¿La lucha de EU contra el fentanilo ha permitido el auge de la cocaína en América Latina?
COMPARTIR
El gobierno de Trump ha lanzado una agresiva campaña militar en la región, atacando embarcaciones que, según afirma, trafican con drogas, pero no está claro si esos ataques harán mella en el resurgimiento del tráfico de cocaína
NUEVA YORK- En la lucha contra una alianza internacional de pandillas, grupos guerrilleros, cárteles de la droga y mafias, el ejército ecuatoriano se encontró solo.
En 2022, el gobierno había perdido el control de las principales prisiones y las pandillas las dirigían como centros de reclutamiento. Los asesinatos aumentaban con rapidez y estaba claro que por el país circulaba mucha más cocaína de la que las autoridades podían confiscar.
TE PUEDE INTERESAR: Detienen a ‘Pipo’, líder criminal buscado en Ecuador y ligado al CJNG
Pero cuando el embajador estadounidense de esa época, Mike Fitzpatrick, llamó a Washington para transmitir la petición de ayuda de Ecuador, dijo que sus llamadas cayeron en saco roto.
“¿Dónde está el fentanilo? Ese es nuestro objetivo ahora mismo”, recordó que le dijeron altos funcionarios del Departamento de Estado. “Ecuador no tenía un problema de fentanilo que le interesara a Washington, todo es cocaína”.
Desde que el presidente Donald Trump asumió el cargo por primera vez en 2017 y durante el mandato del presidente Joe Biden, Estados Unidos cambió en gran medida su enfoque hacia la lucha contra el fentanilo, la droga que está provocando una crisis nacional de sobredosis.
Debido al aumento vertiginoso de las muertes por fentanilo en Estados Unidos, convertirlo en una prioridad tenía sentido, según las autoridades. Pero la severidad del cambio dio margen para que prosperaran los traficantes de cocaína, antaño objetivo principal de las fuerzas de seguridad estadounidenses, hasta el punto de que Ecuador estuvo a punto de caer en las garras de los grupos criminales, según cinco funcionarios actuales y anteriores de Estados Unidos y Ecuador. En la guerra contra las drogas, que duró décadas, al parecer la cocaína dejó de ser una prioridad.
Incluso ahora, después de que Estados Unidos reaccionó y decidió aumentar la ayuda económica para apoyar al ejército de Ecuador en el combate contra los grupos de narcotraficantes, su gobierno lucha por mantener el control.
Varias ciudades de Ecuador ahora figuran entre las más peligrosas del mundo, una situación impensable hace solo cuatro años, cuando el país era conocido por su seguridad, sus rosas y sus tortugas Galápagos. Los coches bomba aterrorizan a los civiles, y con frecuencia las pandillas se enfrentan a los soldados. Los funcionarios describen una cultura criminal tan poderosa que los escolares aspiran a unirse a las pandillas.
“Se trata de una guerra existencial”, dijo Giovanni Davoli, embajador italiano en Ecuador, quien comparó la lucha con la de Italia contra las mafias. “Ecuador no es un narcoestado, pero necesita ayuda”.
El gobierno de Trump ha lanzado una agresiva campaña militar en la región, atacando embarcaciones que, según afirma, trafican con drogas, pero no está claro si esos ataques harán mella en el resurgimiento del tráfico de cocaína.
Tampoco está claro si ese es su objetivo final.
Aunque los funcionarios estadounidenses han calificado la campaña como una operación antidroga, han ofrecido pocas pruebas de que los barcos transportaran drogas. La operación también se ha centrado en Venezuela, cuyo papel en el tráfico de drogas es bastante limitado. En privado, los funcionarios estadounidenses han dejado claro que el gobierno de Trump pretende expulsar del poder al líder autoritario de Venezuela.
La Casa Blanca no respondió a una solicitud de comentarios.
TE PUEDE INTERESAR: Enfrentamiento entre bandas deja 17 presos muertos en una cárcel de Ecuador
Muchos ecuatorianos se sienten divididos entre desear la ayuda estadounidense y temer la afirmación de dominio del gobierno de Trump sobre la región. Cuando Ecuador celebró en noviembre un referendo sobre la autorización de bases militares extranjeras en el país ―que los analistas calificaron como una invitación discreta a las fuerzas estadounidenses―, los votantes lo rechazaron.
Sin embargo, cuando en un día reciente la Armada de Ecuador detuvo a varios pescadores en el Pacífico, se alegraron de ver presencia militar. Dijeron que los delincuentes se habían tomado las olas, extorsionando a los pescadores que se atrevían a adentrarse en el mar.
