Ecos del Saltillo antiguo: Felipe Enrique Neri, el falso Barón de Bastrop
Pasó de prófugo de la justicia holandesa a ser espía de la Corona, aliado de colonos angloamericanos y un hábil operador político en México independiente
¿Quién era realmente este personaje que logró convencer a autoridades españolas, colonos angloamericanos y ejercer su influencia como diputado en el Congreso de Coahuila y Texas?
Debo admitir que he dedicado mucho tiempo a estudiar este personaje, quien sin duda podría protagonizar una novela completa. La verdad es que el espacio disponible apenas permite esbozar una pequeña parte de lo mucho que ofrece esta figura tan fascinante como odiosa.
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Empecemos por su verdadero nombre: Philip Hendrik Nering Bögel, quien nació el 23 de noviembre de 1759 en Paramaribo, Surinam, cuando esta región formaba parte de la Guyana Holandesa. Era hijo de Coenraad Laurens Nering Bögel, prestigioso funcionario con el cargo de miembro del Tribunal de Justicia en Paramaribo, y de Maria Jacoba Kraayvanger, casados desde 1754. Cuando tenía cuatro años, Philip Hendrik, junto con su familia, se mudó a los Países Bajos, donde crecería inmerso en la rica cultura aristocrática holandesa.
En 1779, a los 20 años, se alistó en la caballería de Holanda y Alto Ijssel, donde adquirió el porte militar que posteriormente usaría para presentarse como noble.
Su ascenso social continuó el 28 de abril de 1782 al contraer matrimonio con Georgine Wolfelina Françoise Lycklama à Nijeholt en Oldeboorn, unión que le dio cinco hijos y reforzó su posición social en la rica aristocracia holandesa.
La familia se estableció en Leuvarda, capital de la provincia de Frisia, Países Bajos, donde Bögel ocupó el importante cargo de recaudador general de impuestos. Un puesto de confianza que le dio acceso a considerables sumas de dinero público.
En 1793 fue acusado de malversación de fondos fiscales. Los cargos eran graves: había estado desviando dinero de las arcas del Estado para financiar su extravagante estilo de vida. Frente al proceso judicial que podría llevarlo a la cárcel, tomó la decisión de huir del país con su esposa e hijos. Las autoridades de la provincia de Frisia llegaron a ofrecer una recompensa de mil florines por su captura, suma considerable que demostraba tanto la gravedad de los cargos como la determinación de las autoridades por encontrarlo y encarcelarlo.
Esta huida marcó el fin del verdadero Philip Hendrik Nering Bögel y el comienzo de Felipe Enrique Neri, autoproclamado “Barón de Bastrop”, un título nobiliario completamente falso que lo ayudó a engañar a todos durante décadas.
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El 25 de septiembre de 1793, el barco Brothers, procedente de Hamburgo y bajo el mando del capitán Caleb Earl, siguió el río Delaware y atracó en los muelles de Filadelfia, Estados Unidos. Entre los pasajeros que desembarcaron se encontraba una familia supuestamente de origen alemán: los Bastrop. Philip Hendrik Bastrop, acompañado de Georgina Wolfeline Francoise Lycklama Bastrop y sus tres hijas: Susana María, Cristina María y Agustina. Años después, esposa e hijas regresaron a Holanda, dejando a Bastrop solo.
En 1795, el flamante barón se dirigió a la Luisiana española, donde su porte distinguido, su dominio de cinco idiomas (español, inglés, francés, neerlandés y alemán) y su supuesta nobleza le abrieron toda clase de puertas donde se presentaba, en una época donde la apariencia y la labia valían más que los papeles.
Un año después, Bastrop firmó un contrato importante con el gobernador de Luisiana, Francisco Luis Héctor de Carondelet, V barón de Carondelet, vizconde de Langle, vizconde de la Herstre, señor de Hayne-Saint-Pierre y caballero de la Orden de Malta, este sí era noble.
