Café Montaigne 352: El dolor eterno de Alfredo García
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La mayor parte de los pasajes recogidos ‘En el Fondo un Sol Inerte’ son textos desgarradores pidiendo auxilio y ayuda. Imagino, nadie los leyó en su momento en la red. Nadie. Ni sus ‘amigos’
El problema de la historia es la historia. La repetimos, tristes humanos, a golpe de cincel y piedra. Edipo sigue estando vivo por un estúpido y trivial motivo: todo mundo carga pecados ancestrales (y nuevos) en la espalda. Los pecados se muestran en las cuencas oculares, en el pitillo encendido o en la copa macilenta en la cantina gelatinosa. El problema de los poetas es el mismo de siempre: existir; vivir muy a pesar de sí mismos.
Cuando un poeta nace, escribió Aristóteles en su “Poética”, se le asigna un demonio. No un ángel ni un Dios, no; sino un demonio. Cuando dicho ser humano –escogido por la Diosa blanca de la creación, por el destino, por el azar, el padrote, la madrota; en fin, vaya usted y bautice lo anterior–, cuando el poeta va y bebe del arroyo de la poesía, triste su calavera. Jamás, jamás estará a salvo, en sus entrañas y pupilas –una alcoba en sus retinas– incubará a un monstruo. Una bestia feroz y carnicera, la cual terminará por engullirlo. Y jamás le dejará hueso sano ni linfa limpia. Jamás.
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El anterior liminar a vuelapluma viene a mi torpe materia gris para contextualizar lo siguiente: murió el poeta, mi amigo, mi admirado Alfredo García Valdez, y es un dolor eterno. ¿Murió ayer, antier o el pasado 17 de enero del 2022? Ja, es intrascendente. Ya es eterno. Pero también y lo bien cierto: Alfredo está muerto. Pez, oleaje y la mar estáticos. La palabra muerta. La lengua y el lápiz presos en la propia epidermis. Su epidermis. Así de simple. Así de complicado.
Los hados de los libros. Siempre los hados de los libros. Usted lo sabe: los libros tienen su propia vida. Ellos nos buscan y llegan a nuestras manos. No al revés. Si usted los busca como capricho, jamás llegarán a su biblioteca. Lo anterior justo me ha pasado, por eso la estampa de hoy. Voy: deambulando en el centro de Saltillo, entré a un bazar de esos donde hay cosas sin importancia, enseres domésticos enmohecidos, vestidos apolillados, tazas y cuchillería ajadas; en fin. Como todo buen bazar, tenía un pequeño estante con libros regados y sin clasificar.
Enjutos de páginas, sin lomo visible, un opúsculo y unas páginas sueltas apenas grapadas (como si fuese un folio antiguo). A saber: 46 páginas grapadas bajo el siguiente título, “Claves mínimas para leer a Octavio Paz. Adolfo Castañón, Eduardo Hurtado, Alfredo García”. Edición de la FILA 2015.
El opúsculo: “En el Fondo un Sol Inerte”, poemas de Alfredo García Valdez, editado en enero de 2024 bajo el palio de la Universidad Autónoma de Coahuila y la Facultad de Ciencia, Educación y Humanidades. ¿Usted sabía de su existencia, los ha leído?
El opúsculo, del cual se recogen algunos de los poemas, prosas y reflexiones los cuales Alfredo escribió en el Muro Digital de Lamentaciones Públicas, llamado Facebook (en un poema escribió: “...ven conmigo a los muros de cuarzo de Facebook...”), por tres largos y penosos años al menos, tiene 95 páginas, el prólogo es del académico Javier Treviño y se tiraron... 100 ejemplares. No es broma. Una Universidad, la de Coahuila (bajo la égida hoy del infante Octavio Pimentel, es decir, la nada), editando opúsculos de apenas 100 ejemplares. En el bazar donde lo encontré, apilados había no menos de 15 a 25. A 30 pesos el ejemplar. Flaco y amargo favor le hicieron los admiradores y “lectores” de mi amigo, el poeta, al haber realizado semejante ridículo y estúpido “homenaje”.
ESQUINA-BAJAN
¿Cuándo tomó la decisión el poeta Alfredo García de renunciar a su vida real y habitar, para su final, eso llamado ahora vida virtual? No lo sé. Apenas lo adivino. Pero hoy, con los fragmentos de sus poemas y reflexiones editados en el anterior opúsculo, cuadro un puzle doloroso: ahíto de amargura, desesperanza, desdicha y hiel sin fin. ¿Cuándo y por qué don Alfredo dejó de ser “Homo sapiens” y se convirtió en “homo virtual”? No lo sé.
En uno de sus últimos poemas exhibidos en la red (me niego a escribir “publicados”), “El sabueso de los Baskerville” de 2021, se lee: “...soy acaso/ el único poeta que ha sido despedido de una editorial,/ de un periódico y de una biblioteca,/ en la pobreza, dándome baños de poesía/ que no habrán de preservarme de la Muerte”.
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¿Por qué don Alfredo no supo, no quiso o no pudo quedarse de tiempo completo en la editorial? ¿Por qué no supo, no quiso o no pudo quedarse de tiempo completo en un periódico? ¿Por qué no supo, no quiso o no pudo quedarse a vivir en la biblioteca? Espacios de trabajo y creación privilegiados. Desgraciadamente, los perdió. La mayor parte de los pasajes recogidos en el opúsculo (mal editado, con errores y falta de criterio editorial), son textos desgarradores pidiendo auxilio y ayuda. Imagino, nadie los leyó en su momento en la red. Nadie. Ni sus “amigos”.
“Estregaban mi estómago y garganta/ los licores baratos del expendio/ de la esquina, de marcas fantasiosas,/ de marbetes extravagantes...”. Desgraciadamente, así murió el poeta, nunca dijo adiós a las cantinas. Una semana antes de su muerte, lo vi en una piquera, la cual nombra mucho en sus textos. Acodado en una esquina sonámbula, Alfredo estaba en su mesa, envuelto en vapores etílicos y humo del eterno pitillo en sus dedos. Fue la última vez.
LETRAS MINÚSCULAS
Hoy me duele el doble su muerte al leer algunos textos los cuales él publicó en su Muro de Lamentaciones Digitales. Desgarrador.