La muerte de Prigozhin desató una lucha de alto riesgo por su imperio
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La semana pasada, una figura muy diferente encabezó la delegación rusa que recorrió tres países africanos, Yunus-bek Yevkúrov, el rígido viceministro de Defensa
Por Anton Troianovski, Declan Walsh, Eric Schmitt, Vivian Yee y Julian E. Barnes
Los líderes africanos aliados con Rusia se habían acostumbrado a tratar con Yevgeny Prigozhin, el líder mercenario fanfarrón y profano que viajaba en un jet privado por el continente, para ofrecerles apoyo con armas y propaganda a regímenes tambaleantes a cambio de oro y diamantes.
Sin embargo, la semana pasada, una figura muy diferente encabezó la delegación rusa que recorrió tres países africanos, Yunus-bek Yevkúrov, el rígido viceministro de Defensa.
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Yevkúrov, quien iba vestido con un uniforme caqui y una “telnyashka” —la camiseta a rayas horizontales de las fuerzas armadas rusas— dio señales de conformidad y control, al dar garantías envueltas en un lenguaje educado.
“Haremos todo lo posible para ayudarlos”, declaró en una conferencia de prensa en Burkina Faso.
El contraste con el extravagante Prigozhin no podía ser más significativo y se alineó con el mensaje que llevaba del Kremlin: después de la muerte de Prigozhin en un accidente aéreo el mes pasado, las operaciones rusas en África tendrán una nueva dirección.
Fue un vistazo a una oscura batalla que ahora se libra en tres continentes: la lucha por el lucrativo imperio paramilitar y propagandístico que enriqueció a Prigozhin y sirvió a las ambiciones militares y diplomáticas de Rusia, hasta que el líder de Wagner protagonizó un motín fallido contra el Kremlin en junio.
Las entrevistas con más de una decena de funcionarios en activo y retirados de Washington, Europa, África y Rusia —así como con cuatro rusos que trabajaron para Prigozhin— retratan un tira y afloja en torno a sus activos entre los principales actores de la estructura de poder rusa, incluidas dos agencias de inteligencia distintas. Muchos de los entrevistados hablaron bajo la condición de permanecer en el anonimato para tratar temas delicados diplomáticos y de inteligencia.
Según estas personas, la lucha se complica a causa de la lealtad persistente a Prigozhin en su ejército privado, donde algunos se resisten a ser incluidos en el Ministerio de Defensa de Rusia y, en cambio, apoyan una transferencia de poder hacia el hijo de Prigozhin.
“Wagner no es solo una cuestión de dinero, es una especie de religión”, afirmó Maksim Shugalei, un asesor político de Prigozhin, quien agregó que se siente orgulloso de formar parte de la fuerza mercenaria. “Es poco probable que esta estructura desaparezca por completo. Para mí, es imposible”.
Las entrevistas también revelaron más detalles sobre la campaña del presidente ruso Vladimir Putin para desacreditar a Prigozhin tras la rebelión, incluida su declaración a un grupo de figuras mediáticas en la que acusó al líder de Wagner de ser un usurero que había ganado miles de millones con “oro y joyas ostentosas”.
Los testimonios sugieren que, incluso muerto, Prigozhin sigue siendo una figura definitoria de la Rusia de Putin, que describe el secretismo, las luchas internas y las tácticas contradictorias del Kremlin en su guerra contra Ucrania.
La pugna por los activos de Prigozhin —los cuales reunió mientras comerciaba con su multifacética capacidad para servir a Putin a cambio de contratos gubernamentales— tiene implicaciones de gran envergadura. Su grupo paramilitar fue la fuerza de combate más eficaz de Rusia en Ucrania en el último año y su disipación genera dudas sobre la capacidad de Rusia para organizar nuevas ofensivas. El grupo de medios de Prigozhin, al cual completa una “granja de troles” en línea, fue fundamental para debilitar instituciones democráticas en todo el mundo.