El permiso consistía en colonizar una gran extensión de tierra: 850 mil acres en la orilla este del río Ouachita, en lo que hoy es el norte de Luisiana. Bastrop viajó a Louisville, Kentucky, para buscar familias que quisieran mudarse. Les ofrecía 340 acres a cada familia y tierras buenas para cultivar. A cambio, él tendría el derecho exclusivo de moler y vender todo el trigo que produjeran los colonos. Para mayo de 1797, logró atraer a 99 colonos que conformaban 17 familias y 11 hombres solteros. Bastrop también había conseguido permisos para construir dos molinos de trigo.
El Comandante General que había firmado el contrato con Bastrop había cometido un error fundamental: no había consultado ni obtenido la aprobación del intendente de la provincia, Juan Ventura Morales. Las concesiones otorgadas a Bastrop consistían en 12 leguas cuadradas en Ouachita, poco más de 370 kilómetros cuadrados. Además, surgió otro pequeño problema: Bastrop pretendía introducir esclavos negros en el territorio.
Entre 1799 y 1800, el contrato de Bastrop fue suspendido. Las familias que ya estaban allí se quedaron, pero los planes para los molinos y el gran asentamiento se quedaron solo en papeles.
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Tras la venta de Luisiana a Estados Unidos por parte de Francia en 1803, las cosas cambiaron para Bastrop. En 1806 se trasladó al territorio texano, estableciéndose definitivamente en San Antonio de Béxar, donde desplegó toda su habilidad empresarial fundando un próspero negocio de transporte de mercancías.
Su conocimiento de las rutas comerciales y su capacidad para comunicarse fluidamente con diversos grupos étnicos locales y foráneos lo convirtieron rápidamente en una figura importante de la comunidad. Su éxito económico pronto se tradujo en reconocimiento político: en 1810 fue nombrado segundo alcalde de Béxar, un cargo que le otorgó legitimidad institucional y acceso directo al poder colonial español.
Cuando estalló la Independencia de México en 1810, Bastrop eligió ponerse del lado de la Corona Española. En 1811, en Monclova, se reunió con realistas en la casa de Don José Melchor Sánchez Navarro, heredero del latifundio más grande del mundo en su tiempo, sobrino del sacerdote don José Miguel Sánchez Navarro.
En la reunión, a Bastrop se le dio una misión especial: infiltrarse en las filas de los insurgentes. En Saltillo, se presentó ante los insurgentes como un simpatizante convencido de la causa independentista, ofreciéndose voluntariamente como guía ya que era experto conocedor de todos los caminos hacia Texas.
El plan culminó cuando Bastrop y su cómplice Sebastián Rodríguez se ofrecieron personalmente para guiar a Miguel Hidalgo, Ignacio Allende y otros líderes de la insurrección en su huida hacia Estados Unidos. En el punto estratégico llamado Norias de Baján, Hidalgo y los demás líderes fueron capturados por Ignacio Elizondo en una emboscada perfectamente orquestada gracias a la información proporcionada por Bastrop.
DE LA COLONIZACIÓN DE TEXAS
Bastrop continuó dedicado a sus negocios y a la política en San Antonio. El 23 de diciembre de 1820, tuvo un encuentro fortuito que cambiaría el curso de la historia. El aventurero en bancarrota Moses Austin había puesto todas sus esperanzas en establecer la primera colonia estadounidense en Texas, pero Antonio Martínez, representante del gobierno español, no perdió tiempo en cortesías. Cuando Austin presentó su petición, la respuesta fue tajante: “Salga de Texas al atardecer o enfrentará el arresto”, ordenó Martínez. El mensaje era claro: no habría estadounidenses en Texas bajo su mando.
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En aquel encuentro, mientras Austin caminaba hacia la salida de la ciudad, se encontró con Felipe Enrique Neri. Bastrop reconoció a Austin y escuchó los argumentos y la negativa de Martínez para establecer familias en Texas. “Espera”, le dijo Bastrop a Austin. “No todo está perdido.”
Bastrop hizo gala de sus habilidades como políglota, de su refinada diplomacia y poder de persuasión. Convenció al inflexible Antonio Martínez de que permitiera a Austin quedarse en la ciudad como su invitado personal. Durante los siguientes dos días, Bastrop y Austin reescribieron completamente la petición de colonización, ajustando cada palabra para adaptarla de acuerdo con las leyes españolas de colonización.
