¡A nadie engañan! Esta crisis la detonó Morena, un cáncer que debe ser extirpado
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Despliegan un nacionalismo bananero y usan como excusa el intervencionismo de Estados Unidos para acosar a quienes piensan diferente
Un huracán de malas noticias ha estremecido al país en meses recientes. El peso mexicano ha sufrido las consecuencias y tan sólo en 2024 se depreció casi 23 por ciento frente al dólar. Esta crisis la ha aprovechado el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) para proseguir con sus mezquinos intereses: avanzar a marcha forzada con la destrucción de México y presionar a la oposición a cerrar filas ante los embates mediáticos de Donald Trump. Ejecutan el guion de sus aliados marxistas en Cuba al pie de la letra.
Al igual que los Castro, despliegan un nacionalismo bananero y usan como excusa el intervencionismo de Estados Unidos para acosar a quienes piensan diferente al partido oficialista. También les sirve para justificar el porqué tantas cosas no funcionan en el país, desde la escasez de medicamentos y el desabasto eléctrico, la ralentización de las inversiones y el colapso de la productividad industrial o el acotamiento gradual, pero irreversible de los derechos político-electorales de la población que muy tarde descubre el verdadero significado de una dictadura.
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La prisión preventiva oficiosa aprobada por Morena –que el gobierno te encarcele primero y luego “investigue” si eres culpable incluso por temas fiscales– es una alarmante réplica del sistema judicial cubano. Allá, en esa cárcel caribeña repleta de muertos de hambre y sin libertad, están estancados desde 1959. Aquí estamos con actividad económica anémica desde 2018 y contando.
¡Cuidado! Este narcogobierno en México es igual de perverso que el de La Habana. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) logró implosionar a la República y sus instituciones democráticas a pocas semanas de largarse de Palacio Nacional. Esto se materializó primero colonizando al órgano electoral con allegados suyos, después cambiando las reglas del juego y organizando una elección de Estado con todos los recursos del Gobierno Federal para la compra masiva del voto (los “programas sociales”). Por último, se presionó con múltiples reformas a la Constitución que esa supermayoría ilegítima aprobó al vapor.
Para verano del presente año veremos consumada la demolición del Poder Judicial a través de una “elección” amañada, sin recursos financieros suficientes, claramente caótica y, a todas luces, ideologizada. Muchos sujetos indeseables e incompetentes, así como criminales de todo tipo, aguardan con ansiedad ser partícipes de esa tómbola; los requisitos para postularse son una auténtica mofa bajo cualquier estándar internacional. A los representantes del Parlamento Europeo y estudiantes de Harvard les fue imposible contener la risa al conocer los detalles de la rifa judicial ideada por el malparido de Macuspana y reforzada por la judía comunista de Claudia Sheinbaum que dejó en su lugar.
Pero de las carcajadas pasamos al susto. Trump –con el cierre de la frontera y la amenaza de los aranceles– nos recordó a los mexicanos la pésima condición en que tenemos nuestra casa, totalmente desaseada. La realidad nos alcanzó y del otro lado del río Bravo están mucho menos dispuestos que aquí a permitir lo que ya es un hecho: “El Gobierno de México ha proporcionado refugios seguros para que los cárteles se dediquen a la fabricación y el transporte de narcóticos peligrosos (...). Esta alianza pone en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos, y debemos erradicar la influencia de estos peligrosos cárteles”, afirmó hace no mucho la Casa Blanca en un comunicado oficial. Nada nuevo bajo el sol.
Todos en México sabemos que las campañas políticas de Morena las financia el narcoterrorismo (Cártel de Sinaloa) y los líderes del tráfico clandestino de migrantes y “huachicol” o combustible ilícito (el finado Sergio Carmona). Todos sabemos que las entidades federativas más inseguras siguen gobernadas por el oficialismo (Sinaloa, Guerrero, Chiapas, Sonora, Michoacán, Baja California Norte, Nayarit, Tamaulipas, Veracruz, Zacatecas) o sus aliados (Nuevo León, Jalisco y San Luis Potosí). Todos sabemos que los homicidios, asaltos en carreteras, secuestros, extorsiones, cobros de piso y robos no cesan en México, aunque el gobierno tenga “otros datos” y modifique la contabilidad de los mismos para maquillar la situación.
Movilizar a las policías, la Guardia Nacional, al Ejército y a la Marina no sólo no abonan a mejorar la situación, sino que recrudecen la violencia en las zonas donde son desplegados. Gran porcentaje del aparato gubernamental mexicano está infiltrado por delincuentes y putrefacto de corrupción. Imposible hoy en día distinguir a los buenos de los malos. Ambos portan armas, pasamontañas y uniforme. También matan por igual y sin pudor.
Al parecer todos lo saben menos la narco-Presidenta que impuso López Obrador. Y solicita unidad frente a la amenaza de nuestro vecino del norte, que está harto de recibir millones de migrantes sin papeles y de drogas que envenenan a su gente. ¡Así que no se deje engañar! Recuerde que esta grave crisis por la que atravesamos –la financiera, energética, sanitaria, educativa, de agua, migratoria, electoral y de seguridad– la detonó Morena, y es parte intrínseca del problema. Al igual que las drogas, ese partido es un cáncer que debemos extirpar.
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Nuestra responsabilidad como ciudadanos es exigir siempre votaciones libres y equitativas, así como rendición de cuentas con plena transparencia sobre cómo, dónde y para qué se usan nuestros impuestos. Estamos en todo derecho de dejar de pagarlos si el Estado no cumple con su obligación legal para con los gobernados. Desobedecer al poder y a sus funcionarios que están coludidos con los narco-terroristas no sólo es deseable, sino moralmente necesario.
Bien organizados como sociedad podemos remover a aquellos que son ineficientes o bribones, como los miles de sinaloenses que se han desbordado por las calles para pedir a gritos la salida del narco-gobernador Rubén Rocha. Si no mostramos capacidad para hacerlo nosotros mismos –por desidia, pereza o miedo–, los estadounidenses intervendrán temprano que tarde. Y las naciones fallidas que Washington ha invadido en las últimas dos décadas acaban peor que como estaban. Sólo mire a Irak, Libia y Afganistán... ¡Primera llamada!