“Las cosas han empeorado”, dijo un hombre, hablando con la condición de mantener su anonimato por miedo a las represalias de los delincuentes. “Ahí afuera, o le pagas a las pandillas o no vuelves”.
Una ‘superautopista de cocaína’
Durante décadas, Ecuador fue un pilar de estabilidad junto a vecinos como Colombia y Perú, asolados por la violencia del narcotráfico y el desorden político.
Desde ese lugar de relativa seguridad, Ecuador apartó a Estados Unidos, cerrando una base militar estadounidense en 2009. En respuesta, la embajada estadounidense cerró su oficina militar y el principal programa de lucha antidroga del Departamento de Estado en Ecuador.
En el momento en que Trump llegó a la presidencia, los cárteles mexicanos, agazapados en Ecuador, estaban consolidando su poder.
Los cárteles colaboraron con grupos colombianos para introducir cocaína en Ecuador, desde donde las pandillas la exportaban en lanchas rápidas, submarinos y contenedores de carga pirateados con destino a Europa y Estados Unidos. A medida que crecía el comercio, esas alianzas se ampliaron para incluir a las mafias europeas, según las autoridades.
Las alianzas transformaron Ecuador en lo que los funcionarios estadounidenses denominaron una “superautopista de la cocaína”. El presidente de Ecuador ha estimado que hasta el 70 por ciento del suministro mundial fluye a través de su país.
Ese cambio se produjo cuando el fentanilo se convirtió en una de las principales causas de muerte en Estados Unidos, lo que impulsó una crisis de sobredosis que tanto Trump como Biden convirtieron en una prioridad. En 2023, casi 73.000 sobredosis estuvieron relacionadas con el fentanilo, frente a 6000 muertes relacionadas con la cocaína sin mezclar con otras drogas, según las estadísticas del gobierno estadounidense.
“Muchos consideran que la cocaína es mala, pero no mala hasta matarte”, dijo Fitzpatrick, embajador en Ecuador de 2019 a 2024. Considerada por algunos como “un escalón por encima de la marihuana”, la droga ya no era una de las principales preocupaciones de Washington, afirmó.
Pero, en América Latina, la droga fue el principal motor del terror y la violencia, matando y mutilando a civiles mientras se abría camino hasta los compradores, principalmente en Estados Unidos y Europa.
Y el consumo de cocaína ha ido en aumento, según las autoridades de salud. Unos 25 millones de personas de todo el mundo consumieron esta droga en 2023, frente a los 17 millones de una década antes, según cifras de la ONU. El consumo ha aumentado un 154 por ciento en el oeste de Estados Unidos y un 20 por ciento en la costa este desde 2019, según Millennium Health, una empresa de análisis de drogas.
Un grupo de funcionarios del Departamento de Estado —que se autodenominan brigada CACA, por Care About Cocaine Again— ha defendido que Estados Unidos no debe perder de vista la droga. El tráfico de cocaína, según afirman, causa inestabilidad que agrava problemas internos en Estados Unidos, como la migración masiva.
Incluso si Estados Unidos hubiera intensificado antes sus esfuerzos antidroga en Ecuador, la falta de resultados en su guerra más amplia contra las drogas demuestra que el país podría haber seguido inundado de cocaína, dijeron los analistas. Otros señalaron que Washington solo disponía de un número limitado de recursos.
“Podemos caminar y mascar chicle al mismo tiempo, pero estamos apagando fuegos por todas partes”, dijo Todd Robinson, subsecretario de Estado para narcóticos internacionales de 2021 a 2025. “Ante la muerte de 100.000 estadounidenses al año, nuestras instrucciones eran averiguar qué hacer con el fentanilo”.
Mientras la violencia se extendía por Ecuador en 2022, Fitzpatrick recibió una llamada del presidente ecuatoriano, Guillermo Lasso, quien le pidió ayuda.
“Presidente, qué bueno que me llama pronto, antes de que las cosas empeoren. Veré qué podemos hacer”, recordó Fitzpatrick que le dijo al presidente.
Lasso se quedó atónito. “¿Pronto?”.
“Bueno, al menos todavía no hay cadáveres colgando de los puentes”, replicó Fitzpatrick.
Días después, se encontraron dos cadáveres colgados de un puente cerca de una ciudad portuaria: una demostración de fuerza habitual de los cárteles mexicanos, pero una ominosa primicia para Ecuador.
El resurgimiento de la guerra contra las drogas
Cuando Ecuador captó la atención de Washington, las autoridades intentaron actuar con rapidez.
