Día del Abuelo: amor y fe, la huella que don Nicho dejó en su familia
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Don Nicho tomaba la siesta después de comer. Se retiraba de la mesa, se iba a su cuarto, acomodaba cinco almohadas, tomaba el periódico El Guardia, se recostaba a leer y a los pocos minutos terminaba dormido. Así cada tarde.
Dionisio Ochoa Rivera, originario de Zacatecas, falleció la mañana del 13 de abril del 2019 a la edad de 82 años. Murió como vivió: rodeado de su esposa, de sus hijos, de sus nietos y bisnietos. Rodeado de amor.
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Hoy, en el Día del Abuelo, sus nietos lo recuerdan como un hombre de pocas palabras, pero de buen ejemplo. A él no se le veía tomar, su vicio era el cigarro. Su rutina es leer las noticias y cuidar de sus nietos Rodrigo y Dulce, quienes se convirtieron en sus hijos desde niños.
Don Nicho dejó un legado de diez hijos, de ellos cinco hombres y cinco mujeres, luego vinieron los nietos: 26 hasta este año y 20 bisnietos.
Don Nicho era un hombre sereno y con un semblante tranquilo, pero una o dos veces por año se le veía mortificado. “Le gustaba organizar viajes a Terminal y San Juan de los Lagos, pero era muy confiado y apartaba el lugar sin anticipo y un día antes andaba preocupado porque le cancelaron. ‘Ya me canceló una vecina y eran siete’ me decía, y yo cada año le aconsejaba que no separara lugares sin que se los pagaran, pero cada año era lo mismo, seguía confiando”, cuenta entre risas su nieto Ignacio.
Al ser un abuelo presente, en cada uno de sus nietos dejó una huella. Unos lo recuerdan por sus viajes como fiel católico y otros, como Guadalupe Ochoa, por sus historias. “Era el mejor abuelo del mundo. Nos contaba muchas historias de terror de su pueblo Terminal”.
Otros más lo recuerdan tomando refresco en botella de vidrio, jamás de otra, o tomando café y comiendo pan con periódico en mano.