Día del padre: el dolor de un hijo ausente, pero con la esperanza de encontrarlo

México
/ 15 junio 2025

Estas son cuatro historias de hombres que hacen hasta lo imposible por encontrar a sus vástagos quienes no han podido ser localizados

CDMX.- La crisis de desapariciones no distingue géneros. Son las historias de hombres que con pico y pala se levantan, incluso desde el extranjero, con la esperanza de encontrar a hijos e hijas, y que esta fecha pasa inadvertida sin su compañía.

“PIDO A DIOS QUE ME DÉ OPORTUNIDAD DE VERLO’

“Yo qué más quisiera que encontrar a mi hijo. Vender todo lo que tengo con tal de localizarlo, saber dónde está, pero desgraciadamente no hemos tenido noticias ni información, extorsiones como siempre, pero hasta ahí. Sólo le pido a Dios que me dé la oportunidad de volverlo a ver”, dice Bernardo Arreola.

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Desde el 21 de mayo de 2023 busca a su hijo Diego Iván Arreola Pérez, desaparecido en la colonia Las Águilas, en Álvaro Obregón. Su familia ha emprendido búsquedas en barrancas y autopistas de la Ciudad de México para seguir su rastro, pero le es difícil sin apoyo gubernamental y con las responsabilidades de dirigir un hogar.

Siempre andamos en todas las búsquedas, ahorita pedí permiso para venir acá. En mi trabajo me dicen que le eche ganas, pero a los patrones lo que les interesa es su dinero. Me pueden dar dos o tres días a lo mucho. No me pueden prolongar más días, trato de no faltar para no tener problemas”.

Por dos años la angustia ha invadido a la familia Arreola Pérez y cada que pasa el tiempo las posibilidades de encontrar a Diego con vida disminuyen, pues el gobierno de la alcaldía y de la Ciudad de México se han negado a revisar cámaras del último lugar donde estuvo el joven.

Detrás de la gasolinería de la colonia Las Águilas lo levantaron, a él con otro amigo y se lo llevaron, y hasta la fecha nomás no sabemos nada. Lo trajeron hacia el rumbo de la autopista poniente que va rumbo a Santa Fe. Toda esa zona agarraron, pero dicen las autoridades que la cámara de ahí no sirve, perdieron su rastro. Nos dio coraje porque hay muchas salidas a Toluca, San Mateo, a Santa Lucía, en las salidas hay cámaras y no las revisan”, lamenta.

Don Bernardo fue gasolinero por tres décadas y enseñó su oficio a su hijo desde los 12 años. Así, Diego conoció el mundo de las gasolinerías, se convirtió en un joven trabajador y amable, cuya localización es desconocida desde que tiene 21 años.

La última llamada que recibió con información del paradero de su hijo era extorsión, pues aseguraron que Diego estaba en Nueva Italia, Michoacán, aunque no era así. Depositaron dinero y le enviaron fotografías editadas del joven, ahí supieron que era mentira. Denunciaron los hechos a la fiscalía y hasta ahora no hay respuesta del joven ni del dinero.

Durante una búsqueda en las barrancas de Álvaro Obregón, el padre porta una playera blanca con una foto de Diego.

$!Salvador Antonio Artiga Morales viaja constantemente desde El Salvador a México para acudir a las brigadas de búsqueda.

DESDE EL SALVADOR AYUDA A BRIGADAS

Para Salvador Antonio Artiga Morales, llevar una década sin saber nada de su hijo Gustavo es doloroso; sin embargo, nunca se rendirá.

Desde El Salvador, el padre viene periódicamente a México para emprender búsquedas en vida del joven, quien migró en 2015 y fue visto por última vez en Altar, Sonora.

Las brigadas nos ayudan a seguir luchando, a no olvidar, aunque el dolor siempre anda con uno. Somos padres, siempre está ese dolor y siempre hay que estar en la lucha. Primero Dios, vengamos el otro año, pero estas autoridades no lo dan fácil, al fin de tanto, el tiempo pasa y ya tenemos 10 años de estar en la lucha”, cuenta.

El 30 de agosto de 2015 recibió la última llamada de su hijo de 33 años, a quien no puede buscar siempre por lo costoso que representa viajar hasta Sonora desde El Salvador.

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A pesar de esto, los colectivos y activistas apoyan a la familia, y la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) también, aunque la ayuda es limitada.

Salvador recuerda a su hijo: un activista que vela por personas en adicción, que da sesiones en Alcohólicos Anónimos, devuelve a la vida a gente que no es escuchada y que es rechazada por la sociedad.

“Él hizo buenas obras, sacó a varias gentes del alcoholismo, cuando se dieron cuenta de que había desaparecido, la misma gente dijo que por qué personas buenas como él desaparecen. Él sacaba a personas que andaban en la calle, las metía otra vez a la familia, a la sociedad. Ese era su mejor trabajo, porque es un ser humano con buenos principios”, cuenta el padre.

“La autoridad de El Salvador es peor que la de acá. No hacen nada y dicen que no les compete, pero somos seres humanos y tenemos derecho porque somos salvadoreños, tienen que luchar por nosotros, pero no se hace nada, sólo es pura política. Es difícil venir cada año, sólo venimos por un par de semanas porque de ahí nos vamos de regreso todas las madres buscadoras”, cuenta.

A finales de abril pasado, padres y madres de El Salvador, Honduras y Guatemala realizaron la tercera Brigada de Búsqueda en los estados de Tamaulipas, Sonora y Baja California.

Las madres se ven bien unidas, eso sí es una cadena que no se puede romper, ni aunque las autoridades quieran. Aquí las mamás nos dan oportunidad a los padres, nos integran. Desde El Salvador y hasta donde sea necesario, voy a buscar a mi hijo”, asegura.

