Abner Doubleday... Y además era General
Yo amo los diccionarios. ¿Cómo no amarlos, si las palabras son para mí objeto de veneración, pues de ellas vivo, y cada diccionario es como una mina de palabras, o un gran banco donde puede uno pedir prestados, sin pagar réditos, todos los vocablos que desee?
Los anaqueles de mi biblioteca están llenos de diccionarios. Los tengo de muchos temas y en variadas lenguas. Esplende entre ellos el gran Larousse en edición francesa, preciosísima, de fines del siglo antepasado, en 15 grandes tomos. No desmerece junto a él un “Diccionario del Hampa”, hallado en alguna librería de viejo, en el cual se enuncian todos los voquibles que ha usado la gente de trueno en los barrios bajos de la Ciudad de México.
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Hace tiempo compré en Barnes & Noble de San Antonio, Texas, una “Enciclopedia Militar”, voluminosa obra. Su autor es Trevor N. Dupuy, uno de los escritores de más nota con que cuenta la casa Harper, editora. En la portada vienen los retratos de tres grandes soldados de la Historia. Dos de esas imágenes son grandes, la otra más pequeña. Las grandes pertenecen a los generales norteamericanos Grant y Lee; la imagen pequeñita es la de Napoléon.
Eso me hizo recordar el Teatro “Macedonio Alcalá”, de Oaxaca, que ostenta en su interior, en la pared frontal, cinco medallones con los rostros de músicos famosos. Los medallones laterales, muy pequeños, muestran las efigies de Bach, Mozart, Wagner y Beethoven. El medallón central, enorme, es el don Macedonio, autor del vals “Dios nunca muere”.
Busqué en el diccionario de Dupuy los nombres de militares mexicanos. No hallé a don Porfirio Díaz ni a Zaragoza. No encontré a Iturbide o Miramón. Tampoco están Felipe Ángeles, Joaquín Amaro o Villa. Aparece, sí, Santa Anna, en un extenso artículo, y aparece también Zapata.
En el hojeo me topé con Abner Doubleday, de quien nunca había podido hallar datos extensos. Este general norteamericano nació en 1819, en Ballston Spa, Nueva York, y murió en 1893 en Mendham, New Jersey. Desde los 16 años de edad fue combatiente: luchó de voluntario contra los indios seminoles. Ingresó en West Point, de donde se graduó en 1842.
Cuatro años después vino a México, joven oficial en las tropas expedicionarias que nos hicieron aquella guerra injusta condenada por Lincoln y Thoreau. Luego tomó parte en la Guerra Civil de su país. Estuvo en Fort Sumter y en la batalla de Shenandoah, en 1861. Combatió también en Antietam y Fredericksburg, dos de los más grandes escenarios bélicos de aquel tremendo conflicto.
En 1873 Abner Doubleday se retiró de la carrera de las armas y se dedicó a un placentero quehacer: el de escribir. Dos libros publicó, ambos de memorias, pero en ninguno se ocupó de la guerra con México. Sus recuerdos eran de la guerra del Norte contra el Sur.
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¿Por qué he recordado a este general americano, Abner Doubleday? Porque en estos días se están jugando los partidos de los cuales saldrán los equipos que disputarán la Serie Mundial de beisbol, y resulta que el general Doubleday es considerado el creador del beisbol, juego cuyas reglas fijó en 1839, cuando tenía 20 años de edad.
Pocos lo recuerdan como militar, pero todos lo evocamos con gratitud por ese maravilloso invento: el beisbol.