No, no es la NASA, pero este cohete de Saltillo no lo tiene ni Obama... ni despierta tanta nostalgia
Si bien de origen no fue su intención, esta estructura ‘espacial’ se convirtió en un ícono que tuvo su época de esplendor hace décadas y se mantiene desafiando el tiempo y el olvido
Con esta línea “El cohete, primer juego infantil de Saltillo” y un breve texto, Angel González publicó una foto a contraluz de Héctor López que trajo muchos recuerdos.
Según explicó Angel, la estructura está a un costado de la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes y se instaló “entre los años de 1958 a 1960”.
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En el grupo de Facebook, Ranchos, Pueblos y Villas de Coahuila, José Luis Rodríguez Sanchez recordó cómo en ese cohete “llegó a la luna” y que así, sin que la estructura se moviera un centímetro del suelo viajó “a lugares maravillosos”. Cuauhtemoc Alvarez, igual que José Luis, también ejercitó la imaginación con esa doméstica nave espacial, a la que se montaba cada vez que su abuelo lo llevaba a jugar.
Son decenas y decenas los que recuerdan el cohete y la experiencia de subir por sus escaleras internas y salir por la parte de arriba, “cosas tan simples que nos hacían felices”, dice Liliana Rosales Villanueva; cosas que convirtieron nuestra niñez en “algo inolvidable”, sentencia Lulu Juarez.
Héctor Guajardo Flores, al ver la foto se recordó a los 13 años, cuando llegó a Saltillo con su familia a vivir a la colonia Lomas de Lourdes, y cómo cada domingo, apenas al salir de misa, se iba a los juegos.
De Diego López sabemos, sin que haya mencionado el motivo ni el fin que tuvo, que escribió un cuento con el cohete como protagonista y de Martha Sosa, que tiene bien grabado el día en el que salió volando de un columpio y cayó a los pies de su mamá.
LLEGAR AL LUGAR ERA UNA ODISEA
María de la Luz González Urbano recordó la iglesia de Lourdes como pequeña y acogedora y también la huerta que tenían sus abuelos por el lugar.
Y con su post, José Juan García Álvarez fue muy puntual al recordar que debía cruzar un largo tramo de monte para llegar “a la doctrina en la iglesia y luego a la misa”, porque por allá no había muchas construcciones.
Al igual que María de la Luz, los abuelos de José Juan tenían una huerta y contó que sus tías vendían tamales y otros productos afuera de la iglesia mientras él se la pasaba en los juegos, en el famoso cohete y en el avión que varios echan de menos.
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Natty FloPe, al leerlos, dijo que esos recuerdos le dieron directo en el corazón.
Martha Guevara Luna también menciona que caminaba por un largo terreno llano para llegar a los juegos, que iban alrededor de siete y que si andaban de suerte llevaban dinero para comprar algo al vendedor en turno, como el que les ofrecía naranjas con chile. “Era toda una odisea ir a la Iglesia de Lourdes”, complementa Livia Jimenez.
Elva García disfrutó el espacio en distintas etapas de su vida, de niña jugando con sus hermanos, de adolescente con el grupo que participaba en la parroquia y ya con sus hijas pequeñas, cuando visitaba Saltillo, y a las que si se portaban bien las dejaba subirse a los juegos al salir de misa.
NO TODOS SON BUENOS RECUERDOS
Alejandro Valdez dijo que con esa imagen solo revive traumas, porque aunque lo pidió nunca lo llevaron, ya que su madre aseguraba que un niño se mató al caer del cohete. Ahora piensa que igual fue un invento para que no insistiera en ir, pero como le entró la duda preguntó al grupo si alguien sabe si era cierto. El que respondió con un “no que yo recuerde” fue José Luis Rodríguez Sanchez.
“Ese era nuestro Six Flags”, dijo Norma Solís, que veía enorme el resbaladero cuando se subía a él, mientras que Silvia Santibanez Otero recordó las enormes tortugas de tierra que había y Norma Idalia Rodriguez una gruta que parecía el lugar de la aparición de la Virgen de Lourdes.
Ricardo Alberto Sánchez, sin decir desde dónde se movía a la iglesia, cuenta que ir ahí era como viajar a otra ciudad, por lo lejos que le quedaba.
ERA UNA CIUDAD NACIENTE
En DeSaltillo - Fotografías e Historias se publicó una foto de Sergio Chavez, que retrata la iglesia a lo lejos, en batería se ven nueve vehículos, con seis árboles repartidos en la línea de entrada y el famoso cohete al centro, sobresaliente.
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De esa foto Gerardo Aguirre destaca que en la parte inferior hay un discreto canal y recordó que cuando iba, en la esquina del periférico Echeverría y Antonio Cárdenas le tocó ver una noria, aunque cerrada.
