Cuando pierdes, pierdes de verdad

Opinión
/ 29 agosto 2025

La gente suele engañarse con frases como ‘si se va es porque no era para ti’ o ‘todo pasa por algo’. Pendejadas. La realidad es que lo que no valoras, se va. Y cuando se va, la vida no te manda un reemplazo

Perder no es un accidente bonito ni un aprendizaje disfrazado de poesía barata. Perder es un hecho. Es quedarte vacío, darte cuenta de que algo que tenías en las manos ya no está y que no importa cuánto llores, grites o reces, no va a volver.

La gente suele engañarse con frases como “si se va es porque no era para ti” o “todo pasa por algo”. Pendejadas. La realidad es que lo que no valoras, se va. Y cuando se va, la vida no te manda un reemplazo ni te abre un camino alterno: simplemente te quedas con las manos vacías.

TE PUEDE INTERESAR: La receta perfecta para perderlo todo (y echarle la culpa al clima)

Lo más jodido no es el vacío en sí, sino la claridad brutal que llega después: darte cuenta de que lo que perdiste tenía un valor que no supiste reconocer a tiempo. Esa es la diferencia entre perder un objeto y perder algo que realmente importaba. Lo primero se repone; lo segundo no.

Pero somos tan pinches tercos de creer, de vivir en el error de “que todo se reemplaza”. Porque queremos un mundo lleno de sustitutos. Si se rompe el celular, compras otro. Si se gasta la ropa, vas por más. Si un plan falla, inventas uno nuevo. Esa lógica funciona para lo material, pero no aplica cuando hablamos de lo irremplazable.

Hay pérdidas que no se cubren con nada. No importa a quién conozcas, qué hagas, cuánto te distraigas: lo que se va, si era único, te deja un hueco que nadie llena. Y ese hueco se convierte en recordatorio constante de que el error no fue perderlo, sino no haberlo valorado antes de perderlo.

Y ahí es donde aparece el vacío real. El que no avisa. Sólo aparece. Y lo cabrón es que al principio piensas que lo vas a tapar rápido: con trabajo, con compañía, con ruido. Pero no. Tarde o temprano llega el silencio, y ahí es donde entiendes lo que pasó.

Ese hueco no es físico, es mental. Se cuela en la memoria, en los momentos más insignificantes, en esas rutinas que parecían nada, pero que ahora se sienten incompletas. Y ahí entiendes que no era “alguien más” o “algo más”. Era justo eso que ya no tienes.

Muchos creen que saben lo que significa perder, pero hasta que lo viven de verdad descubren lo distinto que es. Y la peor parte es que el golpe llega cuando ya no puedes hacer nada. Cuando lo entiendes, ya no hay vuelta atrás.

La vida tiene esa forma cruel de ponerte frente al espejo: te deja ver con claridad que lo que se fue, lo perdiste porque no supiste cuidarlo, y que lo que creías eterno no lo era. Ese es el verdadero castigo: entender demasiado tarde que no habrá segunda oportunidad.

Pero existe un mensaje oculto, mis queridos lectores. Así es, en medio de todo esto, hay algo que pocos aceptan: no todas las pérdidas pesan igual. Algunas duelen porque eran costumbre, otras porque eran necesidad... pero hay una clase de pérdida que simplemente no se supera: la de aquello o aquel que no tenía reemplazo.

Ahí está la diferencia entre perder cualquier cosa y perder algo único: lo primero se olvida, lo segundo te marca. Y quien pierde algo así, tarde o temprano lo reconoce: no fue la vida, no fue el destino, fue su error no haber visto lo que tenía frente a los ojos.

Aquí no hay poesía, no hay consuelo. Perder no tiene belleza. No hay canciones que lo alivien ni frases que lo acomoden. Perder es perder. Punto. Y lo único que queda es la cicatriz: ese recordatorio de lo que dejaste ir.

Quien cree que se puede “seguir igual” después de perder algo único, se miente. Claro que se puede seguir, claro que la vida avanza, pero nunca es igual. Nunca. El error queda tatuado en la memoria.

Al final la vida siempre nos pasa factura... la factura final. Las pérdidas tienen precio. Y ese precio siempre llega con intereses: arrepentimiento, silencio incómodo, recuerdos que revientan en el momento menos esperado. Pero lo peor de todo es que esa factura siempre llega tarde, cuando ya no hay nada que hacer.

La deuda de perder no se paga con lágrimas, ni con disculpas, ni con intentos de remendar lo roto. Se paga viviendo con el vacío. Se paga con la certeza de que lo que dejaste ir, ya no regresa.

TE PUEDE INTERESAR: La odisea de las instrucciones (manual no incluido)

Perder no es sólo parte de la vida: es una advertencia. Es la manera en que el mundo te grita que lo que no valoras, lo pierdes. Y que una vez que lo pierdes, no importa cuánto te esfuerces, no vuelve. Así de simple, así de cruel.

Entonces, la pregunta no es “qué hago cuando pierdo”, sino “qué voy a hacer para no volver a perder lo que sí importa”. Porque en la vida no hay botón de reinicio ni segundas tomas. Lo que dejas escapar, lo dejas escapar para siempre.

Y quien no lo entienda a tiempo, que se prepare para morder su propia verdad: perder algo único no es un accidente, es un error. Y ese error se paga con vacío eterno. Pero al fin y al cabo, esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿Qué opina?

Instagram: @entreloscuchillos

Facebook: entreloscuchillosdanielroblesmota

X: @entreloscuchillos

Correo electrónico: entreloscuchillos@gmail.com

Temas


Oriundo de Matamoros, Tamaulipas, México, estudió la carrera de Licenciatura en Comercio Exterior, pero debido a su gran pasión e interés por la cocina, decide estudiar posteriormente la carrera de Profesional Gastronómico, la cual ejerce actualmente. Se ha desarrollado como Chef de distintos restaurantes. Es miembro de distintas organizaciones gastronómicas como: La Sociedad Mexicana de Gastronomía, Embajadores Gourmet sede México, así como además de estar certificado ante la WACS (World Association of Chefs Societies/ Asociación Mundial deSociedades de Cocineros) de París, Francia. Y Master Pizzaiolo ante la AVPN (The True Neapolitan Pizza Association (Associazione Verace Pizza napoletana,AVPN). Actualmente, se dedica a impartir cursos, talleres, masterclass y conferencias, así como brindar servicios de asesoría y consultoría gastronómica a distintas empresas y restaurantes.

COMENTARIOS