Conquistarte a ti mismo
Porque conquistarse no es vencer a nadie más, sino recordar que el rey que habita en ti sabe vivir, aprender y volver a amar después de cada batalla.
Cuando uno atraviesa una crisis, cuando siente que está en guerra o en medio de una tormenta, todo el cuerpo entra en alerta. Es como si dentro de nosotros existiera un imperio y tú fueras el rey. Un rey que debe proteger a su gente, tomar decisiones y mantener la calma cuando algo logra atravesar las murallas. Algo dolió, algo hirió, algo rompió la paz. Entonces todo el reino se moviliza: revisan las murallas, cierran grietas, refuerzan los muros y suben a los arqueros a las torres para vigilar cualquier nuevo ataque. Desde ese momento, todos viven con miedo, esperando la siguiente amenaza.
Pero ¿alguna vez un pueblo puede ser feliz esperando un ataque? No. Porque cuando vivimos atentos a todo lo que puede salir mal, dejamos de vivir. La felicidad se esfuma cuando nuestra mirada se entrena solo en el peligro. Lo que en realidad nos destruye no es la herida, sino el miedo a que vuelva a doler.
Conquistarte a ti mismo no es controlar lo que pasa afuera, sino aprender a gobernar lo que pasa dentro. Tú eres el rey de ese imperio, y la forma en que reaccionas define cómo reacciona todo lo demás dentro de ti.
El problema no está en lo que sucede afuera: no está en la persona que te hirió, en el familiar que no cambia, en la injusticia o en la mala intención de alguien. El problema está en querer controlar todo eso. Porque no lo controlas. Está fuera de tus manos. Y en ese intento por dominar lo que no depende de ti, solo se vuelve más visible tu vulnerabilidad.
Ahí es donde la angustia se instala. Y ahí, justo ahí, es donde comienza la verdadera conquista.
Fortalecer tu imperio no significa hacerlo invencible, sino fortalecer lo que hay dentro de ti. Que todo tu ser sepa que puede recuperarse, que ya lo ha hecho antes, que puede volver a levantarse. No se trata de endurecerse, sino de confiar en tu capacidad de sanar.
Conquistarte es enseñarle a tu mente que, aunque haya pasado una tormenta, sabes vivir la siguiente. Que no importa si algo te dolió, aprendiste a levantarte. Que puedes abrir las puertas sin miedo, sabiendo que no todo lo que entra es una amenaza: a veces son alimentos, nuevas ideas, personas buenas o aprendizajes necesarios.
Este es tu imperio. Y lo que lo mantiene vivo no es que nunca lo ataquen, sino que dentro hay un pueblo que confía en su rey. Que sabe que, aunque haya heridas, volverán a florecer los jardines.
Entrénate para vivir sin miedo. Entrena tu corazón y tu mente para entender que la vida no se trata de evitar las tempestades, sino de aprender a navegar en ellas. De confiar en que puedes disfrutar las alegrías porque también sabes resistir los golpes.
Haz un recuento de las veces que te has levantado. Recuérdale a tu mente y a tu corazón que ya lo sabes hacer. Que no necesitas controlar lo que no está en tus manos. Solo necesitas volver a confiar en ti.
Te comparto algunas frases para que las repitas cada día y se queden contigo, en tu cabeza y en tu corazón:
Soy suficiente y puedo responder con calma ante lo que no controlo.
Confío en mi capacidad para reconstruirme y seguir adelante.
No necesito controlar el mundo; me basta con gobernarme a mí mismo.
Cada tempestad me entrena, cada herida me enseña, cada día me fortalece.
Porque conquistarse no es vencer a nadie más, sino recordar que el rey que habita en ti sabe vivir, aprender y volver a amar después de cada batalla. Y recuerda: somos un todavía.