$!Jesús García lleva 12 años tratando de ubicar a su hija Reyna Karina, quien fue vista por última vez en Tlalnepantla.

‘MI HIJA ERA LA MAYOR, TUVO DOS NIÑAS’

Durante 12 años, Jesús Guadalupe García Hernández ha buscado a su hija Reyna Karina, desaparecida en Tlalnepantla, Estado de México. Su lucha lo ha llevado a liderar el Colectivo Uniendo Esperanzas y el primer grupo de hombres, Los Otros Buscadores de Mario Vergara, nombrado en honor a un buscador que murió sin encontrar a su hermano.

Se hizo este colectivo con el afán de impulsar a nuestras esposas, hermanas, primas, sobrinas y madres. Estamos al pendiente de todo, las acompañamos y hacemos el trabajo que ellas también hacen con el machete, con la pala, evitarles un poquito el trabajo. Hay muchos hombres que estamos buscando a nuestros hijos y a nuestras esposas”, explica.

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Al darse cuenta de que todas las búsquedas eran lideradas por mujeres, Jesús comenzó a integrarse a las jornadas generalizadas y a apoyar a madres que dejan todo atrás para encontrar por cielo, mar y tierra a sus familiares. Así aprendió a trabajar en equipo.

Nuestras mujeres luego están enfermas, tienen accidentes, ya sea una enfermedad, infección, una caída. Nosotros estamos atrás para apoyar, empujar y seguir hacia adelante. Siento mucha impotencia, un ser querido es irremplazable y tengo más hijos que nos han dicho que ya deje la búsqueda. Mi esposa caminó 11 años sola, sin ningún colectivo, yo no me unía a ella a 100% por estar laborando, por ser el sostén de la casa”.

Hace tres años, el padre asistió a su primera búsqueda en Morelos y luego enfermó de Covid-19, estuvo incapacitado un mes y aunque quiso regresar a su trabajo, fue despedido.

Para no decaer, Jesús se integró a más jornadas y encontró una motivación: ya no buscaba sólo a su hija, sino a decenas de hijos de otras familias.

“Mi hija era la mayorcita, una mujer muy luchona. Tuvo dos niñas, ella prefería quitarse el pan de la boca por sus hijas, trabajó por ellas. En el último encuentro que tuvimos antes de la desaparición, estaba muy feliz, iba con su esposo y me dijo que dejaría de trabajar porque habían juntado para una casa. A mí me dio mucha alegría porque ya se iba a dedicar de lleno a sus niñas”, relata entre lágrimas.

Después de ese 8 de diciembre de 2012, nunca volvió a escucharla. La carpeta de investigación se perdió 10 años, a su consideración, el esposo (expolicía federal) actuó sospechoso desde el principio: no levantó una acta de abandono o extravío, tampoco ayudó a buscarla.

$!Jesús Reyes desciende 120 metros en el Mirador de Topilejo para buscar a su hijo Jesús Armando, quien desapareció hace poco más de cinco años.

‘CON EL AFÁN DE HALLARLO, HAGO HASTA LO QUE NO’

Mientras se coloca un arnés, casco y rodilleras para descender 120 metros en el Mirador de Topilejo, en Tlalpan, Jesús Reyes Andrade recuerda que desde hace cuatro años asiste a jornadas de búsqueda, a pesar del peligro que representan.

Su hijo Jesús Armando desapareció junto a Leonel Martínez y Ángel Ramírez el 19 de noviembre de 2019 en la alcaldía Gustavo A. Madero.

Yo he salido a buscar en diferentes partes de la Ciudad de México y otros estados. Las autoridades según hacen sus reuniones que, para mejorar, pero no, seguimos igual, todo sigue igual. A la Presidenta y jefa de Gobierno les pediría que hablen con su gente, que vengan a trabajar como se debe, porque a veces llegan y sólo están parados viendo sus celulares”, dice.

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Al ser parte del Colectivo Hasta Encontrarles, Jesús ha formado amistades con madres buscadoras, activistas, personas solidarias y periodistas de la Ciudad de México. En cada búsqueda comparte momentos valiosos y acompaña a quienes tienen menos experiencia.

Con el afán de buscar a mi hijo, de encontrarlo, yo hago hasta lo que no. A él le gustaba ayudar a la gente, llevaba comida, regalaba ropa, a los niños juguetes, él andaba a todos lados. Ahorita él debe tener 33 años más o menos, después de tanto tiempo, espero encontrar a mi hijo como sea, pero ya saber que lo tenemos”.

No le teme a las alturas, a la inseguridad o a resbalarse entre rocas y vidrios rotos, confía en su instinto, se prepara y desciende barrancas con una cuerda que sostiene su vida y las esperanzas de hallar a su hijo.

Don Jesús es conocido y querido entre los colectivos capitalinos, cada que tiene oportunidad asiste a las jornadas con su equipo: no lo detiene la lluvia, el sol o el mal clima. Ejemplo de ello fue el mes pasado, que por días hizo el trabajo de las autoridades: desmontó metros de un terreno fangoso, lleno de basura y con mínima protección.

A su consideración, cualquier riesgo vale la pena con tal de encontrar a su hijo. En su trabajo le dicen que le “eche ganas”, no hay apoyo verdadero ni empatía hacia él, ese que sólo halla con buscadores como él.

Durante la jornada, los padres están concentrados, cuidan no caerse, gritan “piedras” para alertar a los demás cuando se desmorona el camino. Otros quitan vidrios y espinas. Mientras separa basura, Jesús asegura: “A donde me inviten iré, todo sea por encontrar a mi hijo”.

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