Menstruación a los 8 años y ciclos irregulares; la investigación del COVID-19 está en deuda con la salud reproductiva femenina
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Estudios demuestran que en lugar de tomar en cuenta la salud reproductiva femenina como parte del desarrollo de la vacuna contra el Covid-19, la comunidad médica y científica investigó las afectaciones hasta después de que se administraron las vacunas.
La crisis médica causada por el COVID-19 desencadenó el abandono de varias enfermedades y explorar apresuradamente el terreno desconocido en búsqueda de una cura sacrificó efectos secundarios que dejó doblemente vulnerables a mujeres y niñas.
A tres años del comienzo de la pandemia más de 5 mil 510 millones de personas en todo el mundo han recibido al menos una dosis de una vacuna contra el COVID-19, de acuerdo con datos recopilados de fuentes gubernamentales por el proyecto Our World in Data de la Universidad de Oxford. La cantidad equivale al 71,8 por ciento de la población mundial.
Según UNICEF, aproximadamente la mitad de la población femenina, alrededor del 26 por ciento de la población mundial, está en edad reproductiva. Las cifras se traducen en la preocupante factura que está cobrando el desinterés por la salud de millones de personas menstruantes en medio de atender la crisis por la pandemia.
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EL FENÓMENO SE ENCONTRÓ EN EL SEGUNDO EPICENTRO
En Italia -uno de los primeros países en implementar confinamiento nacional- los doctores comenzaron a notar que el inicio de la pubertad en las niñas ocurría a una edad cada vez más temprana con menores de 8 años comenzando a menstruar o a desarrollar pechos. La llamada “incidencia” fue diagnosticada como pubertad precoz central (CPP por sus siglas en inglés).
En un estudio que se publicó en 2020 y que incluyó a 49 pacientes, se encontró que 37 de ellas presentaron CPP de nuevo diagnóstico y 12 mostraron una aceleración de su diagnóstico previo. La cantidad fue significativamente mayor que la media para el mismo período de los cinco años anteriores.
UN LLAMADO DE ATENCIÓN GLOBAL
En 2022 otra publicación sobre CPP exploró, además del COVID-19, las complicaciones de un repentino estilo de vida sedentario debido a la pandemia. Esta vez, se observó a 490 menores de edad -también en Italia- y se destacó que el porcentaje de niñas con CPP creció de 2019 a 2020 pero “no se encontró diferencia en los niños”.
En China se estudió a 191 niñas en edad escolar con CPP; en Turquía se encontró que el número de niñas diagnosticadas con CPP durante un año de pandemia fue más del doble que en cualquiera de los tres años anteriores; en India se hallaron más casos de CPP también durante la pandemia.
Además se abrieron registros de los testimonios de mujeres de entre 20 y 30 años ya vacunadas que fueron entrevistadas por expertos.
“Algunas informan un alargamiento del tiempo entre los ciclos menstruales, otras hablan de un ciclo más corto con poco o ningún sangrado, y otras informan un aumento del dolor menstrual y sangrado abundante”, detalló la antropóloga Meghna Roy en entrevista con Jamie Brooks para Service95.
INFORMACIÓN TARDÍA CONVERTIDA EN DESINFORMACIÓN
Entre las niñas iniciando la primaria que ya menstrúan y las adultas cuyos ciclos se volvieron irregulares, más largos o hasta más frecuentes, estas investigaciones recientes (demoradas) se vuelven armas de desinformación en manos de los “antivacunas”.
Aunque la mayoría de los procesos de prueba para las vacunas excluyeron investigar las afectaciones al ciclo menstrual, los científicos que sí están estudiando los impactos de COVID-19 en la salud reproductiva enfatizan que no se está cuestionando la eficacia de las vacunas ni las desalientan.
Si bien se denominó como “emergencia potencial” a esta condición, los investigadores dicen que se necesita examinar también factores como el estrés y alimentación, entre otros, pero cada estudio enfatiza la necesidad de investigación adicional que involucre poblaciones más grandes.
Entre tanta cobertura mediática sobre la pandemia, se desatiende su impacto en las personas menstruantes, ¿Qué opinas al respecto?