Del Centro Histórico al Distrito Centro: más allá de la nomenclatura

Opinión
/ 4 agosto 2025

Nombrar de una manera u otra un espacio no es trivial: implica definir su identidad, imaginar un futuro deseable y excluir otras posibilidades

Nombrar es un acto político. La sociología de Pierre Bourdieu argumenta que quien logra imponer una denominación impone su visión del mundo y, con ello, un marco de legitimidad y de acción. En las ciudades, renombrar un barrio o un espacio no sólo altera un rótulo, reconfigura la manera en que se imagina y se valora ese territorio.

Las estrategias de branding urbano son hoy prácticas recurrentes de los gobiernos locales. Se concibe a la ciudad como producto y se crean marcas territoriales para atraer inversión y turismo, proyectando valores asociados a la innovación y el progreso. Pero esos discursos son señalados como procesos de gentrificación que revalorizan barrios históricos, elevan los precios del suelo y la vivienda y desplazan a la población. La gentrificación implica una reestructuración espacial acompañada de la llegada de clases más acomodadas y el desplazamiento de habitantes originarios.

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En Saltillo, el Ayuntamiento adoptó la estrategia denominada Distrito Centro para revitalizar el primer cuadro de la ciudad. Según la presentación oficial, el proyecto pretende mejorar la seguridad, la movilidad y la imagen urbana e impulsar el turismo mediante una alianza entre gobierno municipal, ciudadanos y gobierno estatal. Las acciones anunciadas incluyen la instalación de cámaras con reconocimiento facial, mejor iluminación, restauración de farolas, reparación de banquetas, retiro de cables en desuso y embellecimiento de fachadas. También se prevé convertir corredores culturales en zonas peatonales, mejorar la accesibilidad y renovar la Alameda Zaragoza. Para sus promotores, Distrito Centro no sustituye al Centro Histórico, sino que lo complementa: aseguran que no hay cambio de nombre y que la nueva delimitación sólo organiza acciones de mejora y niega que se trate de gentrificación.

Esta estrategia importada responde a una lógica neoliberal, una visión mercantil que convierte el espacio urbano en activo económico. No se parte de la vida que ya existe en el centro, sino de una visión que lo imagina como nodo de inversión y consumo. Desde la teoría del derecho a la ciudad, lo preocupante es que este tipo de transformaciones se realiza sin consulta ciudadana, sin participación democrática. Henri Lefebvre planteó que el derecho a la ciudad es el derecho a producirla colectivamente. Y cuando ese derecho se ignora, lo que se impone es una visión hegemónica del espacio urbano, usualmente orientada al beneficio privado.

En ese sentido, colectivos y vecinos objetan que el rebranding no es inocente. A través de redes sociales, organizaciones como el Frente Feminista de Saltillo, Bailadores SLW, RizomaLAB del Habitar, Caminando por Saltillo, Cine Pirata SLW y Yo X Las 40 Horas Coahuila preguntan: ¿por qué ya no es Centro Histórico y ahora es Distrito Centro? Su posicionamiento advierte que “este tipo de cambios no son solo palabras”; forman parte de modelos urbanos que priorizan la inversión y el turismo sobre la comunidad.

Los colectivos recuerdan que en Monterrey el Distrito Tec –primer distrito urbano impulsado por el Instituto Tecnológico de Monterrey– ha sido criticado por el aumento de rentas, el desplazamiento de vecinos, la pérdida del tejido barrial y la privatización del espacio público. De hecho, un informe del portal inmobiliario Propiedades.com, citado por Publimetro, muestra que megaproyectos como Distrito Tec y Distrito Purísima Alameda provocaron un incremento en los precios de renta en Monterrey, presionando a colonias antes accesibles. Estos datos desmienten la idea de que la creación de distritos carece de consecuencias socioeconómicas.

En Monterrey, colectivos como la Junta de Vecinos en Resistencia organizaron la Semana de la Movilidad Sin Gentrificación para denunciar que plataformas gentrificadoras buscan extender el modelo del Distrito Tec y que las colonias populares pagan el mayor costo, sufriendo despojo y ecocidio. La literatura académica sobre branding urbano advierte que la creación de marcas ciudad busca generar plusvalías mediante la atracción de turistas e inversionistas, reconfigurando no sólo el espacio material sino también sus dimensiones simbólicas. Tales revalorizaciones suelen ir acompañadas de conflictos en torno a la apropiación del territorio.

La reflexión adquiere una dimensión adicional cuando se considera el papel de los medios locales en la normalización del rebranding. En Saltillo, algunos portales informativos replican sin cuestionar la denominación Distrito Centro. Su cobertura noticiosa presenta la estrategia como un ambicioso proyecto para “transformar y revitalizar” el Centro Histórico, destaca la instalación de cámaras, la reparación de banquetas y la renovación de la Alameda Zaragoza, y adopta la nomenclatura oficial sin aludir a posibles impactos sociales. Al hacerlo así, los medios contribuyen a fijar en la opinión pública la idea de que el centro ya no es histórico, sino un distrito en vías de modernización; la ausencia de cuestionamientos invisibiliza a las voces críticas y desactiva el debate público.

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Al no problematizar los antecedentes del Distrito Tec, la prensa local actúa como vehículo de legitimación. Nombrar de una manera u otra un espacio no es trivial: implica definir su identidad, imaginar un futuro deseable y excluir otras posibilidades. Cuando los medios replican el rebranding gubernamental, contribuyen a la operación que Bourdieu llamó violencia simbólica: la imposición de significados que neutralizan la crítica. Por ello, la discusión sobre Distrito Centro no puede ignorar la responsabilidad de los medios en la construcción de imaginarios urbanos. Un debate verdaderamente democrático exige no sólo participación ciudadana en las decisiones urbanas, sino también un ecosistema mediático plural que no se limite a reproducir el discurso oficial, sino que haga visibles las voces de quienes habitan y dan vida al centro.

Las críticas desde los colectivos de Saltillo son pertinentes, subrayan que el centro no es sólo un espacio geográfico, es un lugar con memoria y vida popular, por lo que debería cuidarse como patrimonio social, no como producto de inversión. En este debate, el gobierno local tendrá que garantizar que lo que llama revitalización no signifique desarraigo ni exclusión.

X: @JuanDavilaMx

Licenciado en Derecho por la Universidad Interamericana para el Desarrollo, con Posgrados en Derecho, Comunicación y Campañas Políticas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Cursó diplomados en Derecho Parlamentario, Técnica Legislativa, Derechos Humanos, Políticas Públicas, Análisis Político y Campañas Electorales en la UNAM.

Fue Estudiante Investigador Invitado en el Departamento de Ciencia Política y de Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Es doctorante en Ciencias Sociales e Intervención Interdisciplinaria por la Universidad Autónoma de Coahuila y catedrático de la Facultad de Jurisprudencia.

Profesionalmente se ha desempeñado en el servicio público federal desde el Poder Legislativo en las cámaras del Congreso de la Unión y en el Poder Ejecutivo desde la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y en la Secretaría de Gobernación. Es fundador de Morena y participó en el movimiento YoSoy132. Ha escrito ensayos, artículos de opinión y análisis político para distintas revistas y diarios.

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