Ciberdelitos: nadie está a salvo de ellos
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La seguridad en el mundo digital es, sobre todo, un asunto de carácter personal. Muy poco -o nada- pueden realmente hacer las autoridades para protegernos en ese terreno
La vida moderna, que se desarrolla en gran medida en el ciberespacio, implica la existencia de numerosos riesgos para las personas. Desde la posibilidad de ser víctimas de un robo hasta la de sufrir daños materiales, las conductas delictivas que involucran el uso de herramientas digitales se multiplican a nuestro alrededor.
Como lo informamos en nuestra edición impresa de hoy, de acuerdo con datos del Censo Nacional de Seguridad Pública Federal existe un amplio catálogo de conductas que implican riesgos para cualquier persona. El fraude, las amenazas y la difamación son las tres conductas que con mayor frecuencia se han detectado en el territorio de Coahuila.
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Tal realidad implica que, tal como en nuestras casas, negocios o lugares de trabajo es necesario adoptar medidas para disminuir los riesgos, la parte de nuestras vidas que transcurre en el mundo digital también implica la adopción de estrategias para garantizar nuestra seguridad.
Y es que de la misma forma como en el “mundo real” nos acechan individuos que aprovechan cualquier vulnerabilidad, en el espacio virtual abundan quienes pretenden sacar ventaja de la misma circunstancia. Con una agravante: los riesgos digitales suelen ser invisibles.
La publicación de información personal en redes sociales, la baja fortaleza de nuestras contraseñas en los sitios web que solemos utilizar, o el uso inadecuado de la banca digital son solamente algunos de los ejemplos de conductas que pueden ponernos en riesgo.
Por otro lado, a diferencia de lo que ocurre con un robo o un fraude cometido en el terreno material, los ciberdelitos son conductas de difícil investigación, pues incluso pueden ser perpetradas por individuos que se encuentran del otro lado del mundo, muy lejos del ámbito de acción de las autoridades a quienes podemos acudir a denunciarlos.
En este terreno pues, nos encontramos literalmente solos y por ello la primera línea de defensa en contra de este tipo de perpetradores somos nosotros mismos. La adquisición de habilidades digitales en materia de seguridad debe ser entonces una prioridad individual.
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Desde luego, las autoridades pueden -y deben- hacer más. Sobre todo, pueden mejorar y ampliar las campañas de prevención y la capacitación en seguridad digital para las personas que se encuentran en situación más vulnerable.
Pero por mucho que las autoridades hagan, si nosotros no asumimos en primer lugar la responsabilidad de proteger nuestra información personal es altamente probable que seamos víctimas de una de las muchas conductas que implica utilizar la tecnología en contra nuestra.
Las tecnologías de la información, la internet y las redes sociales constituyen hoy día elementos inevitables en nuestras vidas. Su uso implica múltiples ventajas, pero también entraña riesgos. Todos tenemos que ocuparnos de tener claros esos riesgos y adoptar las medidas necesarias para evitar que se conviertan en amenazas a nuestra seguridad o la de nuestros bienes.