El bachiller Pedro Fuentes: El saltillense que no dejó que su ciudad muriera sin historia

El bachiller Pedro Fuentes: El saltillense que no dejó que su ciudad muriera sin historia

Nacido en 1742, dedicó su vida a rescatar la memoria de la villa y escribir la primera historia formal de la ciudad

Saltillo
/ 13 septiembre 2025
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El primero de agosto de 1742, en la pequeña Villa de Santiago del Saltillo, nació Pedro Francisco de la Fuente Fernández Ramos, miembro de una numerosa familia saltillense. En total fueron 15. Fue llevado a la pila bautismal apenas 25 días después. Sus padres, Toribio de la Fuente y Gertrudis Ramos, seguramente no imaginaron que aquel niño se convertiría en la memoria viva de la villa del Saltillo.

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Según me explicó la experta en genealogía, maestra Avelina Quezada Martín, el apellido “de la Fuente” cambió para algunos miembros de esta familia por “Fuente”; o “Fuentes”, desapareciendo la partícula “de la”. Esto obedecía a cuestiones de diferenciación entre los peninsulares y los novohispanos. Precisamente en el clan de los de la Fuente, muchos llevan los dos apellidos del padre y otros más los de la madre.

Lo que más llama la atención es la versatilidad del apellido paterno. Mientras algunos hermanos aparecen registrados como “de la Fuente”; (Juana María, José, María Juliana), otros adoptan el plural “de las Fuentes”; (María Dolores, María Antonia, Pedro), y un tercer grupo simplifica a “Fuente”; o “Fuentes”; (José Francisco, Joseph Antonio, María Francisca Trinidad).

SALTILLO COLONIAL

A mediados del siglo XVIII, la villa de Santiago del Saltillo era apenas un poblado de unos seis mil habitantes, incluidos los que habitaban en extramuros, rodeada de sierras y numerosos manantiales. Su mayor amenaza era el asedio constante de los grupos indígenas que se resistían al dominio español. En ese ambiente áspero y poco propicio para las letras, Pedro mostró desde temprano una sed de conocimiento que lo distinguía de sus contemporáneos.

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En aquella época, la vocación religiosa era uno de los pocos caminos para los jóvenes que

quisieran trascender, o bien optar por trabajar la tierra o dedicarse al comercio. Pedro abrazó los hábitos por fe y por una genuina vocación de servicio que lo acompañaría a lo largo de su vida.

$!Representación del bachiller Pedro Fuentes, primer cronista e historiador de Saltillo

LOS AÑOS FORMATIVOS

En 1771, cuando tenía 29 años, fue enviado a San Antonio de Béjar, en lo que hoy es San Antonio, Texas. Allí pasaría casi dos décadas, del 16 de agosto de 1771 al 5 de agosto de 1790, años formativos en los que el joven sacerdote aprendió a lidiar con una feligresía diversa: españoles, mestizos e indígenas conversos.

El regreso a la tierra que lo vio nacer se dio el 21 de septiembre de 1790 y hasta el 12 de agosto de 1795 sirvió como cura el templo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala. Finalmente, en agosto de 1795, fue nombrado para oficiar en la Parroquia de Santiago del Saltillo, cargo que ocuparía hasta su muerte en 1812.

Además de historiador, Fuentes fue un constructor. Al llegar a Saltillo encontró la iglesia parroquial inacabada. El proyecto llevó años, pero finalmente organizó la inauguración los días 21, 22 y 23 de septiembre de 1800, con fiestas que la gente recordaría por generaciones.

Como buen aficionado a la historia, documentó meticulosamente el evento en el libro parroquial: “Noticias de la bendición de esta iglesia parroquial en 11 fojas para perpetua memoria”. Sus últimos años fueron productivos. Además de la historia de 1792, escribió la crónica de la inauguración parroquial y una “Breve Noticia del origen, hermosura y prodigios del Señor de la Capilla”; para una reedición de la Novena del Santo Cristo, probablemente en 1810.

LA PRIMERA HISTORIA DE SALTILLO

Las motivaciones de Fuentes para escribir la historia de Saltillo empezaron en 1792. Como señala el historiador Juan José Casas García en un trabajo publicado en el libro Historias de Saltillo, editado por Francisco del Peña, Fuentes se sentó a escribir lo que sería la primera historia formal de su ciudad, doscientos años después de su fundación. Era un trabajo que nadie le había encargado, pero su visión sobre la importancia de la historia y su obligación moral hicieron que Saltillo contara con su pasado por escrito.

