Denuncian hacinamiento y condiciones ‘deplorables’ en Sala de Urgencias del IMSS No. 2 en Saltillo
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La sala está saturada, con sangre en el piso, sillas rotas y hasta 60 personas esperando; adultos mayores esperan sentados más de 12 horas por atención
A una semana del Halloween, la verdadera noche de terror se vive en la sala de urgencias del Hospital General de Zona No. 2 del IMSS de Saltillo. Decenas de personas llegan con infecciones expuestas, dolores intensos de estómago, heridas infectadas y encuentran un lugar saturado, deteriorado y con un personal médico agotado.
Desde el bulevar Venustiano Carranza se observa a vendedores ambulantes y organizaciones religiosas que acuden a partir de las 20:00 horas para vender o regalar comida a los familiares de personas que acudieron de emergencia al hospital.
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No hay hora en que dejen de llegar las ambulancias. Pasando las 23:00 horas, la explanada se convierte en un área de campamento. Los más precavidos llevan sus casas de campaña, otros llegan con sillas plegables y cobijas, pero la mayoría están ahí sentados en las escaleras o en una de las bancas. Nadie se queja. Es un espacio donde las pláticas han cesado, y las caras pálidas y ojerosas abundan.
Adentro, la situación no mejora. La saturación en la sala de urgencias ha generado una crisis que bien podría nombrarse humanitaria. Obligan a pacientes de todas las edades, incluyendo adultos mayores y enfermos crónicos, a esperar por días en sillas incómodas y entornos insalubres. La justificación: el hospital está en remodelación.
El testimonio central relata el caso de Jesús, un paciente diabético de 60 años, quien fue internado desde el jueves a las 16:00 horas debido a una llaga y una infección en el pie, complicación común tras 13 años de padecer diabetes.
A pesar de llevar dos días internado, el paciente aún no había recibido una cama, siendo atendido inicialmente en una silla y posteriormente en un sillón.
UNA SALA LLENA DE HACINAMIENTO E INSALUBRIDAD
La descripción de la sala de estancia es de un hacinamiento extremo, donde hay una decena de camas, sillones y sillas ocupadas.
La madrugada del jueves la situación era tal que las sillas destinadas a los acompañantes estaban completamente llenas por enfermos.
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Las condiciones físicas son alarmantes: al entrar se podía apreciar la presencia de sangre en el piso. Y no es porque el personal de limpieza no haga su trabajo, sino porque el hospital ha quedado rebasado en una población que ya se quintuplicó desde que fue inaugurado en 1974.
El personal de limpieza no tiene tregua. Entra, hace su trabajo y no pasa ni media hora cuando ya alguien sangró o derramó algún medicamento.
“¿Cuándo le va a asignar cama a mi mamá?”, dice una joven que ya tiene más de un día de espera.
La respuesta genera más preguntas. “Es la jefa de enfermeras quien tiene la lista”.
—“¿Dónde está?”—“Anda haciendo rondines”.
Los que llevan menos de seis horas se desesperan y no paran de hacer preguntas. El resto ya se ha resignado, aunque el miedo a que la enfermedad avance es latente.
Este 2025, el hospital cumplió 51 años de servicio ininterrumpido. Nació en una ciudad que evolucionó y pasó de 206 mil habitantes a 1.06 millones de personas. La ciudad creció, pero el sistema de salud no.
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Aunque no es el único hospital, sí es uno de los más grandes de Saltillo, una ciudad que tiene la mayor formalidad laboral en México. Ocho de cada diez trabajadores están afiliados.
El hospital, que desde la avenida principal se ve en calma y en remodelación, por dentro agoniza. La infraestructura de descanso es inadecuada y deteriorada, con sillas sueltas en malas condiciones, algunas quebradas, y los sillones lucían “todos rotos por el uso”.
El jueves, la sala estaba muy llena. Se estimaba que había más de 60 personas esperando atención médica o el pase a un cuarto. La mayoría de los casos visibles parecían ser por emergencia gastrointestinal, mientras que otros pacientes presentaban lesiones pasadas que se les complicaron.
ABUELOS OBLIGADOS A ESPERAR SENTADOS
Una de las situaciones más frustrantes y deplorables es el trato a los pacientes más vulnerables. Aunque hay gente de todas las edades, había personas de 80 y 90 años que son mantenidas sentadas en espera.
“La gente sí sufre mucho porque las sillas, aun estando en condición completa en la parte media, son muy incómodas para pasar la noche”, comenta uno de los familiares, quien ha pedido omitir su nombre por miedo a represalias y más retraso en la atención médica.
En el lugar estaba un señor de 91 años que fue mantenido sentado por más de 12 horas, que abarcan la noche del viernes y la madrugada del sábado sin poder dormir, mientras que su esposa, de una edad similar, se desgastaba junto a él, sin que les ofrecieran una silla cómoda.
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RESTRICCIONES A FAMILIARES Y FALTA DE INFORMACIÓN
El jueves, la saturación de la clínica llevó a la gente de seguridad a tomar medidas drásticas, sacando a todos los familiares y dejando únicamente a los enfermos.
Esta expulsión, sumada a la falta de comunicación, obliga a los familiares a pasar toda la noche esperando afuera, ya que no les dan informes sobre el estado de sus seres queridos.
El viernes de nuevo se permitió que los enfermos estuvieran acompañados.
Así, la sala de urgencias pasó un fin de semana más de saturación. Una sala que día a día se presenta como una sala de terror para unos, y para los más positivos, un maestro de paciencia; porque una vez que llegas, no sabes cuándo te van a pasar a un cuarto, no sabes cuánto tiempo va a pasar para saber qué padecimiento tienes. No sabes cuándo llegará el doctor. No hay claridad en los protocolos. Se vive en la incertidumbre, porque para darte respuestas tienen que ver tu expediente, y el reto es encontrar a la persona que lo tiene.
Una vez que se llega a la sala de urgencias empieza la danza del personal médico. Entran y salen enfermeros, médicos y personal de limpieza.
“Está lleno de enfermeros, está lleno de médicos, está lleno de jefes. Todos dicen: ‘por ahí anda el jefe, por ahí anda la jefa’, pero realmente no se ve un proceso adecuado”.
Se requiere amor y necesidad económica para mantenerse firme durante días, a la espera de un cuarto en el hospital.
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“Es muy frustrante tener a tu familiar enfermo en esas condiciones. La población no merece un trato así de deplorable. Uno se aguanta porque no tenemos dinero para llevarlo a un hospital privado”.
—“Ya tenemos dos días en espera de un cuarto. ¿Cuándo van a pasarlo?”, se escucha.
—“Los cuartos se asignan en orden y dependiendo de la gravedad”, responde una de las enfermeras del turno de la madrugada.
—“Pero ya tenemos dos días”, reitera el familiar.
—“Hay gente que tiene cuatro”, contesta la enfermera sin dar mayor explicación, y el familiar regresa junto a su madre.