Bastrop actuó como embajador no oficial de Austin. Bastrop supuso que algo bueno resultaría para su beneficio de toda esta empresa. Con su dominio perfecto del español y su profundo conocimiento de la mentalidad y el manejo de la política española, logró que Martínez viera el plan de colonización no como una amenaza, sino como una oportunidad. Habló convincentemente de los beneficios económicos, de la seguridad que traerían los nuevos pobladores, de cómo esto fortalecería a España en lugar de debilitarla.
El 26 de diciembre de 1820, solo tres días después de haber sido rechazado y expulsado, Moses Austin recibió el mejor regalo navideño. Antonio Martínez, convencido por los argumentos de Bastrop, firmó la petición de colonización y la envió a sus superiores para su ratificación.
Las autoridades españolas aprobaron el plan en tiempo récord: solo un mes. Así, tras la intervención del Barón de Bastrop, las familias estadounidenses comenzaron a colonizar Texas un año después. Lo irónico del asunto es que Moses Austin nunca vio realizado su sueño, pues murió al poco tiempo de poder establecer su colonia. El Barón de Bastrop no abandonó la causa y con la misma dedicación que había mostrado al padre, ayudó a Stephen Fuller Austin, hijo de Moses, para darle continuidad al proyecto.
UNA PERSONALIDAD VERSÁTIL
Tras la Independencia de México en 1821, Bastrop demostró una vez más su extraordinaria capacidad de adaptación política, transitando sin la menor dificultad aparente del régimen colonial español al nuevo gobierno mexicano. En una demostración asombrosa de amnesia colectiva, nadie pareció notar o quiso recordar que había sido uno de los espías más efectivos del bando realista.
Para 1823 fue elegido miembro de la diputación provincial de San Antonio y al año siguiente ocupó un puesto en la Legislatura de Coahuila y Texas, donde fungió como diputado representante de los intereses texanos en el congreso establecido en Saltillo.
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Bastrop murió en Saltillo el 23 de febrero de 1827, siendo Diputado del Congreso de Coahuila y Texas. Era el final de la novelesca vida del barón de Bastrop, pero el mito seguiría hasta nuestros días. Bastrop había logrado pasar de fugitivo de la justicia holandesa a una figura prominente y respetable de la política de Coahuila y Texas.
Su testamento revelaría ciertas sorpresas: poseía grandes extensiones de terreno en el estado de Virginia y en Luisiana, Estados Unidos, y más de veinte terrenos urbanos en San Antonio, Texas.
Este hombre engañó a gobiernos enteros, traicionó a quienes confiaron en él, huyó de la justicia de su país y posteriormente se infiltró en los movimientos insurgentes, causando indirectamente la captura y muerte de líderes históricos como Hidalgo y Allende. Sin su intervención, las colonias de anglosajones en Texas nunca se habrían logrado establecer.
Está enterrado en suelo saltillense, ni siquiera se sabe dónde exactamente. Tras una larga búsqueda pude encontrar el registro de su defunción. Podría estar en cualquier lugar en el antiguo camposanto de la parroquia de Santiago. Un destino curioso para alguien que durante años se dedicó a repartir tierras como si fueran suyas y que al final no tuvo ni un palmo de terreno para sí.
Su tumba sin nombre y sin ubicación conocida es, paradójicamente, lo más honesto y auténtico que dejó en este mundo. Durante casi 200 años, involuntariamente hemos pisado sus restos, que presumiblemente se encuentran bajo el atrio de la actual Catedral de Santiago o, peor aún, del lado sur, en lo que hoy es la calle de Juárez, donde hasta hace poco transitaban miles de vehículos.
Recordarlo no es celebrarlo. Reconocer su influencia histórica no implica justificar su conducta. Su historia debe contarse tal como realmente fue: la de un supuesto barón que logró cambiar la historia gracias a su ambición y astucia, características de un verdadero villano de la historia, disfrazado de diputado de Coahuila y Texas en sus últimos días. saltillo1900@gmail.com
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