El rey y su torre de marfil

Opinión
/ 30 mayo 2025

El verdadero ejercicio del poder no teme a la crítica; la busca, la escucha, la confronta con humildad y responde con acciones. Sólo así se rompe la torre de marfil y se construyen puentes entre el poder y la sociedad

Cuando el poder se instala en una torre de marfil, se convierte en una burbuja peligrosa.

La soberbia sustituye a la razón y el diálogo con la sociedad se vuelve un estorbo para quienes creen tener todas las respuestas. Desde esa altura artificial, el descontento social no se ve, se ignora o, peor aún, se silencia, como si suprimir la crítica fuera suficiente para eliminar la causa.

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En democracia, la crítica no es una amenaza, sino un termómetro. Callarla o desacreditarla es como romper el termómetro porque no gusta la fiebre que marca. Gobernar sin escuchar, sin abrirse al diálogo con todas las voces −incluso las incómodas− es sembrar distancia, resentimiento y desconfianza.

La soberbia política se manifiesta cuando se antepone la lealtad ciega al poder por encima del deber de servir. Y es ahí cuando el discurso se vuelve monólogo, cuando se simula una paz social construida sobre la represión del disenso y la manipulación de la narrativa pública.

Ignorar la realidad o permitir abusos de poder no es un error aislado: es señal de complicidad o reflejo de un liderazgo torcido. Si el líder tolera o reproduce esos excesos, sus subalternos los imitan. Y si los subalternos los ejercen sin consecuencias es porque el líder piensa y actúa igual. Así se forma una cadena de impunidad que corroe las instituciones desde arriba.

La soberbia del poder es una enfermedad que se contagia. No se trata de errores aislados: es una cadena de impunidad que se construye desde arriba.

El verdadero ejercicio del poder no teme a la crítica; la busca, la escucha, la confronta con humildad y responde con acciones. Sólo así se rompe la torre de marfil y se construyen puentes entre el poder y la sociedad. Porque gobernar no es imponer, sino convencer; no es simular, sino transformar, ofrecer soluciones y trabajar en ellas.

“Recuerda que sólo eres un hombre”. Hoy, esta frase actúa como un susurro contra la soberbia.

Y por eso, en sus desfiles triunfales −cuando el pueblo lo aclamaba y los vítores llenaban las calles de Roma−, Marco Aurelio no cabalgaba sólo en su cuadriga. Llevaba con él a un esclavo cuya única función era susurrarle al oído, una y otra vez:

Respice post te. Hominem te esse memento” (Mira tras de ti. Recuerda que eres sólo un hombre).

Licenciado en Derecho y Finanzas con Honores. Me dedico a transformar la cultura laboral para impulsar el crecimiento digital en Vanguardia.

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