En un contexto de falta de agua, es necesario cambiar yo para que cambie el mundo

Opinión
/ 2 junio 2025

Que se haga la luz en los corazones que toman decisiones, que dejen de ver al resto de los seres como herramientas para lograr sus fines

La meditación sin compromiso social es una práctica que beneficia al individuo; la oración sin acción comunitaria es también una postura que alivia en forma privada. Hay, por supuesto, ejemplos de seres que se iluminaron en aparente soledad, pero en esencia no se iluminaron solos: alguien los sostuvo, alguien los crió, les dio acompañamiento, les dio alimento o se los preparó y dejó afuera de sus espacios de contemplación; alguien les preparó sus aposentos, camas o refugios.

Así, todos, iluminados o no, somos seres que podríamos poner la mirada en una comunidad que nos rodea, la cual nos permite seguir con vida. Aquí estoy abordando la vida meditativa o espiritual desde un enfoque comunitario; desde este lugar hablo. Así, recordemos la importancia del agua en este contexto: se hace un bautismo con agua, se purifica el agua y se consagra para hacer un té que se purifica luego de mantras y más mantras. Se limpian las heridas con agua, en fin, el agua es el centro de la vida.

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Y ahora que el agua ha pasado de ser un derecho humano a una mercancía, observamos cómo existe la falta de este elemento necesario para la vida, en las bocas de todas y todos; sólo está en manos de quienes pueden pagarla. Es evidente que es necesario un pago para financiar los mecanismos y procesos que sigue el agua para tener un estado apto para el consumo, sin embargo, no todos pueden retribuirlo y, además, no en todas las ciudades se garantiza el acceso al agua potable, para eso el agua se ha convertido en mercancía.

Es innegable que existe sufrimiento en una gran mayoría de seres humanos que no acceden a lo mínimo. Aquí podría estar presente la compasión y el amor, que ayudan a discernir y a realizar un trabajo en territorio. Pero trabajar para el beneficio de la gente que no tiene acceso al agua es visto ahora como algo peligroso.

Mejor encerrarse para ser un ser iluminado que dialogue con iguales o con personas que no tengan carencias elementales, como agua potable o empleo con salario justo, que trabajar para comprender el dolor de los otros. El hacer algo colocaría a las personas espirituales o religiosas que buscan su iluminación individual en el complejo contexto del trabajo comunitario, al que luego se le pega una etiqueta equívoca: comunismo, socialismo o populismo. Y esta falsa etiqueta les aterra, cuando no existe tal, cuando lo que se hace es ser seres humanos con amor y compasión. Pero tal vez es extraño o ingenuo pedir amor y compasión a las empresas, pues ese no es su idioma ni su religión, ya que su idioma y religión es la búsqueda de ganancias y ver números reproducirse hacia una mayor acumulación, no como un organismo que tiene su ascenso, descenso y ocaso.

¿Será que los grandes capitales sólo dialogan con grandes capitales? ¿Será que, realmente, de ver el dolor de quienes no acceden a lo elemental, algo superior e inmenso los abrumaría? ¿Es pertinente hablar de amor y compasión en este contexto?

Lo que está visto es que el mercado garantiza el acceso a productos que, hechos masivamente aprovechando inmensas cantidades de agua, tienen un precio bajo, pues de cierta forma las políticas públicas subsidian a las empresas el uso del agua para generar todo tipo de telas, alimentos, cervezas, vinos, refrescos, jugos artificiales, autos y utensilios.

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Estamos por conmemorar el Día del Medio Ambiente el próximo 5 de junio. El medio ambiente incluye también el medio en el que los seres humanos convivimos, vivimos o sobrevivimos, con el agua como elemento conector de todas las formas de vida. Que se haga la luz en los corazones que toman decisiones, que dejen de ver al resto de los seres como herramientas para lograr sus fines.

El vocablo “agua” proviene del latín aqua, y más atrás de la raíz protoindoeuropea wed, que significa “mojado”, y la cual derivó en la palabra protogermánica wator.

Nacida en Monclova, Coahuila. México, en Junio 3 de 1969. Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Maestra en Historia de la Sociedad Contemporánea. Doctora en Ciencias y Humanidades para el Desarrollo Interdisciplinario. Ha publicado entre otros, “Los frutos del sol“ (Castillo MacMillan 2005) libro infantil y poemarios entre los que figuran Casa de sol (FECA-CONACULTA 1995), “Ruido de hormigas“ (Gatsby Ediciones, 2005), Carne para las flores, antología personal (Aullido libros, España 2011), Las flores desenfundan sus espinas, antología personal (Secretaría de Cultura de Coahuila, 2013) y “Donde la piel“ (Mantis Editores/CONARTE, 2019). Aparece en “Anuario de poesía mexicana“ (Fondo de Cultura Económica, 2006).

Obtuvo el primer lugar en fotografía Coahuila luz y forma 2003. En poesía, recibió beca del FONCA, estímulos como joven creadora y como creadora con trayectoria del FECA y del PECDA en varias ocasiones. Fue becaria FORCA-Noreste 2011-2012, en Lima, Perú donde impartió talleres sobre poesía objetual. Como invitada de honor del Festival Internacional de Teatro Tánger 2013 en Marruecos, se leyó su poesía traducida al árabe. Parte de su trabajo también tiene versiones en inglés, alemán, portugués y francés. Entre las revistas en las que ha publicado, destacan el número inaugural de la revista de poesía contemporánea de Valencia “21veintiúnversos“, ( octubre de (2015), y “Lichtungen“ (noviembre de 2016) en el apartado “Literatura del norte de México“, en el que sus poemas fueron traducidos por Christoph Janacs.

Fotografías medio ambientales, video poemas y atmósferas sonoras fueron exhibidos en la Galería Mohammed Drissi de Tánger (Julio-agosto 2021). Participó en la muestra de arte coahuilense titulada Segar el mar, dentro del 49 Festival Cervantino. Parte de su trabajo se encuentra en el portal virtual www.thenatureofcities.com, al lado de artistas medio ambientales del mundo. Actualmente es Directora de Divulgación Científica en el Museo del Desierto.

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