hicieron, sino desarrollar su conciencia y, después, su fuerza de voluntad, para que puedan vencer la tentación y escuchar a su conciencia. Cuando hay un error, debemos recordar que es “firmeza en la prevención y mucha cercanía ante el error”, porque nuestros hijos necesitan aprender que pueden equivocarse, pero que también siempre pueden reparar el daño. Deben esforzarse por reparar lo que hicieron; de esa manera, su conciencia aprende y crece, a diferencia de lo que provoca el castigo, que genera dolor por pérdida, pero enseña a valorar solo lo perdido, no lo que debían haber hecho mejor.

Cuando hablamos de reparar el daño, empieza por enseñarles a preguntarse: “¿Qué puedo hacer diferente la próxima vez?” y “¿cómo puedo arreglarlo?”.

Nuestros hijos necesitan ver que los errores no los sacan del amor. Necesitan saber que, por equivocarse, no merecen dejar de ser amados. Por eso es importante cuidar el mal humor cuando se equivocan, porque el mensaje puede ser muy doloroso. Si aprenden que equivocarse merece castigo y que pueden dejar de ser amados, serán jóvenes o adultos que, al fallar, creerán que pierden el derecho a ser felices y tomarán decisiones autodestructivas, porque así lo aprendieron. Nosotros, como adultos, lo hacemos constantemente y nos cuesta trabajo perdonarnos, incluso cuando quienes dañamos ya nos perdonaron.

Cuando observamos que los niños se muestran cínicos o sin arrepentimiento, debemos considerar que puede ser un mecanismo de defensa, una manera de protegerse. Lo que eso nos indica es que se sienten amenazados por ti, no por la consecuencia. También puede ser una máscara para que no veas lo que les duele. Eso significa que están aprendiendo que tú eres la amenaza, no el límite. Y también puede ser que hayan bloqueado sus emociones porque no saben cómo manejarlas. Esto tiene repercusiones graves, porque disminuyen sus emociones a tal grado que ni siquiera la alegría pueden sentir de manera significativa.

En consulta, lo que he aprendido es que cuando los niños llegan a cualquiera de estos puntos, es porque ya aprendieron y se entrenaron para reaccionar así. Necesitamos ofrecerles un lugar seguro para equivocarse, y para eso deben existir límites frente a los cuales puedan vencer tentaciones. Hay que desarrollarles la fuerza de voluntad con esas responsabilidades y actuar siempre con amor y buen humor.

Las consecuencias se acuerdan previamente, nunca se improvisan, y jamás se usan como revancha.

El amor lo puede todo. Y recuerda que somos un “todavía”.

Licenciada en Ciencias para la Familia, especializada en armonía emocional, formación de hábitos y desarrollo de la fuerza de voluntad. Terapeuta, conferencista y tallerista internacional con más de 22 años de experiencia. Autora del libro ¿Cómo desarrollar hijos fuertes y seguros? Coautora de nueve libros de la colección Aprender a Querer. Autora y creadora del programa Humans UP y de la colección de 12 libros Mi Diario HUP. Creadora y productora de Big Bang Zoe, serie infantil en YouTube con enfoque en habilidades socioemocionales para niños de 3 hasta 15 años.

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