“Pudo parecer que no habíamos captado las señales en Ecuador, pero no creo que fuera así”, dijo Robinson. “En cuanto el nivel de violencia se disparó allí, cambiamos los recursos policiales y de seguridad”.
La oficina antidroga del Departamento de Estado en Quito pasó de una persona en 2019 a casi 30 el año pasado, y la ayuda estadounidense —sobre todo la asistencia en materia de seguridad— aumentó de 88,5 millones de dólares en 2021 a 252 millones en 2022.
Aunque el gobierno de Trump ha recortado el gasto estadounidense en todo el mundo, el Departamento de Estado dijo que no había recortado ninguna medida antidroga en Ecuador.
En 2023, los ecuatorianos eligieron a un nuevo presidente, Daniel Noboa, un multimillonario. Una vez en el cargo, Noboa desplegó soldados en las calles y supervisó una represión que, según los críticos, socavó las libertades civiles.
Los grupos criminales también han actuado. En los dos últimos años, han secuestrado a policías, se apoderaron brevemente de un importante canal de televisión y han convertido los coches bomba, que antes eran una amenaza poco frecuente, en una sangrienta realidad. En octubre, una explosión arrasó un centro comercial durante el tráfico vespertino en la ciudad de Guayaquil, matando a una persona frente a las oficinas familiares de Noboa.
Noboa ganó la reelección este año y muchos oficiales militares, al ver que el mandatario ecuatoriano se reunió con Trump y cortejó a sus aliados, habían depositado sus esperanzas en la ayuda estadounidense.
Pero incluso antes del referendo de noviembre, el interés de Trump por Ecuador no estaba claro. En abril destituyó al embajador de Biden y no ha nombrado a un sustituto.
Un comandante de la Marina que habló bajo condición de anonimato, de acuerdo con el protocolo de seguridad, dijo que a veces pensaba que esa guerra no se acabaría nunca porque los narcotraficantes tienen poder económico y la gente va donde les pagan más.
Redadas y temores
Como Ecuador es un centro de exportación de cocaína, la Armada está librando gran parte de la batalla. Sus fuerzas, al igual que otros ejércitos de América Latina, a menudo se sienten superadas.
El gasto en seguridad aumentó un 15 por ciento el año pasado, hasta alcanzar los 3520 millones de dólares, pero los oficiales de la Armada dicen que los grupos criminales parecen disponer de armas y fondos ilimitados. Los jóvenes, empujados por la pobreza, son reclutas fáciles para las pandillas, mientras que el entrenamiento militar requiere años. La corrupción está muy extendida y las filtraciones han frustrado algunos operativos.
Estas sospechas se pusieron de manifiesto una mañana reciente, antes de una misión conjunta, cuando los soldados de la Marina y la policía se miraron con recelo. Las autoridades habían recibido una pista sobre el paradero de unos pandilleros aliados con un cártel mexicano y sospechosos de estar implicados en algunos atentados recientes.
Bajo la luz de la luna, un comandante gritó una arenga: “Ágiles, rápidos, seguros, ¡vamos!”. Unos 250 miembros de las fuerzas navales y de la policía subieron en autobuses, camiones y vehículos blindados de transporte de tropas.
Al final, los vehículos chirriaron hasta detenerse frente a un complejo de apartamentos. Las tropas y los agentes de policía se desplegaron mientras una unidad táctica asaltaba el edificio.
Desde afuera se oía un interrogatorio: bofetadas y gritos, un hombre gritaba: “¡Llama a mi mamá, no me pegues!”.
En la calle yacía una estatua rota de la Santa Muerte, un esqueleto amortajado que blande una guadaña y que es una figura venerada por muchos narcotraficantes mexicanos, la señal más reciente de la influencia de los cárteles.
Mientras crece el poder de los cárteles en Ecuador, también lo hacen sus vínculos con las mafias europeas, a medida que aumenta la demanda de cocaína en todo el mundo.
Cuando un alto funcionario estadounidense se trasladó recientemente a Europa desde Ecuador, cargó sus efectos personales en un buque de carga con destino a Amberes, uno de los mayores puertos marítimos del mundo. Cuando las autoridades portuarias revisaron uno de sus contenedores, no había adentro ninguna de sus pertenencias, según Fitzpatrick y el diplomático, quien pidió permanecer en el anonimato para hablar de una investigación delicada. Quedó claro que el diplomático, a quien la investigación exculpó, había sido víctima de “narcopiratas”.
Lo único que había en el contenedor, según dijeron él y Fitzpatrick, eran paquetes de cocaína. c. 2025 The New York Times Company.
Por Maria Abi-Habib, José María León Cabrera and Daniele Volpe, The New York Times.