El ‘casi’ desplome de la torre de la Catedral de Saltillo
En 1897 se terminó de construir la torre mayor de la Catedral de Saltillo; 11 años después amenazó con desplomarse.
¿Qué pasa si se cae? ¿Habrían muertos? ¿La construirían de nuevo?
Fueron preguntas que se hicieron los saltillenses luego de que surgió un rumor: el campanero descubrió una grieta que se abría en un muro del campanario.
El comentario que corrió por las calles se afirmó cuando Jesús María Echavarría y Aguirre, el obispo a cargo, alertó de la situación al gobernador de Coahuila en turno, Miguel Cárdenas.
Ya era cosa seria, preocupante. Por eso, el gobernador pidió una revisión urgente de la torre al ingeniero de obras públicas de Saltillo, Teodore Sperry Abbott.
El 5 de mayo de 1908, Abbott dio un dictamen poco alentador. Las piedras que forman las paredes del arco noroeste de la torre, no eran suficientes para el peso de la parte superior.
Aquel ‘chisme’ ya era una preocupante afirmación: “las paredes están venciéndose y las piedras mismas están cuarteadas, abriéndose grietas por todas partes”, se lee en el informe del ingeniero civil.
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Entre la sorpresa destacó una pregunta, ¿por qué?
Según Abbott, cuando construyeron la torre cavaron en los pilares viejos para meter las columnas cilíndricas. “Por la vista parece que las excavaciones debilitaron las paredes”, especificó.
Por si fuera poco, dio otro dato alarmante: “en la esquina noroeste, una grieta indicando un movimiento lateral como para desplomarse”.
No había duda, por arriba toda la torre tenía grietas. Y no eran viejas, Abbott aclaró que eran daños recientes y que empeoraban.
Uno o dos años. El tiempo que se le calculó a la torre en pie bajo estas condiciones.
¿La posible solución? Abbott propuso bajar la torre piedra por piedra hasta el piso de las campanas y construir de nuevo los arcos y pilares.
Pero no se apresuró. En su escrito, el ingeniero también apuntó que sugería la opinión de otros expertos. Además, comentó que en la ciudad no se tenían las herramientas ideales para restaurar la torre y evitar una demolición.
Cuando la torre amenazó con caerse, el inmueble de la catedral ya tenía más de un siglo de construído. El primer edificio de la parroquia (que después se convirtió en la catedral) empezó a levantarse en 1745.
Sí, pasaron 152 años hasta que la Catedral de Saltillo pudo tener su torre.
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Ayuda nacional
Al saberse el informe del ingeniero Abbott, tanto el obispo de la catedral como el gobernador de Coahuila, pidieron auxilio de forma inmediata.
El jueves 7 de mayo de 1908, enviaron un comunicado urgente al ministro de hacienda del gabinete de Porfirio Díaz, entonces presidente de México.
Con José Yves Limantour como destinatario, lo enteraron de la situación y le expresaron sus temores de derrumbe.
Tanto el gobernador como el obispo, se dispusieron a acatar la decisión que se tomara desde la capital del país. Demoler la torre o restaurarla.
Cualquiera que fuera la respuesta, la necesitaban ya. En Saltillo, la preocupación ciudadana aumentaba y la resolución presidencial no se veía.
Tal era el apuro, que el 19 de julio de 1908, el monseñor Jesús María envió una segunda carta a modo de súplica al ministro de hacienda..
“Si fuese posible enviar al arquitecto del ministerio para que vea el estado de la torre y dictamine lo que conviene (...) Yo no estaré tranquilo hasta que pongamos mano a las obras de reparación o destrucción de esta torre”, escribió Jesús María dos meses después de que se descubrieron las grietas.
La evidencia y la angustia expuesta llegaron a la presidencia. Porfirio Díaz, a través del ministro de hacienda, emitió una orden explícita dirigida al arquitecto María y Campos.
“Diríjase oficio al arquitecto de esta Secretaría, Mauricio, que se encuentra actualmente en Nueva York con residencia en el Hotel Plaza, para que a su regreso se detenga en Saltillo y proceda a examinar la torre de la catedral de aquel lugar y remita las medidas que deben tomarse para evitar su derrumbe o si se debe proceder a este”, se escribió desde México.
El mandato fue atendido. Campos llegó a Saltillo e hizo minuciosas observaciones junto con Abbott y otro arquitecto de nombre Nicholson.
Tres días después, junto con noches de desvelo, se encontró una solución que a todos les pareció viable.
Principalmente porque el orgullo saltillense se negaba al derrumbe de la torre mayor. Y claro, tampoco querían que se cayera sola.
Los arquitectos encontraron factible realizar una reparación de daños sin aniquilar la construcción original.
Con el apoyo nacional, las grietas se rellenaron con material de cementación. Y casi siete meses después, en marzo de 1909, se concluyeron los trabajos.
El patrimonio saltillense se rescató. La paz invadió al obispo, al gobernador y a toda una comunidad.
Después de aquel rescate, a lo largo del tiempo, a la torre mayor la han acompañado una peligrosa escalada y un misterioso suicidio. Algunas de las historias que ya hemos contado en esta sección.
*Con información de Jorge Fuentes Aguirre, Carlos Recio y Archivo Municipal de Saltillo.
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