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Lo extraordinario de la perspectiva de Fuentes era su visión universal. En su introducción, después de una breve síntesis del Génesis, comparaba a Saltillo con Roma, Jerusalén, Antioquía, Alejandría y Constantinopla. Para él, su villa merecía estar en la historia mundial al mismo nivel que estas grandes ciudades de la antigüedad. No hablaba solo de Nueva España, sino del mundo entero.

HISTORIADOR PIONERO

Fuentes realizó un auténtico trabajo de historiador. Consultó diferentes archivos, especialmente los parroquiales, utilizando manuscritos, instrumentos, evidencias y rastreo de documentos.

Basándose en esta investigación documental, propuso que Saltillo había sido fundada “por los años de”; 1575. La verdad es que no andaba tan errado, sin embargo, no hay documento que avale dicha fecha.

Su honestidad intelectual resulta sorprendente para la época. Al no encontrar el acta de fundación de Saltillo, no inventó datos, sino que cotejó evidencias para llegar a una fecha aproximada. Como él mismo confesó: “y solo queda el dolor de que no sea corta la citada época”, reconociendo las limitaciones de su información y la posibilidad de que futuros historiadores pudieran corregir sus conclusiones. Cosa que sucedió más de 130 años después, cuando Vito Alessio Robles corrigió tanto el nombre del verdadero fundador de Saltillo, como la fecha en que realmente se escribió la historia de esta ciudad.

$!Plana y artículo del periódico La Opinión de Los Ángeles del 4 de julio de 1940, donde Vito Alessio Robles corrige al bachiller Fuentes.

LIMITACIONES DE SU ÉPOCA

Hay que entender que los recursos que disponía el bachiller Fuentes eran limitados. A principios del siglo XIX, no tenía acceso a los archivos españoles, a las colecciones documentales que posteriormente estarían disponibles, ni a las técnicas de investigación histórica modernas.

Trabajó con las fuentes locales y la tradición oral de su época, haciendo lo mejor que podía con los medios disponibles. Su mérito radica en haber sido el primer historiador en intentar una reconstrucción sistemática de los orígenes de Saltillo, sentando las bases para futuras investigaciones.

LAS CORRECCIONES DE DON VITO

Sin embargo, don Vito Alessio Robles, con acceso a recursos archivísticos mucho más amplios y molesto por estas inexactitudes que se habían perpetuado durante más de un siglo, se decidió de una vez por todas a aclarar las cosas.

En un artículo publicado el 4 de junio de 1940 en el periódico La Opinión de Los Ángeles, California, Alessio Robles reveló que había descubierto que la Historia de la Villa del Saltillo fue escrita en 1808 y no en 1792, como había afirmado José Eleuterio González. Demostró que el legendario “Francisco de Urdiñola, el viejo”, a quien Fuentes atribuía la fundación de Saltillo, nunca existió.

EL ESTILO BARROCO

El trabajo de Fuentes contiene un florido lenguaje barroco, se aprecia en descripciones como la del paisaje saltillense: “casi en el centro de un extendido, apacible y delicioso valle ovalado, rodeado de serranías cuyas alturas no son desproporcionadas, ni escabrosas ni áridas, sino transitables y fecundas, cubiertas de maderas servibles y otras plantas útiles”.

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Al leer el trabajo de Fuentes se percibe que describía a Saltillo como si fuera el paraíso mismo. Especialmente se emocionaba hablando del agua. Contaba más de un centenar de manantiales que alimentaban molinos, labranzas y huertas. Para Fuentes, ningún lugar del Nuevo Reino podía competir con Saltillo en abundancia de aguas.

También dedicó capítulos enteros a los pueblos originarios, describiendo a los chichimecas como una “nación numerosa, aguerrida y pujante” aliada con guachichiles, tarahumaras y tobosos. No los veía como simples obstáculos, sino como pueblos con dignidad y valor propios.

LA PÉRDIDA DEL MANUSCRITO

Cuando Pedro Fuentes murió el 3 de abril de 1812, su historia manuscrita quedó arrumbada entre los papeles parroquiales. Durante décadas permaneció perdida, convirtiéndose casi en una leyenda urbana entre los historiadores que la citaban por partes sin haberla visto completa.