En la actualidad, no hay un lugar donde las operaciones de Wagner tengan más valor para Rusia que en países africanos como Libia y la República Centroafricana, donde sus mercenarios han ganado confianza y riqueza apoyando a tiranos y autócratas. Estas labores ayudaron a aumentar la influencia de Rusia en el continente y a debilitar potencias occidentales como Francia y Estados Unidos.
Según autoridades de Occidente informadas de las evaluaciones confidenciales de los servicios de inteligencia, dos agencias de espionaje rusas —el servicio de inteligencia exterior (SVR, por su sigla en ruso) y la agencia de inteligencia militar (GRU, por su sigla en ruso)— compiten por hacerse cargo de aspectos clave de las operaciones de Prigozhin.
En la gira de Yevkúrov por África hubo señales de que la división de inteligencia militar desempeñará un papel clave en lo que pase después: la delegación incluyó a uno de los principales espías rusos, el general Andrei V. Averyanov, conocido por haber dirigido una unidad de élite especializada en subversión, sabotaje y asesinatos en el extranjero.
En unos videos difundidos por Burkina Faso y Mali, aparecía Averyanov junto a Yevkúrov mientras cortejaban a los líderes de esos países. Autoridades de Occidente consideran al general como uno de los principales candidatos para supervisar al menos algunas de las antiguas operaciones de Wagner como parte de un sistema en evolución que cuenta con varias empresas militares privadas.
El Kremlin se negó a ofrecer comentarios sobre el futuro del imperio de Prigozhin.
Para esta primavera, Prigozhin se había transformado de un oligarca sigiloso, enriquecido con contratos gubernamentales de servicios de comida y construcción, a un caudillo y político populista. Reclutó a decenas de miles de prisioneros para engrosar las filas de Wagner y sermoneó a los líderes militares rusos por su supuesta corrupción e incompetencia.
Prigozhin estaba igual de ocupado ganándose enemigos en el Ministerio de Defensa ruso tras bambalinas. Sostuvo sus propias negociaciones de intercambio de prisioneros con la agencia de inteligencia militar de Ucrania, sin la participación del ejército regular, en las que aprovechó su relación personal con Putin para llevar a casa a combatientes de Wagner en vez de a miembros alistados del servicio ruso, según varias personas con conocimiento de las conversaciones.
Mientras tanto, los miembros de la élite dirigente rusa estaban desconcertados en torno a por qué el Kremlin permitía que Prigozhin atacara a los altos mandos del país de una manera tan despiadada y pública.
Entonces, el 23 de junio, Prigozhin se amotinó, tomó la ciudad meridional de Rostov del Don y marchó hacia Moscú.
Cuando Prigozhin abortó su revuelta, tras aceptar un trato con el Kremlin, parecía que su carrera estaba acabada, incluso si tuvo suerte de haber escapado con vida.
Una pregunta fundamental era qué pasaría con sus combatientes mercenarios. Mientras las autoridades del Kremlin reflexionaban sobre su futuro, enviaron a varios de miles de estos a Bielorrusia “para estacionarlos allá”, según un funcionario de Occidente, para que tuvieran tiempo de averiguar cuáles oficiales de alto rango eran cómplices de la rebelión de Prigozhin y reforzar las defensas de Moscú contra cualquier ataque futuro.
La guerra de Ucrania apenas afectó los intereses de Prigozhin en África. Aunque algunas fuerzas de Wagner en África fueron reposicionadas en Ucrania las primeras semanas de la guerra, la mayoría permaneció en su lugar. Sin embargo, el motín fallido de junio puso una inmensa presión sobre las operaciones de Prigozhin en África.
A lo largo de julio y agosto, Prigozhin recorrió el continente a un ritmo frenético, para tratar de ratificar a sus aliados y apuntalar sus intereses comerciales, según autoridades de Occidente y otras personas que seguían sus movimientos.
