El favoritismo parental sí existe y estas son sus consecuencias
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El favoritismo parental existe y puede impactar la salud mental.
Durante mucho tiempo se ha repetido la idea de que los padres aman a todos sus hijos por igual. Sin embargo, la evidencia científica y los testimonios personales cuentan otra historia: sí existen los hijos favoritos, y esta dinámica familiar puede tener consecuencias profundas y duraderas, especialmente para quienes se sienten menos favorecidos.
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Kara lo descubrió con los años. De niña justificaba que sus padres dedicaran más tiempo y recursos a sus hermanas menores. Pensaba que era normal, que los hijos mayores debían ser más independientes o que el dinero rendía más cuando ella ya no vivía en casa. Pero al llegar a la adultez, cuando el trato desigual persistió —incluyendo decisiones como pasar las fiestas con unas hijas y no con otras—, la explicación dejó de sostenerse. Lo que experimentó no fue solo decepción, sino un impacto real en su salud mental.
La experiencia de Kara no es aislada. Décadas de investigaciones muestran que el favoritismo parental es común y que los hijos que se perciben como menos queridos presentan mayores riesgos de ansiedad, depresión, conflictos familiares y menor bienestar general, tanto en la infancia como en la vida adulta.
El favoritismo es más frecuente de lo que creemos
Estudios longitudinales encabezados por la socióloga J. Jill Suitor, de la Universidad de Purdue, revelan que aproximadamente dos tercios de los padres tienen un hijo favorito, y que esta preferencia suele mantenerse estable durante décadas. Para llegar a esta conclusión, los investigadores no preguntaron directamente quién era el favorito, sino que analizaron a quién se destinaban más recursos, con quién existía mayor cercanía emocional o mayor decepción.
Los resultados sorprendieron incluso a los propios científicos. El favoritismo no era un fenómeno raro ni momentáneo. Además, ciertos patrones se repetían: las hijas y los hijos menores tendían a ser favorecidos con mayor frecuencia. Rasgos de personalidad como ser más afable o responsable también aumentaban las probabilidades de recibir un trato preferente.
Lo que más duele no es el favoritismo, sino percibirlo
Un hallazgo clave de estas investigaciones es que no importa tanto lo que los padres creen hacer, sino lo que los hijos perciben. En más de la mitad de los casos, padres e hijos no coinciden al describir si existe trato desigual, quién lo recibe o si es justo. Esa discrepancia explica por qué muchos padres se sorprenden al descubrir que uno de sus hijos arrastra resentimiento desde la infancia.
La psicóloga Laurie Kramer, experta en relaciones entre hermanos, señala que muchos adultos siguen emocionalmente anclados a experiencias de favoritismo ocurridas cuando tenían cinco o seis años. El paso del tiempo no siempre sana estas heridas.
Consecuencias que duran toda la vida
La investigación es clara: sentirse el hijo menos querido tiene efectos acumulativos. Desde edades tempranas, los niños comparan el trato que reciben con el de sus hermanos. Cuando perciben desigualdad, aumenta el riesgo de problemas emocionales, conductas de riesgo en la adolescencia y relaciones familiares tensas en la adultez.
Paradójicamente, ser el favorito tampoco está libre de costos. Algunos hijos favorecidos experimentan culpa, presión o la sensación de no merecer los privilegios recibidos. A la mayoría de los niños, y adulto, les importa profundamente la justicia dentro de la familia.
Hablarlo puede marcar la diferencia
Los expertos coinciden en algo: el silencio agrava el problema. Cuando los padres necesitan tratar de forma distinta a sus hijos, explicar las razones puede reducir gran parte del daño emocional. Entender que un hermano recibe más apoyo por una dificultad concreta ayuda a que la diferencia no se interprete como rechazo.
El favoritismo parental no es un mito ni una exageración. Es una realidad compleja que, si no se reconoce y se comunica, puede dejar huellas emocionales profundas. Porque, como señalan los investigadores, pocas cosas duelen tanto como sentir que quien debía quererte más, no lo hizo igual.
Con información de The New York Times.