Creer en el Derecho, 30 años después...

Opinión
/ 31 diciembre 2024

Profesar que el Derecho (hacer lo correcto) es la única, verdadera y legítima razón que justifica nuestra práctica social de dar a cada quien lo que le corresponde

A las próximas generaciones moradas...

En este último día del año, quisiera compartir algunas lecciones que me deja mi vida profesional durante estos 30 años de servir a mi comunidad.

He tratado de ejercer mi profesión de la mejor manera posible: con la fuerza, la honestidad, el valor y la razón de la ley como voluntad general que permite gobernar de manera justa a la sociedad. Esa es mi ideología: seguir el Derecho es hacer lo correcto.

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Iniciemos. En 1994 concluí mi licenciatura en Derecho. Me gradué después porque sustenté mi examen profesional al año siguiente. En mi carrera alcancé un promedio de 9.9 y obtuve la mención honorífica en mi tesis de licenciatura. Aprendí, desde el principio, que si te ocupas por estudiar de forma genuina, te despreocupas por buscar las oportunidades. Esas ya vendrán de manera natural y como consecuencia de tu esfuerzo profesional.

Nunca estudié para pasar las materias, tampoco hice la tesis en la licenciatura por obligación, mucho menos obtuve posgrados para colgar mis títulos, menos aún escribí libros para decorar mi biblioteca. Creo en el saber jurídico como condición necesaria para enfrentar con éxito los retos y desafíos de mi profesión.

Estudié e investigué siempre para saber y construir conocimiento útil para resolver los problemas de mi comunidad. Aprendí, pues, que el esfuerzo sincero de comprender el Derecho es fundamental para significar, de manera correcta, las normas en la realidad.

Creo, por ende, en el mérito académico. Es la base esencial para ejercer mi profesión. Sin saberes jurídicos, los problemas se convierten en tragedias sociales. Con sabiduría legal, por el contrario, las crisis se convierten en grandes oportunidades para que los profesionales del Derecho den forma legal a las soluciones que demanda la sociedad democrática.

Tengo una superstición: el título de abogado se debe ganar defendiendo las ideas de justicia ante un jurado de pares; sólo así se puede recibir de manera legítima el permiso de ejercer la profesión jurídica. Así obtuve mi título, con la tutoría de mi profesor Berchelmann Arizpe y defendiendo el derecho a la libertad en el juicio penal.

En 1994 era un joven de 23 años. Mi padre había fallecido y comencé a contribuir con el sostenimiento familiar. Fui el primer jurista de mi familia. En mi casa no hubo abolengos ni privilegios. No me regalaron nada. Obtuve, poco a poco, mis diferentes posiciones laborales y grados académicos: especialidades, maestrías y doctorado. Lo hice pensando en tener mejores conocimientos para mi comunidad porque seguí, a pie juntillas, el dogma: si me preparo más, seré un mejor profesional.

Trabajar y al mismo tiempo estudiar con mis propios recursos, resultó la mejor fórmula para darme cuenta de que todos los objetivos profesionales se pueden lograr. En retrospectiva, mi viaje se puede explicar en tres etapas que corresponden a mi plan de vida, a saber:

1) En los primeros 10 años, la travesía laboral me llevó a conocer la carrera judicial. Aprendí a defender derechos como defensor público y luego a interpretar el Derecho como funcionario judicial. Mientras trabajaba en el Poder Judicial, estudiaba mi posgrado en la universidad.

2) En la segunda década, tuve la gran oportunidad de aprender a crear y ejecutar la ley. Mi suerte personal me llevó a trabajar como consejero jurídico del titular del Poder Ejecutivo. Mientras participaba en la elaboración de leyes y políticas públicas, seguía estudiando y conociendo el ejercicio del poder.

3) La tercera década fue un poco de todo. Como profesor universitario me fui a estudiar al extranjero el doctorado con mis propios recursos y comencé a practicar mi profesión como consultor y litigante independiente. A mi regreso tuve la oportunidad de contribuir en la construcción de instituciones públicas para la protección de los derechos humanos y regresar, luego, al lugar donde inicie, el Poder Judicial.

En suma, pensar el cómo la sociedad y al Estado deben construir, con el saber jurídico, las instituciones necesarias que aseguren los fines de la justicia, ha sido una constante ocupación en mi tarea profesional. Estar en medio de ambos lados no ha sido fácil, pero seguir el Derecho ha sido lo correcto.

DESPUÉS DE LOS 30...

¿Qué sigue? El 2025 es una nueva oportunidad para caminar al siguiente escalón. Si Dios nos presta vida, seguramente continuaré sirviendo a mi comunidad desde la trinchera profesional que me corresponda.

Mientras tanto, sólo me resta agradecer por este año que termina que es uno más de vida, pero que, especialmente, sintetiza el valor de mis 30 años de creer en la justicia. Ha sido un año, sin duda, que cimbró a nuestra profesión jurídica, pero hoy más que nunca sigo creyendo en el Derecho.

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Soy un simple jurista que cree en el Derecho. Siempre dejo constancia pública de mi pensar y mi actuar. Ese es el dogma que seguí y seguiré siempre, en cada acto, en cada lugar y en cada momento: profesar que el Derecho (hacer lo correcto) es la única, verdadera y legítima razón que justifica nuestra práctica social de dar a cada quien lo que le corresponde para mantener el orden, la seguridad y la justicia.

Concluyamos... Después de los 30, seguiré creyendo en la lucha por el Derecho. Ni más ni menos. Quizás lo haga como siempre quise hacerlo...

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