Son varias las imágenes que se comparten en distintas cuentas, la más repetida es una en la que se ven niños jugando en los columpios y adultos departiendo, con la estructura espacial del lado izquierdo. Esta en particular fija un año preciso, 1977, hace ya 46 años.
Alicia Arizmendez afirma que su papá fue el que hizo los juegos allá por los años 60. Que los armaba entre semana y los instalaba los domingos, y es cuando lo acompañaban.
Eduardo Aguilar dijo “falta la avioneta” y con él varios la echaron de menos, como Alberto Mendoza, quien recordó además un resbaladero y cruzó los dedos porque su final no haya sido en una báscula para venderlos por kilo. Triste forma dijo, de acabar “con el grato recuerdo del padre Santiago”.
AHORA UN POCO DE HISTORIA
El que Alberto Mendoza mencionara al padre Santiago llevó a muchos a recordar su obra.
Esos juegos, cuenta Felix Dávila Rodríguez, los mandó hacer el padre Santiago van Breker, un holandés que fue director del Colegio México. El padre, según dice Francisco CHarles Aguilar, era ingeniero mecánico y dejó grandes amigos en Saltillo.
Con el padre Santiago trabajó el profesor Guillermo Bravo, con la colaboración de jóvenes del Colmex, un maestro técnico de muchas generaciones que lo recuerdan con cariño.
Según cuenta María Guadalupe González, hasta tenían animales, incluido un pequeño oso, un venado, patos y gallinas, lo que Humberto CasLe, quien publicó la foto, no sabía y Chacho Tuy confirmó, ya que vio venados en los corrales, a un lado de la capilla, además de cabras y otro ganado.
Dijo Chacho Tuy que esto de caminar largos trechos, ver animales y jugar al aire libre, fue lo mejor que le pudo pasar a un niño como él.
Felix Dávila Ramírez compartió algo de su vida como interno en el Colegio México y de que fue monaguillo en la Iglesia de Lourdes. Recordó sus aventuras en los juegos cada domingo y el pequeño zoológico que tenían el padre Santiago y el padre Cervantes para los niños.
Cesar Ruiz también recuerda los venados que había alrededor de los juegos y una alberca, que suena más a estanque; en el que se almacenaba agua para regar el lugar y que llegó a usar para nadar.
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Luego Otilio García dio cuenta del itinerario de domingo en aquel tiempo, a saber era subir la loma hasta el Fortín de Carlota, donde hoy está el Mirador, luego ir a nadar en los estanques que estaban donde hoy podemos ver el Parque Chapulín, para enseguida ir a la Iglesia de Lourdes y sus juegos, luego comer lo que llevaban, para regresar a casa por la noche.
CON UN TOQUE DE TRISTEZA
El que se puso nostálgico fue Horacio Realme, al recordar que a él y a su hermano Roberto los llevaba su abuela a jugar y que cuando se subían a la avioneta, quizá creyéndolo o quizá no, les decía que esa era en la que se mató Pedro Infante.
“Con sus cuentos viajábamos a países y planetas lejanos, donde vivíamos aventuras inimaginables... se me salieron las lágrimas de recordar a mi abuela Ana María Galindo”.
Laura Moreno Ramos etiquetó a amigos y parientes para que vieran la publicación y enseguida recordó que le tocó caminar desde la calle Zarco, por todo Abasolo, hasta el periférico Echeverría acompañando a unos novios, de los que luego fue madrina.
Se recordó ya mayor visitando la iglesia y cómo sus hermanos volaban papalotes en el amplio llano donde ahora está Soriana Lourdes, luego se le vino a la memoria cómo un matrimonio de amigos de sus papás se mató en ese crucero.
Jose Oscar Segueda Mireles recuerda que hace 50 años se iba de pinta en bicicleta, por la carretera a Zacatecas, solo para subirse a ese cohete.
Paty Castillo fue de las pocas, sino la única, que se sinceró y dijo que ni siquiera entraba a misa por irse a los juegos.
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Por la carga emotiva que tiene no podían ser más ciertas las palabras de Raul Fuentes: “ni la NASA tiene un cohete como ese”.
Y con sus fotos publicadas en Facebook, una de ellas desde dentro y en la base del cohete, apuntando hacia arriba, Umberto CasLe lamentó que un lugar y un objeto que lo hizo tan feliz esté ahora olvidado, aunque celebró que siga en pie, cuando menos para despertar los recuerdos de quienes lo usaron.
Ya sin los juegos, el que sigue firme luego de 84 años de existencia es el templo de Nuestra Señora de Lourdes, por la que hay incluso un proyecto para solicitar a la Santa Sede la denominación de “santuario”, por el gran número de fieles que acuden de diferentes lugares del país a solicitar favores o gracias a la Virgen que se venera en ese recinto y es considerada Patrona de los Enfermos.
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