Días después del motín, a finales de junio, altos oficiales de Wagner volaron al este de Libia para reunirse con el déspota Jalifa Hifter, a quien habían ayudado en el ataque a Trípoli en 2019. Según Mohamed Eljarh, un analista de seguridad que habla con regularidad con el círculo íntimo de Hifter, el mensaje fue que, a pesar del drama en Rusia, todo seguía igual en Libia.
De hecho, las cosas estaban a punto de volverse más preocupantes. El 30 de junio, un misterioso ataque con drones impactó en la base principal de Wagner al este de Libia, lo cual produjo dudas sobre la vulnerabilidad del grupo mercenario.
Entonces, altos funcionarios del Kremlin comenzaron a realizar sus propios viajes a África, para ofrecer el mensaje de que Rusia estaba reorganizando sus negocios allá.
Yevkúrov estuvo a la cabeza, gracias a que su experiencia pasada como comandante aéreo y gobernador regional le daba una buena reputación militar y política. Prigozhin lo había humillado en público durante el motín, al tomarlo como rehén y darle una reprimenda.
Ahora Yevkúrov tuvo la oportunidad de vengarse. Mientras viajaba a través de Siria, otro importante puesto de avanzada de Wagner, y de varios países africanos, buscó que Moscú tuviera un control más firme sobre las fuerzas de Wagner.
La competencia subió de tono. A finales de julio, estallaron actos coordinados a favor de Wagner en Mali, Burkina Faso y la República Centroafricana.
Unas semanas más tarde, Prigozhin voló de regreso a África para realizar una gira rápida.
Según autoridades francesas, su avión hizo dos escalas en Libia. Hizo una pausa para grabar un discurso en video, el primero desde el motín, en el que aparecía en un desierto —según analistas, en Mali— vestido de camuflaje y levantando un fusil de asalto. Prigozhin señaló que Wagner se estaba expandiendo por África.
No obstante, Yevkúrov también estaba hablando con varias personas por primera vez. El 22 de agosto, un día después de la publicación del video de Prigozhin, el ministro ruso llegó a Libia para sostener sus propias conversaciones con Hifter. Según Eljarh, Yevkúrov le dijo al comandante libio que la relación se estaba reiniciando. Los combatientes de Wagner se iban a quedar, pero la inteligencia militar rusa quedaría a cargo.
Al día siguiente, Prigozhin voló de regreso a Moscú, donde se reunió con autoridades rusas, señaló después Putin en declaraciones televisadas. Luego abordó un vuelo a su casa, San Petersburgo, junto con sus dos principales subalternos: Dmitri Utkin, comandante principal de Wagner, y Valery Chekalov, su jefe de logística.
Diecinueve minutos después del despegue, el avión comenzó a moverse de manera errática antes de caer a 30.000 pies en más o menos un minuto y se estrelló contra un campo en medio de una bola de fuego.
Prigozhin les causó dolor y sufrimiento a muchos ucranianos, rusos, sirios y africanos, Sus medios de propaganda y sus granjas de troles acosaron a periodistas rusos y a figuras de la oposición. Sus fuerzas fueron acusadas de horribles crímenes de guerra en Siria, masacres en varios países africanos y tortura de prisioneros en Ucrania.
No obstante, Prigozhin también creó un grupo de seguidores devotos, entre ellos Shugalei, quien pasó más de un año encarcelado en Libia mientras Prigozhin hacía campaña a favor de su liberación, la cual ocurrió con el tiempo.
Shugalei rechazó la idea de que el gobierno ruso pudiera hacerse cargo por completo de Wagner u operar con la misma eficacia y describió al poco conocido hijo de Prigozhin, Pavel, como un heredero potencial de su imperio.
“Creo que tiene que hacerse cargo de algunos de los problemas”, comentó para referirse a Pavel Prigozhin. “Hasta donde sé, está preparado”.
En Washington, para las autoridades que siguen el tira y afloja sobre el legado de Prigozhin, es demasiado pronto para saber cómo saldrá todo.
c.2020 The New York Times Company