En 1976, cuando Saltillo se preparaba para su cuarto centenario, el gobernador Óscar Flores Tapia encomendó al licenciado Javier Guerra Escandón, director de Archivos del Gobierno de Coahuila, la misión de encontrar el manuscrito perdido.

Después de una búsqueda exhaustiva en varias ciudades, Guerra Escandón lo localizó en la biblioteca Cervantina de Monterrey, como parte de los papeles del historiador Dr. José Eleuterio González, que terminaron en el Instituto Tecnológico de Monterrey.

Javier Guerra, historiador y experto paleógrafo, dedicó horas a estudiarlo. En una charla con su hijo Jesús Enrique, este me compartió el método de trabajo de su padre: después de leer el documento, lo escribía a mano, luego él mismo lo interpretaba y lo pasaba a máquina de escribir.

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El Tecnológico de Monterrey facilitó fotocopias del manuscrito y así, en noviembre de 1976, el Gobierno del Estado de Coahuila lo publicó en el Cuaderno de Cultura No. 2, reconociendo oficialmente que era la crónica más antigua sobre los orígenes de Saltillo.

EL MISTERIO DE LA PÉRDIDA

El misterio de cómo se perdió la obra de Fuentes permanece envuelto en sombras. Todo apunta a que ocurrió en 1857, cuando Santiago Vidaurri, con mano férrea, anexó el territorio de Coahuila al de Nuevo León, fusionándolos en un solo estado bajo su dominio.

En medio de esta convulsión política y administrativa, alguien, quizás un funcionario eclesiástico o estatal, celoso de su deber o tal vez un oportunista, pudo haber entregado personalmente aquellos manuscritos a algún funcionario del gobernador Vidaurri.

¿Por qué razón? La importancia de esos escritos era indiscutible, pero las verdaderas motivaciones de quien los entregó permanecen ocultas en los pliegues del tiempo.

EL LEGADO DEL PRIMER CRONISTA

Pedro Fuentes se ganó el título de primer cronista de Saltillo porque entendió antes que nadie la responsabilidad de preservar la memoria colectiva. Como señala Casas García, su introducción terminaba de manera nostálgica pero urgente: “hagamos posible el imposible, que por tal se tiene de sacar del profundo del olvido las memorias de la fundación de esta Villa del Saltillo para que, postergándose los tiempos, no se haga del todo imposible.”

Su trabajo llenó un vacío de dos siglos, representando el primer intento serio de documentar la historia de Saltillo. Podemos perdonarle las imprecisiones, normales en un pionero. Lo importante es la visión de conjunto, la pasión con que trabajó y el amor que se transparenta en cada línea.

$!Plana y artículo del periódico La Opinión de Los Ángeles del 4 de julio de 1940, donde Vito Alessio Robles corrige al bachiller Fuentes.

El historiador Esteban Luna Portillo lo definió como “hombre inteligente, sabio y talentoso”. Pero más que eso, era alguien que entendía intuitivamente la importancia de la memoria histórica, de preservar para las futuras generaciones no solo los hechos, sino el espíritu de una época.

Gracias al empeño de Guerra Escandón por rescatar estos escritos en 1976, y a la visión del bachiller Fuentes por documentar lo que otros habían dejado pasar, hoy contamos con el primer testimonio histórico formal de una de las ciudades más importantes del norte de México.

Su crónica preserva algo más valioso que hechos y fechas: el espíritu de una época, la mirada cariñosa de un hombre que conocía cada rincón de Saltillo y quería que esa historia no se perdiera nunca.

UN RECONOCIMIENTO PENDIENTE

Como reflexión final, me gustaría plantear una pregunta a nuestros queridos lectores: ¿cuántas personas conoce usted, originarias de Saltillo, que cuenten con una estatua en su honor? ¿Cuántos de esos saltillenses han dejado una huella imperecedera en nuestra ciudad, entregando su trabajo y su obra al engrandecimiento de esta tierra?

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Tal vez haya algunos reconocidos y falten otros por honrar. Sin embargo, no cabe duda de que el bachiller Pedro Fuentes merece un digno reconocimiento. No hablamos necesariamente de una gran estatua, sino quizás de un modesto busto que perpetúe su memoria y sirva como testimonio de gratitud por su invaluable labor: la de dar forma y sentido a la historia de nuestra querida ciudad.

¿No cree usted que quien dedicó su vida a rescatar, preservar y narrar nuestro pasado merece que las futuras generaciones conozcan su legado?

saltillo1900@gmail.com

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